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sábado, 19 de agosto de 2017

Las dunas gallegas: Lariño.

Otra increíblemente hermosa playa del concejo de Carnota, estupendamente preservada para lo que suele ser normal para estas playas en España. Gracias a ello pudimos ver de nuevo el espectáculo de la duna en explosión de colores y aromas.

Entre las muchas cosas que allí vimos, por ejemplo la preciosa flor de la Matthiola incana. Todo colorido.
En su color complementario, el amarillo cardo lechero, o Scolymus hispanicus.
También violáceas las flores de la Malcomia littorea.
La viborera (Echium sp.), la cual no me atrevo a  identificar más allá del género.
Más discreta, la correhuela de playa (Calystegia soldanella).
Más roquera, la zanahoria marítima (Daucus carotta gummifera).
Y por todas partes, el cardo marítimo (Eryngium maritimum).
Llamativa y simpática para todos, la cola de liebre (Lagurus ovatus).
Y finalizo con una planta que me sorprendió por su gran tamaño, la malva arbórea (Lavatera arborea), como era de suponer, aprovechando los aportes orgánicos de las gaviotas en los límites de los roquedos y el Faro.

jueves, 21 de junio de 2012

Punta de San Antonio, Llanes: los bichos y demás semovientes


En los acantilados de Llanes, en los pastizales costeros que los bordean, crían una buena cantidad de aves interesantes, por mucho que cierta alcaldesa diga, con no poca ignorancia y mucho atrevimiento, que al no haber árboles, ¿dónde van a criar los pájaros? En fin, tenemos los políticos que nos merecemos, supongo.

Ya os aviso que las fotos son espantosas en el mejor de los casos, pero no había buena luz, la verdad es que ni buena ni mala, hacía un día realmente desapacible.

A los paseriformes les daba igual, porque cantaban de lo lindo.
Lo 1º que vimos fue un zarcero políglota (Hippolais polyglotta), destacando con su trino bizarro y sus colores chillones entre los artos.
Oímos, pero no fotografiamos, buenas bandadas de pardillos comunes (Carduelis cannabina), y alguna alondra (Alauda arvensis), y banditos más pequeños de verderón común (Chloris chloris), jilguero (Carduelis carduelis), pinzón vulgar (Fringilla coelebs), y algún mirlo común (Turdus merula), y petirrojos (Erithacus rubecula), aislados.
 

Por los caminos, entre fincas, las huellas delatoras de algún córvido.














Podían ser cornejas negras (Corvus corone), muy abundantes.

Seguían al ganado, que era vaca asturiana de la montaña, vamos, las casinas de toda la vida, ganado muy querido por quien esto escribe, sobre todo si es en forma de exquisitos filetes. En mi casa solo entra carne de ganado extensivo, es un poco más cara, pero merece la pena, y estamos contribuyendo no solo a salvar el hábitat en el que se alimentan, y en el que conviven con la plena naturaleza y sus habitantes, si no también a las propias razas autóctonas, que merecen después de milenios conviviendo con el paisaje, al menos, sobrevivir.

Y es que no hay nada más guapo que un xatu en libertad. Os dejo este enlace con una web de razas de ganado autóctono español, para que alucinéis con la enorme variedad de razas autóctonas que aún existen en España. Además de una hermosura, es un patrimonio genético, que tal y como están las cosas, no está como para desperdiciarlo.







Las zonas de pasto de este ganado no estabulado forman un patrimonio de biodiversidad nada desdeñable, y si se mantienen adecuadamente, proporcionan refugio y abono para muchas plantas y animales que de ellas se aprovechan.
Por ejemplo, una de mis flores más queridas, el gordolobo, creo que es la especie Verbascum pulverulentum, una planta grande y hermosa cuando florece.










O de la humilde viborera (Echium vulgare), otra de mis flores favoritas, ya que la usaba mucho cuando hacía cuadros artesanos con flores desecadas.


Las chovas piquirrojas (Pyrrhocorax pyrrhocorax), otro córvido que cría en estos altos acantilados, aunque nunca he visto su nido.











Siguiéndolas, fueron a parar en una zona escondida, que compartían con unas gaviotas patiamarillas (Larus michahellis). No sé si estaban criando en su nido, pero por si acaso, dimos la vuelta de inmediato, no fuese a estropearse la cría, ya que era un terreno muy expuesto, y si nos acercásemos más, molestábamos.









Viendo a las chovas picar contra el viento entre los acantilados, entraba bastante envidia, ¡quién pudiera volar!









Estuve atento por si saltaba o trinaba algún roquero, pero no hubo suerte, sí eran abundantes los colirrojos tizones (Phoenicurus ochruros). Premio para el que encuentre a una hembra vigilando a sus pitinos, que piaban alto y claro.






Entre las rocas, almohadas florales, entre el blanco y el rosa chillón, preciosas armerias.










Mis escasos conocimientos me impiden saber si son Armeria pubigera o Armeria maritima, creo que lo primero, pero sin garantías.

Las de esta foto, acompañadas del trébol blanco (Trifolium repens), una delicia para el ganado, y para el ganadero.





A pesar de la abundancia de flores, muy pocas mariposas. A excepción de las muchas esfinges colibrís (imposibles de fotografiar por su velocidad de vuelo con tan poca luz), que como dice Jorge Valella en su blog, han entrado en grandes cantidades en Asturias justo ahora, el resto de mariposas, escasas, solo las más generalistas, como esta maculada, o mariposa de muro (Pararge aegeria).





Casi tan generalistas estas mariposas como las gaviotas patiamarillas, que en este lugar aparecen en casi cualquier hábitat.











No encontré a las seguramente presentes currucas cabecinegras, sí a las abundantes familias de tarabilla común (Saxicola torquatus).











En la zona lindante con el ganado, muchos pero que muchos gorriones comunes (Passer domesticus), que en este hábitat tan variado, están en su salsa.



Bien es sabido que donde hay caballos, hay gorriones, que se aprovechan de los insectos y de las propias semillas no digeridas que lleva el estiércol. Y con caballos tan enormes como este, de los que ya se ven pocos en las explotaciones tradicionales que quedan, hay mucho que aprovechar para los gorriones.