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sábado, 21 de diciembre de 2013

En mi kindle: Yonki, de William S. Burroughs.

Siempre estuve interesado en la literatura de la generación Beat estadounidense, y Burroughs era uno de los ejemplares más paradigmáticos de esta corriente: escribía como los ángeles, tocaba muchos estilos artísticos diferentes, y su vida personal era tanto o más interesante que sus relatos: drogadicto confeso, bisexual, siempre en líos con la justicia y huyendo a diferentes países, pinceló de tonos autobiográficos su obra, revolucionó el estilo narrativo, vivió mucho, y aún así, fue un superviviente que llegó hasta una edad muy avanzada, y murió rodeado de amigos y admiradores que supieron arroparlo generación tras generación, hasta nuestros días, y lo más difícil: con un estilo de vida absolutamente dislocado, fue capaz de ganarse el reconocimiento en vida de público e instituciones oficiales, tanto de vanguardia como gubernamentales.
(Fuente de la imagen: Wikimedia commons).



Artista pleno, supo adaptar sus múltiples inquietudes a diferentes formatos artísticos, y además de haber influído en muchos artistas jóvenes que leían sus relatos, participó en películas como actor y guionista, en otra ocasiones se adaptaron sus cuantos y narraciones cortas (a mí sigue resultándome espléndida "La navidad del Yonki", que podéis ver aquí, hecha por Coppola) e incluso una de mis canciones favoritas, “Star me Kitten”, de REM, está "cantada" por él, y esa voz senil y cazallosa es un portento y un milagro de mestizaje entre armonía musical y letra de poder.

Algo también típico de esta generación, y que me resulta atrayente, es la aparente armonía en la que unos escritores cultos y enamorados de los refinamientos del arte convivieron con lo más sórdido de la calle y con los personajes más truculentos que nos podamos imaginar, lo que causó gran controversia y rechazo en los círculos más académicos de las artes norteamericanas en su día, mientras los outsiders, loosers y demás familia alternativa los erigía como canon del existencialismo a la americana.
No es nada sencillo hallar poesía en lo sórdido, y Burroughs lo consigue como nadie. Rompió muchos tabúes, y abrió la veda de una literatura dura llena de realismo mágico, no exenta de un cariño cálido sobre sus protagonistas rotos y con unos giros dramáticos que siempre dejan sitio a un humor incómodo y doloroso.

Yonki es un librito corto y de narrativa directa que no se deja nada en el tintero, habla a las claras de la relación del protagonista con las drogas, partiendo de un consumo esporádico, hedonista y descuidado por parte de un joven absolutamente normal, hasta llegar a un uso y abuso desquiciado que controla su vida por completo. Fue su 2ª novela, publicada en los años 50, ¡un atrevimiento para la época!, bajo seudónimo, y es su novela más formal, en el sentido literario, ya que después practicó una narrativa, basándose en el surrealismo, el corta y pega, y los experimentos formales y la poesía, mucho más difícil de leer.
(Fuente de la imagen: Wikimedia commons).







Podría parecer por tanto un relato moralista, o al contrario, un canto al uso recreativo de las drogas como gran diversión, pero no es ni lo uno ni lo otro, ya que en el fondo, es un gran fresco, neutro y desapasionado, de la época, de las prohibiciones absurdas y la persecución despiadada que las leyes en aquellos tiempos causaban a los drogadictos, que por otro lado retrata como nada que haya leído el proceso de dependencia creciente y el cúmulo de enfermedades, problemas y tragedias que el uso de cualquier droga sin control acaba provocando en el individuo.

Ni más ni menos que un relato etnográfico en 1ª persona de la drogadicción en el mundo occidental, sin tabúes, sin moralinas, y sin falsas esperanzas: no hay nada bonito, no hay esperanza y ninguno de sus personajes alcanza nada parecido a la felicidad en su consumo; acaba convirtiendo a cada uno de sus protagonistas en condenados a satisfacer compulsivamente su vicio sin ningún atisbo de salida alternativa.
El propio Burroughs fue adicto desde la adolescencia hasta su muerte anciano, y bajo los efectos de la politoxicomanía mató por accidente a su esposa, no estamos hablando de un simple investigador del tema, sufrió toda su vida por culpa de su dependencia.

