Bueno, antes de nada, si tengo mal clasificada alguna planta, me avisáis, queda muy feo dejar una entrada con datos falsos, y así aprendemos todos.
Pues nada, estábamos en
Frexulfe, que tiene unas dunas interesantes, en las que crecen varias maravillas, entre ellas la muy fotogénica
lechetrezna de las dunas (Euphorbia paralias).
También típica de nuestras dunas, la
cola de liebre (Lagurus ovatus), siempre tan simpática.
Tampoco podía faltar la
colleja (Silene vulgaris).

Una vez subidos al pinar, monocultivo de
pino marítimo (Pinus pinaster). No me gustan nada los pinos (en Asturias), así que le niego mi objetividad, y lo saco feo, que se fastidie.
Cuando está
entre las 100 especies invasoras más peligrosas del planeta, por algo será, digo yo...
Pero aún hay esperanza. Contra las idioteces de quienes opinan que si no hubiese pinos, en la costa asturiana no crecerían otros árboles, un
roble (Quercus sp.), libra una dura batalla por salir entre los pinos. Si no llega el fuego, que favorece a los pinos, o la motosierra, en lo que tarde mi hijo en jubilarse, esto debería ser un robledal, pero el ser humano no suele dejar a la naturaleza imponerse a su estupidez, crucemos los dedos por el roble.
Mientras tanto, pocas especies salen en el sotobosque del pinar, entre ellas la humilde
zarzamora (Rubus sp.).

Al salir del bosque, matorrales, ya respiro mejor, empieza la biodiversidad, también la biodiversión.
Si no me equivoco, la
madreselva de los bosques (Lonicera peryclimenum peryclimenum).

Una gozada de trepadora con unas flores muy variables en color pero con una forma única y reconocible.
Si no me equivoco, esas últimas 2 hojas, no fusionadas, la delatan a nivel de género, y en Asturias, incluso como subespecie, pero eso se lo dejo a los que saben algo de esto (yo no).
Las flores son guapas incluso antes de abrirse.
Otra archiconocida, la
malva (Malva moschata) asomaba al borde del sendero.
Otro arbusto conocido y letal, la
dulcamara (Solanum dulcamara), ya va sacando frutos por estas fechas, hace un mes aún conservaba flores.
Y por fin entramos en la zona de praos de diente, mis favoritos, todo un estallido de color, y este sí que es un paisaje guapo y productivo.
Entre la hierba y las espigas, no faltan los tréboles, como el
trébol rojo (Trifolium pratense), un alimento excelente para el ganado.
Olorosa y dulzona, la
milenrama (Achillea millefolium).
O la
centaurea, o garbanzón
(Centaurea nigra).
Otra belleza destacada, los
paxarinos (Linaria trionithophora).
Ahora nos inclinamos ante la para mí, reina de la belleza, la
aguileña (Aquilegia vulgaris). De vulgar, poco.
Seguimos el camino, muy al borde del mar, en terrenos más fracturados, más ralos, con otro tipo de plantas, igual de interesantes. Como la
carrasquilla azul (Glandora prostrata), una rastrera preciosa.
Otra que tapiza de color el camino, un
jasión. Podría ser una (Jasione montana), pero
tras el consejo del mucho más experto César Fernández, que cree que hay base para que también fuese la especie laevis, opto por dejarlo en
(Jasione sp.).

No faltan los brezos. Tentativamente, meto a este en la especie
(Erica mackaiana).
Y con algún reparo, a este otro en
(Erica vagans).
Ya muy cerca del final, el terreno empieza a bajar de cota, y se forman en las fallas del terreno pequeños torrentes temporales, hiperhúmedos, en los que aparecen plantas acostumbradas a terrenos encharcados, como la
matacaballos (Lobelia urens). Menudo nombre para una flor tan delicada.
Y esta planta, ¿podría ser
salicaria (Lythrum salicaria)? No sé, no sé...

Y caminando caminando, llegamos a nuestro destino, la
playa del Fabal. Mucho gusto de conocerla, y vuelta para casa, sabiendo algunas cosas más, y habiendo disfrutado de un paisaje precioso.
Lo dicho: si metí la pata, lo decís, es la única manera inteligente de aprender, de la sabiduría de los demás, y huyendo de la torpeza propia.