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domingo, 15 de septiembre de 2013

Salinas de los Agujeros: un paisaje cambiante (a peor).

Me había documentado sobre este tramo de costa, y las cosas pintaban bien, con una playa virgen (Playa del tío Vicente), unas salinas en las que recalaban limícolas en paso, y una zona de aridez extrema pero llena de aves esteparias espectaculares (Vegueta del Espino), cercana a una caldera volcánica espectacular, la Montaña Tinamala.


La sal, a toneladas, esperando ser reconocida, hacía un contraste precioso con los ocres y bermellones de la tierra volcánica.







La realidad no resultó tan atractiva, ya que por mucha capacidad (que la tengo) de abstraerme de la presencia humana, me costaba ver el paisaje sin los sucesivos y continuos tropiezos con la aberrante huella humana. (Fuente: Visor sigpac).

La urbanización en sí misma, plantada directamente sobre un acantilado, no era precisamente una maravilla paisajística, pero daba la impresión de llevar muchos años allí, y a primera vista el vecindario parecía tranquilo y poco invasivo.






No sucedía lo mismo con el tramo de costa hacia el Sur, jalonada de casas aisladas colgadas en unos acantilados que, como sugiere el nombre de los "Agujeros", son una divinidad en la que se cuelan las olas formando pequeñas piscinas naturales y bufaderos (bufones en asturiano).






Las salinas estaban invadidas de caravanas por todas partes, de coches tirados enmedio de cualquier camino, o incluso en la misma arena de la playa había gente durmiendo de cualquier manera, había montañas de excrementos humanos en algunos puntos, y la sensación era cuuuutre allá donde miraba, y fuera de todo ordenamiento mínimo.
La Playa del tío Joaquín, larga y estrecha, ídem, coches practicamente al borde del agua, y mira que la playa, con una arena especialmente guapa, llena de bioclastos, merecía un trato mejor.
Era agosto, hay que pensar esto y mirarlo con otros ojos, pero el impacto era grande.

Una vez que me encaminé a la vegueta, un terreno interesantísimo, un erial pedregoso semidesértico en el que salirse del camino unos metros significaba un costosísimo avance entre piedra volcánica. Aunque tenía marcado en el GPS los caminos, la uniformidad de la cobertura pedregosa marea y tienes los caminos delante tuyo sin que los veas hasta el último momento.















Lástima que haya varias casas precarias, con generadores de gasoil en mitad de la nada, con una legalidad que salta a la vista que tiene que ser tan precaria como los muros de estas casas, y no digamos los basureros que te encuentras sin disimulo ninguno.

Los caminos están marcados y con carteles que advierten de la existencia de aves y recordando las normas para no molestarlas.









Aunque aquí y allí se sucedían los vertederos incontrolados, y pasaban motos de motocross y multitud de perros sueltos.








Lástima porque el paisaje era precioso, salpicado de arbustos ya conocidos de otras zonas áridas peninsulares, como el tabaco moro (Nicotiana glauca)...













...y otros desconocidos por mí, como el conflictivo taxonómicamente hablando grupo de las tabaibas (Euphorbia sp.).









En fin, un paseo precioso, pero con muchos tropezones con la fealdad humana.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Salinas de los Agujeros: cierta decepción.

Pues sí, tiré hacia el Norte de la isla de Lanzarote buscando alrededor de la Montaña Tinamala aves esteparias como la ortega, el corredor, la perdiz moruna (que luego vi en otro sitio fugazmente) o el camachuelo trompetero, y nada, y lo mismo con los limícolas en paso en las mismas salinas.
No eran las mejores condiciones.











La ruta partía de la Urbanización "Los Cocoteros", atravesaba las Salinas de los Agujeros, bordeaba la playa del tío Joaquín, y se internaba en la estepa y tabaibal de la Montaña Tinamala, en teoría, un lugar excelente para localizar aves.
No fue así, vi aves, pero no las que deseaba, hacía mucho calor para las salinas, que estaban secas, las molestias humanas fueron continuas, y el terreno en sí estaba deprimentemente degradado. De esto me ocuparé en la siguiente entrada.
De nuevo, el pájaro más abundante era el bisbita caminero (Anthus berthelotii berthelotii). Un poco en cada esquina, y en gran cantidad, por parejas.










De nuevo también me acompañó, en los posaderos más elevados, ya fuesen tapias, hierros abandonados, o tabaibas, el alcaudón real canario (Lanius meridionalis koenigi), siempre una grata visión.








Me sobrevoló un bandito de cuervos canarios (Corvus corax canariensis), y teniendo en cuenta que en toda la isla la población es mínima, este bandito supone así como el 10% de los cuervos de Lanzarote. Triste.









Peor fue en La Graciosa, donde a día de hoy la pareja que me sobrevoló en la playa es la única que sobrevive, así que aquí en Lanzarote aún no era tan grave.







En la costa, un bandito de gaviotas patiamarillas atlánticas (Larus michahellis atlantis), otra vez muy esquivas, volaron en cuanto me jispiaron.







De nuevo disfruté su plumaje tan oscuro.














Especialmente los juveniles y 1os inviernos, casi negros parecían en vuelo.








Igualmente es definitorio el color más oscuro de la raza canaria sobre la nominal en las palomas bravías canarias (Columba livia canariensis), aunque hay que tener en cuenta lo fácil que podemos confundirnos con una población asilvestrada de la variedad doméstica.








De rapaces, nueva decepción, ni halcón tagarote ni de Eleonora, aunque la pareja de cernícalo vulgar (Falco tinnunculus dacotiae) que claramente parecía anidar en un molino abandonado no dejó de observarme todo el camino.

Y esto fue todo en cuanto a aves, el paisaje os lo comento en la próxima entrada.