Definitivamente, un relato nada autocomplaciente que recomiendo leer, y que si tuviese un hijo adolescente, casi casi le obligaría a leerlo, es toda una vacuna contra las ganas de caer en el consumo de drogas, y ojo, Burroughs, como conocedor de casi cada droga del universo, da una guía de cada una de ellas, habla a las claras de su peligrosidad, sin caer en el falso prejuicio de creer que son más peligrosas las más penadas, o las ilegales: toda substancia, deja claro en cada línea, es susceptible de destrozar tu vida, ya sea alcohol, antidepresivos, anfetaminas, o heroína, tengámoslo en cuenta, y huyamos con todas nuestras fuerzas del consumo habitual, pero no castiguemos al consumidor, es una víctima, del traficante, de la sociedad que no da alternativas, y sobre todo, de sí mismo.


Un clásico.

viernes, 11 de octubre de 2013

En mi kindle: Comisario Montalbano, de Andrea Camillieri.

La saga del Comisario Montalbano, ideada por el octogenario escritor italiano Andrea Camillieri, lleva meses alegrándome las noches en mi kindle, con un sinfín de historias nuevas y tramas por resolver, todas con un trasfondo común, la Sicilia actual, envuelta en corruptelas, la mafia a pequeña escala, y con un paisaje humano verídico y variopinto que es un personaje más en las novelas.

No es estrictamente literatura mayor, y unos pocos de los títulos hay que calificarlos como flojillos, pero otros, en cambio, te atrapan y te sorprenden a las tantas de la madrugada sin poder parar de leer.

(Foto de Andrea Camillieri, autor: Vito Vita, en wikicommons).

El personaje principal, Montalbano, es comisario de la localidad de Vigata, Sicilia, y se encarga de resolver los casos más variados, desde horribles crímenes hasta minucias, con una metodología propia y peculiar, extensión de su propia personalidad.
Hombre contracorriente, siempre trata de mantener una ética personal trasnochada que contrasta con la sociedad actual: no aspira a ascender en su cargo, ni a medrar, y es fiel a un momento vital que sabe irrepetible, con unos compañeros de trabajo a los que maltrata suavemente pero que en el fondo protege, y una vida amorosa esporádica pero intensa a su manera y estrictamente monógama con su amada Livia, dependiente del puente aéreo al tan diferente Norte de Italia.


Montalbano está enamorado de la gente siciliana, de su ritmo de vida pausado, de sus contradicciones, que desembocan en un apasionamiento exagerado por el buen vivir pero también por la muerte trágica y las bajas pasiones, y aunque trata en vano de separar el trabajo de su vida diaria, al final siempre trasluce un amor desmedido por su función social de policía.

Es en estas contradicciones donde el personaje destaca por su construcción esmerada y cariñosa por parte del autor, ya que Montalbano es un hombre fuerte pero de una edad en la que empiezan a flojearle las fuerzas y las tuercas, y siempre le sale un lado tierno y vulnerable cuando menos se lo espera.
Desea la soledad y escapar del mundo, pero necesita sentirse querido, y cada vez lo vemos más irremediablemente unido a Livia, en el eterno debate entre compromiso y libertad por el que pasamos antes o después la mayoría de los hombres de mediana edad, y cada vez se da más cuenta de lo solo que está y lo poco que desea estarlo.
Su relación con Fazio, Galluzzo, o con el tremendo Cataré, subordinados en la divertida comisaría, parten desde un desdén altivo que progresivamente va desembocando en un respeto mutuo, ganado tras mil peripecias, volumen tras volumen, y ojo con Mimi Augello, su directo inferior, el subcomisario, aquí hay un conflicto larvado con mala solución, ya que trata de dominarlo pero Mimi es un gran policía, y si lo deja hacer, le quitará el puesto, pero si usa su brillantez resolviendo casos, despertará o bien las envidias o la admiración de los jefes políticos, y ya sea lo uno o lo otro, lo enviarán a un cambio de destino de comisaría que él no desea, Montalbano lo que realmente necesita es seguir en Vigata, haciendo básicamente lo que le da la gana…solo hasta que el siguiente caso lo obligue a volver a la vida real.

En definitiva, literatura gozosa, sencilla, que se lee tan rápido y tan agradablemente como Montalbano se come una enorme ración de salmonetes en su restaurante habitual.

