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jueves, 20 de diciembre de 2012

Zeluán, aves del otoño (y III)

Bueno, pues acabo este pequeño catálogo de aves otoñales en Zeluán con los limícolas.

Uno muy común, que casi siempre se encuentra, es el correlimos común (Calidris alpina).












En muchas ocasiones acompaña al chorlitejo grande (Charadrius hiaticula).











Y otras muchas veces no sabes quién acompaña a quién...











Otras veces hace extraña pareja con los escasos correlimos gordos (Calidris canutus).










Otros correlimos, mucho menos abundantes, son los chiquitines correlimos menudos (Calidris minuta).









A estos correlimos zarapitines (Calidris ferruginea), solo se les suele ver durante el paso migratorio.










Unos relativamente abundantes son los andarríos chicos (Actitis hypoleucos), incansables y nerviosos.















Los archibebes comunes (Tringa totanus) aparecen aislados, bien visibles.












Al contrario que sus primos los archibebes claros (Tringa nebularia), que van por medias docenas, y son más discretos, de plumaje, porque no lo son de comportamiento, persiguiendo a sus presas a la carrera.








Otros grises, los chorlitos grises (Pluvialis squatarola), tan crípticos que los puedes tener delante y no verlos hasta que no echan a volar.











También se camuflan bien, a su manera, los vuelvepiedras (Arenaria interpres), en número muy variable.






De grandotes, la aguja colipinta (Limosa lapponica), aparece con cierta frecuencia.












Y no son raros los días en los que aparecen los 2 zarapitos, el real (Numenius arquata)...









...y los trinadores (Numenius phaeopus).













Y termino con esta martina pescadora (Alcedo atthis).
Espero que os haya gustado la serie, hay que pasar por Zeluán y disfrutarlo, cualquier día nos lo arrebatarán definitivamente y nos arrepentiremos de no haber podido disfrutarlo más.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Festival de limícolas juveniles en Bañugues

El 13 de septiembre, después de disfrutar de los alcatraces, me pasé por Bañugues. Era tarde, hacía un tiempo de perros, y además la marea estaba altísima.
Solitario, encaré la playa sin demasiada confianza, pensando que no encontraría nada de interés.
Como suele suceder, si no lo intentas, te lo pierdes, y pasé media hora extraordinaria, hasta que me echó la marea de la playa, y ya anochecía.

Era increíble que en menos de 100 metros cuadrados de playa se arremolinasen tantos y tan variados limícolas, y que además fuesen casi todos juveniles, pero lo que no me esperaba era su mansedumbre.

En otras ocasiones, y en otros blogs, os comentaba que acercándose despacio, y con el debido respeto, la mayoría de las aves eran curiosas, y acababan por aceptar, de mayor o menor humor, tu cercanía, pero en este caso, nada más llegar, y sin la menor precaución, las aves se me pegaban encima, tanto como para llenar la visión de mis prismáticos, y tener que reenfocar constantemente el teleobjetivo, que se cubría por completo.

No había casi luz, y no se paraban quietas, así que las fotos no son gran cosa, pero valgan para expresar lo preciosas que son estas avecillas.











Aunque hace un tiempo que "apagué la emisora" y renuncié a perseguir rarezas, sabía que un correlimos canelo (Tryngites subruficollis)  andaba por allí. Me encontró él a mí antes que yo a él, y pude verlo con más detalle que el ejemplar que vi el año pasado, que era mucho más esquivo.

Pude así comprobar que se trata de un ejemplar juvenil. Lo sabremos por las plumas de las partes superiores: tienen una orla blanca, a diferencia de los adultos, que las tienen color...canela, por supuesto.








Increíble viaje, desde el Canadá ártico hasta Asturias...increíble.











Más común, pero siempre entrañable, el correlimos común (Calidris alpina), también un juvenil, cambiando a 1er invierno.









Muchas veces lo he confundido, en plumaje de invierno, con el correlimos menudo (Calidris minuta), percatándome solo cuando al verlo junto a otros limícolas, veía su minúsculo tamaño. Pero con este plumaje que os presento, juvenil, es inconfundible. Y se diferencia fácil de un adulto por la falta de mejillas de color.


Un limícola mínimo, pero precioso.













Los limícolas más abundantes, no obstante, eran los correlimos tridáctilos (Calidris alba), que parecían unos colosos al lado de los correlimos menudos.









Y de nuevo, juveniles: ese aspecto escamoso, ondulado en blanco y negro, de las plumas del manto y escapulares es inconfundible.










Sin duda, los más valientes, situándose en el límite de la distancia mínima de mi teleobjetivo (¡2 metros!) eran los chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula), también juveniles, la orla plumosa blanquecina, y las manchas pectorales, apenas juntas, lo delatan.





A esta distancia parecen pequeños gigantes...











En definitiva, uno de esos días en los que das gracias por tener esta afición

¡Ah, se me olvidaba, también había vuelvepiedras (Arenaria interpres), a ver si los encontráis en esta foto, entre tanto bichejo suelto!

sábado, 10 de septiembre de 2011

Un gijonés (alucinando) por la Albufera de Valencia


Como os había prometido, os explico mi experiencia por el parque natural de la Albufera de Valencia.
No conocía nada de estas tierras, aunque me documenté en esta web estupenda (Birding albufera), y me convencí que antes de intentar ir por libre por territorio tan complicado, mejor empezar por el centro de interpretación, en Racó de l’Olla, donde, además, hay una torre de observación, y un observatorio.

