
Hicimos una parada indispensable a la vuelta a Asturias para parar apenas unas horas en el parque nacional de Monfragüe. La primera parada, en el Salto del Gitano, no pudo ser más espectacular.
En este estrechamiento del río Tajo se da una densidad de aves tremenda.
Sin duda las más espectaculares son los
buitres leonados (Gyps fulvus), que aparecían casi por cualquier parte. A corta distancia, como gigantescas gárgolas sobre las rocas de la carretera...
...o a lo lejos, sobre los riscos, en masas de decenas de ejemplares.

En el bosque mediterráneo que cubre las laderas, más buitres...

...en esta ocasión con algún ejemplar de
buitre negro (Aegypius monachus).

A lo largo de las cornisas del Tajo...

...un buen dormidero de
garzas reales (Ardea cinerea).
Y justo debajo de nuestro observatorio, paseriformes tan interesantes como el
roquero solitario (Monticola solitarius)...

...o el
picogordo (Coccothraustes coccothraustes).
Todavía impactados por tantas cosas interesantes en breves minutos de observación, decidimos hacer una pequeña excursión hasta el castillos y la ermita de Monfragüe, para ver el conjunto desde las alturas.
La ruta nos permitió ver la gran biodiversidad del bosque mediterráneo, con muchas especies diferentes. Arces, serbales, fresnos...
...y las dominantes
encinas mediterráneas (Quercus rotundifolia), que cubrían mayoritariamente las pendientes.
Pequeñas charcas que en época de cría deben estar llenas de renacuajos, y en verano de posadero para paseriformes sedientas.
Ya en la cima, un panorama espectacular.

A pesar del gentío...
Las vistas lo compensaban con creces.
Bajamos a prisa con ganas de más tiempo en el Castillo, pero nos esperaba un largo viaje de vuelta al hogar.
Las venenosísimas
cebollas albarranas (Drimias maritima) casi en todas partes, por desgracia sin su bonita floración todavía.
La diversidad de vegetación nos la recordaban los carteles del párking.

Un bocata rápido y vuelta a casa. Un broche final estupendo para un viaje inolvidable.