Mención aparte a los secundarios de lujo que aparecen en cada libro, porque aunque los lectores de este autor lo que en realidad necesitamos es ver a Montalbano desarrollarse libro a libro, en cada historia se nos van dando pinceladas, cargadas de humor negro y de una aguda visión, detallada y afilada, de la Sicilia moderna, de sus enormes virtudes y de sus tremendos errores colectivos, de los que nos hace partícipe sin tapujos.

Es curioso que los sicilianos, pese a que en estas descripciones no salen del todo malparados, pero se llevan buenos palos, adoran a este personaje, tanto que la localidad donde se desarrolla la historia, Vigata, no existe, pero está basada en la localidad natal del autor, porto Empedocle, ¡y hace unos años se cambió el nombre a Porto Empedocle Vigata! Ver para creer. No me imagino (verbi grati) a Oviedo cambiándose de nombre a Oviedo Vetusta, en fin.
(Foto de porto Empedocle, fuente: Wikicommons).

En fin, lo recomiendo, pero son tantos los libros con este personaje, que os recomendaría 3 títulos para no perderos: 2 de los primeros y una historia que me cautivó.
Son “La forma del agua”, “El perro de terracota” y “ La paciencia de la araña”.

Como siempre, recomiendo (aunque esté en el ojo del huracán), la tienda de Amazon, podéis ver aquí un enlace con este autor y personaje, si lo descargáis al kindle de esta tienda en formato electrónico, es más barato.

Que os guste…

martes, 20 de agosto de 2013

En mi Kindle: Guerra Mundial Z: Una historia oral de la Guerra Zombi, de Max Brooks

Desde muy niño tengo la mala costumbre de soñar con muertos que se mueven, especialmente cuando se me va la mano con el picante en la cena, por lo que es una temática que, pasado el profundo pánico que me causaba en las noches de mi fría infancia, siempre me ha interesado y dado que pensar, no siempre para bien.

(Editorial Almuzara, 2.008)
Reseña aquí, de la propia editorial.












Debido a la pesadísima labor de promoción que la película del mismo nombre (creo que un rollazo infumable) nos ha infligido este verano, hice una labor somera de investigación que me llevó al autor del libro original, Max Brooks, nada menos que el hijo del director de cine Mel Brooks y la grandísima actriz Anne Bancroft.
Leí un par de entrevistas y otras tantas reseñas, y me resultó grato que el formato del guión de la película no tuviese en absoluto nada que ver con este libro.
(Foto Creative Commons, Wikipedia).



Afortunadamente, el libro no tiene nada que ver con el efectismo de Hollywood, y se desenvuelve más como relato histórico, realista y desolador, de casi el fin de la especie humana, que como novela de terror al uso.
Y es que una vez que empecé a leerlo, ya nada me pudo parar hasta su desenlace: no es una novela típica, es una etnografía, y eso, como antropólogo que académicamente soy, me encantó, pues, efectivamente, usa la técnica etnográfica para ponernos en situación de lo que resultó la Guerra Mundial Zombi, a través de una entrevistas desgarradoras, siempre aterradoras, que no terroríficas, y un uso de la 1ª persona nulo: siempre usa el testimonio ajeno para reconstruir, con unas pocas pinceladas, todo el horror de los acontecimientos, sin que en ningún momento el narrador tome voz u opinión. Perfecto y arriesgado, le sale redondo.

A través de este recurso, ordena cronológicamente la guerra, desde las 1as escaramuzas, pasando por los momentos del Gran Pánico, en los que cada página leída te causaba una taquicardia (estuve 2 noches casi sin dormir en esta parte). Afortunadamente, la raza humana no se extingue (falta poco), y todo se va reorganizando, y finalmente (no del todo) controlando, lo que hace que vuelvas aparentemente a la normalidad, y a volver a dormir...

El gran problema a poco que seas un buen observador de la realidad cotidiana, es que el autor es no solo un buen narrador, también es un fenomenal comentarista de la actualidad, y esa actualidad es el sustrato en el que aparecen los zombis, como metáfora de muchas cosas, como retrato directo del fin de la postmodernidad y comienzo del fin de nuestra era, y esto sí que da miedo de verdad, porque lo que me causó pánico (y me causa) de verdad es el trasfondo de descontrol absoluto que existiría en una situación como la que se describe en el libro, que en este caso son zombis, pero podríamos llamarla (de hecho él la llama) epidemia. llamémoslo la gran transgresión, puede que una nueva enfermedad, un cambio climático masivo, un asteroide, o simplemente otra nueva Gran Guerra causada en algún país de los que en el libro se citan.