Pues fue una gran sorpresa, el personal del centro es muy amable, y me indicaron el sendero que debía transitar para llegar al observatorio, que atraviesa un bosque de pino carrasco, con páridos y varias ardillas. En un clarito, el 1er “susto”, en forma de la visión fugaz, pero preciosa, de un alzacola rojizo (Cercotrichas galactrotes), un ave que no es frecuente en absoluto por estas tierras. Fueron unos segundos, y no me dio tiempo a desenvainar el teleobjetivo, pero creo que me quedó claro el porte de este paseriforme, y también lo acertado del nombre, esa cola tan conspicua y llamativa se reconoce a mucha distancia. Inconfundible, pero dado que era el 1º que veía, siempre hay posibilidad de error, por supuesto.

Una vez llegado al observatorio, tras un paseo muy agradable (en poco de sombra en tanto bochorno), otra sorpresa.
Acostumbrados como estamos en Asturias a observatorios desastrosos y destrozados, aquello parecía un palacio, por tamaño, y por comodidad.
El lado mayor daba a una laguna en la que tardé en fijar la vista, ya que había muchas cosas interesantes.
Sin duda, los que más llamaban la atención era la colonia de charranes comunes (Sterna hirundo). Por Asturias no es raro ver a estos charranes, pero casi siempre es a distancia, en vuelo y fugazmente.
Sin embargo aquí se mostraban confiados, relativamente cercanos, y en plumajes desconocidos por latitudes asturianas, y además, como vemos en la foto, podemos ver aves con plumaje reproductor (2º por la izda), otros ya en plumaje de invierno (1º), inmaduros (los demás), con esa pátina ajedrezada dorada, y como luego vi, y queda plasmada en la siguiente imagen, hasta un pollito la mar de simpático.





Los acompañaban unas cuantas gaviotas cabecinegras (Larus melanocephalus), con plumajejuvenil, y es que aquí cría la mayor colonia conocida en España en la última década. Bastante voceras, por cierto, menuda bronca llevaban entre ellas.





Además, en las pequeñas islas centrales evolucionaban varias limícolas, los más abundantes, los chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula), ½ docenita, como siempre moviéndose frenéticamente. Había una mezcla de plumajes reproductores e invernales, tal y como vemos en la foto.
Creí que me encontraría más chorlitejos chicos (Charadrius dubius), pero realmente solo me encontré uno, en plumaje yo diría que juvenil, aunque con dudas. Como ya sabréis podemos reconocer al chorlitejo chico, en este plumaje tan complicado, por una proyección primaria que sobrepasa la cola, con lo que parecen claramente más largos y estilizados que los chorlitejos grandes. Además, el anillo alrededor de los ojos es muy llamativo, incluso a distancia, a diferencia del chorlitejo grande. Por último, carecen de ceja de color blanco, siendo de un crema muy difuminado.


Con ellos evolucionaban también varios correlimos. Con el margen de error habitual, y teniendo en cuenta que los veía con los prismáticos (no me traje el telescopio), diría que se trataba de correlimos menudos (Calidris minuta), por su pequeño tamaño, la ausencia de manchas oscuras en vientre o flancos, y la coloración del dorso, el tamaño pequeño del pico...Había un par de ellos, los visteis en las fotos anteriores.
 
También entreví (enseguida desapareció), otro limícola “tipo tringa”, pero no identificable con seguridad a ninguna especie.

Por último, una cigüeñuela (Himantopus himantopus), elegante como siempre.

En cuanto a anátidas, dominaban los ánades azulones (Anas platyrynchos), sesteando el calor tan tremendo que había (menuda sudada que pillé).
Fue mucho más inhabitual localizar a un ejemplar juvenil de tarro blanco (Tadorna tadorna), que no se acercó demasiado.


Además, 2 ejemplares de lo que creo que es la misma especie, 2 zampullines chicos (Tachibaptus ruficollis), uno adulto, a distancia, y otro calculo que juvenil. Su cuello, tamaño y coloración me hicieron pensar en “algo” cuellirrojo, pero no me cuadra, así que salvo corrección, que como siempre, será muy bien recibida, lo dejo en zampullín chico, por ahora.


















Pues allí me estuve un buen rato, disfrutando como un enano, pero lo mejor aún estaba por llegar, porque al cambiar hacia el lado corto del perímetro del observatorio, localicé a 3 flamencos comunes (Phoenicopterus roseus), en concreto 2 juveniles y un adulto.





El adulto no se llegó a acercar demasiado en ningún momento, pero los jóvenes anduvieron a la gresca todo el tiempo, peleándose, y se fueron acercando hasta estar a una distancia en la que me llenaban el encuadre, ¡qué gozada! Cuando además descubrí la anilla A/XH que os presenté ayer, ya fue para festejar.




Entre comer y acicalarse, aún estuvieron un buen rato, hasta que se fueron.

Llegó el momento de marcharse, con gran pesar, porque para lo sencillo que fue llegar, las sorpresas fueron muy agradables.














De vuelta al coche, aún me encontré un papamoscas gris (Muscicapa striata) de lo más confiado, y en una pequeña charca, fugazmente, a 5 correlimos zarapitines (Calidris ferruginea), con su típico plumaje de transición a invernal. Siempre es un placer volver a ver a estos migrantes al África tropical.

El centro de interpretación dispone de una torre panorámica, que si bien no es muy útil para localizar aves, por su lejanía, si da una visión idílica del conjunto de la Albufera.



Aunque en la foto solo se ven borrosos, la charca estaba llenita de cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), ánades azulones y cucharas europeos (Anas clypeata).

Pues esta fue mi experiencia valenciana, para ser solo un acercamiento rápido, no estuvo mal.

Así que, si sois novatos en la Albufera...os recomiendo vivamente el Racó de l'Olla.



Las siguientes observaciones, muy guapas también, ya en Asturias, en casina, allí os espero y os las explico.