Nos da la impresión de vivir por completo seguros, parece que nunca habíamos alcanzado como especie una estabilidad mayor, y lo que cuenta Max Brooks es la realidad que coexiste tras esa euforia en la que nos despertamos cada día, el doble significado de estar globalizados, de vivir a un máximo de 24 horas de viaje en avión de cualquier parte del Mundo, la terrible soledad en la que vivimos enlazados a miles de kilómetros con cualquier desconocido mediante un click en el ratón, pero aislados de nuestros propios vecinos y familiares, no digamos de nuestros compatriotas: no hay una base social, ni política, ni tecnológica real que nos pueda proteger de un ataque, real o ficticio, a escala planetaria, y esto sí te deja hecho unos zorros, y esto es lo que (con la excusa de los zombis, que también dan miedo, pero a los que con una pala del Leroy merlin puedes combatir) realmente es tan desasosegante en estas páginas, la sensación de que alguien, en este caso el autor de este gran fresco de nuestro siglo, se ha dado cuenta de la vulnerabilidad extrema en la que vivimos, sin materias primas aseguradas en países que lo importan todo del exterior, sociedades vacías de personas que sepan ya vivir autosuficientemente o tengan fuerza física y emocional para sobrevivir a un asedio mantenido en el tiempo, y con unos dirigentes sin capacidad política ni ética para pedir sacrificios a la población. Un espanto, que está ahí esperándonos, espero que no haga falta tomar lecciones de lo que nos apunta Max Brooks, porque al final, lo único que nos salva en el relato es la capacidad para deshumanizarnos, volver al hombre del Paleolítico, y resucitar como especie, desde nuestros comienzos. Lhasa, Cuba, Chiloé, Hawaii, Ciudad del Cabo, como símbolos de los últimos refugios, Nueva York, Kiev, todos los océanos, la cultura occidental al completo, como advertencia de lo que perderíamos para siempre.

Aterra, y mucho, y os lo recomiendo, también os advierto: si tenéis hijos, o si vivís felices, leedlo con una luz encendida, o no dormiréis en una temporada, la felicidad se termina con unos golpes rítmicos en la ventana y un gemido. O compraos un perro con buen olfato. O empezad a invertir en pesos cubanos. ¡Y no se os ocurra iros de vacaciones a Islandia!!!

Da miedo.

Podéis y debéis comprarlo aquí.

Un precio ridículo para lo mal (en este caso mal es bien) que os lo vais a pasar, y la de horas que os va a hacer pensar.

sábado, 30 de junio de 2012

En mi Kindle: Señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias


Ya conocía la inmensa obra del nóbel Miguel Ángel Asturias por el libro “Hombres de maíz”, que leí por causalidad al encontrármelo en la cabecera de la cama de un hotel de Lugo (cosas de la vida), y cuando cayó en mi kindle “Señor Presidente” no sabía muy bien lo que me iba a encontrar, pero intuía que iba a ser algo bueno.

¡Y lo era!

Como en “Hombres de maíz”, la acción transcurre tortuosa, pero intensa, y las  primeras páginas son todo un manual de cómo impactar al lector. Los personajes que presenta, variopintos por ser de las capas más lúgubres de la sociedad indígena guatemalteca de los años 20 del pasado siglo forman una red de sufrimiento y dolor que ya no nos abandona hasta el final del libro, y que nos indica bien a las claras que no hay ni perspectiva vital ni esperanza para ninguno de ellos, no nos engaña Miguel Ángel Asturias con falsas promesas de final feliz o almibarado. Claramente nos cuenta la vida misma, en sus condiciones más crudas, y aquí no hay posibilidad para la redención, o para la escapada, no es una novela de redención o de transformación: es una pedrada en la cabeza que te deja pensando durante muchos días y que ya nunca olvidas.

Si además nos situamos en la Centroamérica más profunda (recordemos que Miguel Ángel Asturias, además de escritor, fue diplomático de Guatemala, y está claro que conocía a la perfección a la sociedad de su país), y que narra la peor época para su población, bajo el yugo del dictador estrada Cabrera, veremos que los personajes son rehenes de su condición social, de su raza indígena, de su pobreza, de su propio país.
Van sin rumbo porque carecen de libertad, de iniciativa, nacen esclavos de un destino truncado, y mueren a causa de los demás, sin poder demostrar nada, ni bueno ni malo, que no tenga relación con los designios del dictador, que se extienden a todas las fases de la vida, y en cada hora del día.

Porque lo más importante, y lo que más nos hace sufrir leyendo esta obra tan hermosa como terrible, es que la historia que nos cuenta es una historia universal, y de plena actualidad: la impunidad absoluta de la clase dirigente sobre la población obrera, la imposición del terror mediante el brazo ejecutor de la policía, del ejército, de una iglesia corrupta y tenebrosa y de una clase terrateniente que aún practica la esclavitud, el genocidio y la violación de todo derecho humano, escondido bajo una delgada capa de supuesta alta clase social, educación, y exquisitez que no puede verse sino como una gran hipocresía y una verdadera falta de la más mínima decencia y humanidad.

Como gran fresco histórico, es toda una cátedra de historia contemporánea, y una lección de humanismo, en su descripción de las durísimas condiciones en las que se desenvuelve la vida cuando hay una dictadura.
Me recordaron algunos personajes a las pinturas negras de Goya, terribles, pero reales, no son ensueños, o pesadillas de las que uno despierta, esto es aterradoramente verídico.










Pero es que el estilo, el lenguaje, la métrica de la narrativa en este libro, son apasionadamente libres, te desarbolan con su lenguaje, con los quiebros estilísticos, oníricos entre tanta tristeza. Si un poema es a una canción, esta obra es una sinfonía: sube, baja, te lleva con el sonido y la cadencia de sus palabras, exquisitas, exactas, nuevas, en su mezcla del castellano y los dialectos mayas.
Después de leer unas páginas, a uno le da vergüenza intentar juntar 2 palabras, porque jamás lo harás como lo hace Miguel Ángel Asturias, que atropella la narración, o la para en seco con el simple uso del lenguaje, pocas veces se puede ver un tono tan exuberante, ni unos rendimientos tan altos de nuestra lengua castellana, es absolutamente maravilloso cómo escribía este hombre.











El personaje que da nombre al libro, el presidente, es todo un compendio de la mordacidad de los “big men” latinoamericanos: excesivo, populista, terrorífico en lo privado y con una red pública tan amplia de gente a su servicio que puede decir sin miedo a equivocarse que el estado es él, y por tanto le pertenece.
Poco sabemos de su vida, pero todos sus vicios se ven claramente en los vicios de sus subalternos, que no son más que órganos al servicio de su degenerado cerebro.
Traidores, arribistas, psicópatas, militares corruptos, y malvados sin más descripción medran en esta sociedad, en un torbellino de suciedad, injusticia, muerte y falta de inteligencia que te desarma pero te convence: no hay posibilidad ninguna de cambio, la élite se autoperpetúa, devora a todo el que se atreva a buscar la inteligencia, la decencia o simplemente el perdón, y no hay lugar para la disidencia: se vive o se muere a la sombra del cacique. Se niega la ciencia, el conocimiento, el sentido común: si el presidente dice que el Sol sale por el Oeste, ha de salir por el oeste, y quien diga lo contrario será ejecutado. (Fuente de la foto: Noticias Guatemala).

El antagonista del presidente, y de todos quienes le sirven, el general Eusebio Canales, simboliza el hastío de quien busca una sociedad sino perfecta, sí que, al menos, más justa, más lógica, menos tenebrosa, y cuando sale al exilio, cree que volverá, que se ha ido por la mala casualidad, que hará justicia en el camino, pero poco a poco se da cuenta que la lucha es un camino sin retorno, que lo sepultará poco a poco en la selva, en la montaña, en el olvido, sin remedio.

Finalmente, una breve reseña para la hija del coronel, Camila, cuya inocencia provoca toda la acción, y cuya vida y su casi muerte provocan las única bocanadas de aire puro en el relato, aunque vengan del amor de un traidor y de un asesino, Miguel Cara de Ángel.
Puede intuírse que quizás la vida que sale de su vientre simbolice un futuro en paz, pero otras criaturas durante el relato sufren una suerte muy distinta, yo me quedo con el bebé al que separan de su madre, que se muere de hambre, y que cuando consigue volver al pecho de la madre, ya no hay posibilidad ninguna para él, cubierto de veneno, ni la más pura, la más básica, la más inocente de las relaciones humanas, la de una madre y su recién nacido, se respetan: el bebé muere, la madre se vende a una casa de citas. Fin de la historia.
No tan crudamente, pero la historia se repite para Camila, asimilada a su clase, pero ni disfruta el amor, ni la libertad, ni el hijo: todo está premeditadamente perdido de antemano, no hay redención, todo termina, más tarde o más temprano, en la cárcel, en la disentería, en la diarrea, en el pico del zopilote.

Miguel Ángel Asturias, en fin, teje una madeja de realidad, no hay ficción, solo humanidad, la humanidad más negra y descarnada que podamos imaginar, aunque no haga falta mucha imaginación: cada día más frecuentemente, cada día más cerca de nosotros, la injusticia, el horror y el sinsentido se imponen.







Hay que leer “Señor Presidente” para entender la Latinoamérica del siglo pasado.
Hay que leer “Señor Presidente” para entender en qué se podría transformar la Europa del futuro.
Del futuro más inmediato, me temo.

Os lo recomiendo.

¡Ah! Una reflexión: El 70% de la tierra fértil en Guatemala sigue en poder del 0,15% de la población. 
A buen entendedor...

sábado, 16 de junio de 2012

En mi Kindle: A Sangre Fría, de Truman Capote


Bueno, inauguro esta sección en la que iré detallando las lecturas que más haya disfrutado en mi kindle.
No era yo hombre de mucha narrativa (mejor el ensayo), pero desde que tengo el kindle, el cual recomiendo (se compra aquí, en amazon, este modelo es el mío), mi vida ha cambiado. Se puede llevar a todas partes, y casi deseo hacer cola en los sitios para poder enchufarme unos minutos a la lectura.
Los libros clásicos se pueden descargar gratis de la propia web de amazon, y con los que ya tengo en mi dispositivo he calculado que tengo lectura (a 1 / semana) hasta la jubilación (no es broma).


Empiezo con “A sangre fría”, ( In cold blood), de Truman Capote.



Desconocía casi todo de Capote, salvo los chascarrillos habituales sobre su homosexualidad, su drogadicción, y sus ínfulas de genio de lengua viperina, y por supuesto, el ser el autor de “Desayuno en Tiffanny’s”, que se transformó después en la preciosa película “Desayuno con diamantes”, de Blake Edwards.









Así que cuando empecé a leer, por pura curiosidad, “A sangre fría”, no pasaron ni 5 minutos cuando ya estaba sonriendo y pronunciando mi célebre “fuuuuaaaaa”, que reservo para las cosas que de verdad me impresionan.
Unos personajes totalmente antagónicos, que desde la página 1 sabes que llevan rumbo de colisión, diseccionados con un estilo forense por el autor, desmenuzados, vistos desde muy alto, con una total objetividad, pero con una puesta en escena tan magistral que esa frialdad se transforma inmediatamente en la desagradable sensación de tener un conocimiento intuitivo del tremendismo con el que todo se va a desarrollar, sin que nadie, ni el lector ni el autor puedan hacer nada por evitar la acción posterior.
Un libro en cámara lenta, en el que las páginas caen una tras otra como si vieras 2 trenes acercarse a toda velocidad, desde muy lejos, y sin poder apartar la vista, y nada pudieras hacer para advertir a los maquinistas.
Personajes magistralmente presentados, el agua y el aceite, la familia Clutter, modélica, es descrita sin ningún tipo de animadversión por el autor, que podría haber caído en la parodia, dada la ferviente práctica religiosa de todos sus componentes y su puritanismo.
Muy al contrario, está claro que Capote siente un profundo respeto por las buenas maneras de la familia, las considera buena gente, y no tiene ni una sola línea de mofa hacia un modelo clásico de la familia campesina americana, que tanto se ha prodigado en la novela y el cine americanos, pero que el autor, en esta ocasión, borda en su elaboración psicológica, sintiéndote como si te sentases a la mesa con el padre de familia, trabajador, hombre hecho a sí mismo, abnegado, y buena persona en el sentido primordial del término.
Desde la comprensión trata a la madre de familia, símbolo del ama de casa delicada y deprimida en su rol de ama de casa, un fantasma que deambula por el hogar.
El tratamiento que otorga a los hijos es cariñoso, delicado, casi diríamos que a pesar de la brutalidad del relato, quiere conservar su inocencia hasta el final, y cada vez que se habla de la hija adolescente, de su mascota, o de los amigos de la infancia, se habla en realidad de la inocencia del sueño americano, de la perplejidad de la vida real, adulta y sucia, ante la que no caben las ilusiones de juventud.
Si solamente nos quedásemos en estos personajes, ya valdría la pena, porque Truman Capote hace un magistral relato etnografico de la sociedad estadounidense de los años 50 del siglo XX, y ya solo por esta magnífica descripción ya sería para conservar para siempre la novela, como un fresco fidedigno y veraz de cómo era el día a día en aquella época…
…pero el lector sabe, desde el principio, que hay 2 tipos muy, muy peligrosos que se acercan a los Clutter sin remedio, y este acercamiento se produce lenta pero inexorablemente, y esta tensión la maneja tan bien Capote que pocas veces se suda tanto leyendo una novela como en esta ocasión: sabes que se encontrarán todos los personajes, y percibes que el encuentro va a ser terrible, pero el narrador, frío, impertérrito, te va a llevar al momento del clímax a su manera, y no a la tuya, y a pesar del desesperante y lento ritmo con el que transcurre el tiempo, sabes que el momento llegará, tarde o temprano.
Y es que este acercamiento, tortuoso, a veces surrealista, lo aprovecha el autor para poner delante de tu vista a Dick y a Perry, 2 seres a los que va desnudando poco a poco, hasta que los conoces tan bien, que ya sabes lo que va a pasar, y, sobre todo, sabes por qué lo hacen, aunque sepas que lo que han hecho no tiene sentido.
Porque pocas veces vemos una descripción tan pormenorizada de la mente criminal, de sus resortes psicóticos, sus locuras, sus frustraciones, y en ningún caso tratando de que te den pena, o de justificar su maldad. En absoluto: Capote te deja a solas con 2 monstruos, y en ningún momento deja que te relajes, o que dejes de tenerles miedo: son 2 monstruos, te explica por qué lo son y que no tienen remedio, te deja lleno de hilvanes que forman un tejido crudo y doloroso, en ningún momento suaviza sus acciones, sus vicios, su estupidez: son así, y así se comportan, y la descripción es tan magistral como terrorífica, no deja ninguna duda, ninguna conjetura, todo está ahí, y no hay alivio posible, ni salvación, ni trucos, y aunque los esperas hasta el final, Truman Capote muestra sus manos desnudas, y no hay ningún as bajo la manga, solo (casi nada), la cruda realidad del american way of life destrozado por la tozuda acción de la vida criminal más desquiciada.
Una vez sucede lo inevitable, el proceso policial, judicial y penitenciario no desmerece en absoluto a la 1ª parte de la novela, pues de nuevo una descripción nítida, fría pero a la vez colorista del pueblo americano y sus instituciones, a través de sus propios personajes, en 3ª persona, pero también adentrándose en sus mentes, consigue que conozcas los entresijos, las zonas oscuras, y la propia fragilidad de cada uno de sus eslabones, con un brutal realismo del que nadie sale indemne, salvo el propio autor, que pese a su sinceridad, talmente parece que solo abre puertas para que entres, pases, y juzgues tú mismo. Muy inteligente, y tan desasosegante, que la novela no pierde un ápice de tensión en ningún momento.
En fin, a pesar de la amplitud del relato, se devora cada página del libro, y decir que me encantó la novela es quedarse muy corto.
Dije que no hay truco en el desenlace de la novela. Pero sí lo hay, y no es un truco, es una doble pirueta mortal, y sin red.
Porque no se trata de una novela, o de una invención: ¡es la descripción, fidedigna, detallista, y genial, de un hecho absolutamente real!
Y entonces es cuando de verdad admiras la novela, porque pasa de ser eso (una novela), a ser un relato antropológico, historia pura, un pasaje a la realidad, y en el fondo un trayecto por el mejor periodismo que hayas leído jamás.
Tanto es así que la búsqueda de datos por parte de Capote y de su ayudante, nada menos que la también excelente escritora y premio Pulitzer Harper Lee (“Matar a un ruiseñor”), es todo un relato por sí mismo, relato que se ha reflejado en las muy premiadas y oscarizadas películas “Capote” e “Infamous”, en las que se narra las increíbles peripecias que sucedieron mientras el autor y su ayudante entrevistaban a los habitantes del pueblo donde sucede la acción y, literalmente, rebuscaban palmo a palmo todos los detalles de la historia real.

















Insuperable.