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domingo, 10 de febrero de 2019

Gavión hiperbóreo (y poca cosa más) de escapada por la costa gallega

Me acerqué en época de los reyes magos a la costa gallega buscando aves de invernada, y poco encontré salvo este ejemplar de 1er invierno de gavión hiperbóreo (Larus hyperboreus).







Por desgracia, en la Mariña también está siendo un invierno pobre en avistamientos interesantes. Y suerte tuve porque entre las miles de gaviotas que volaban por la piscifactoría de Lago, tuve un buen rato de frente a este pequeño (relativamente) ejemplar de hiperbóreo.






A su lado, una gaviota reidora (Chroicocephalus ridibundus) anillada en Griend, Holanda, es EJ2L, es un 1er invierno y esta es su primera observación fuera de su lugar de nacimiento.







El espectáculo de la pisci de Lago, como siempre, es entre surrealista y un poco delirante, gaviotas por todas partes, pero pocas interesantes, además un fuerte nordés imposibilitó poder fijarse bien en las gaviotas más lejanas.








Antes me había pasado por las playas de San Cibrao, como siempre, una buena cantidad de gaviones atlánticos (Larus marinus), de todas las edades.








Pero poco más, es un lugar muy querencioso para gaviotas blancas y rarezas, en esta ocasión, un montón de gaviotas reidoras (Chroicocephalus ridibundus) daban el único espectáculo, acompañadas de 4 ostreros euroasiáticos (Haematopus ostralegus).


Pasé por O Vicedo, que siempre me trae buenos recuerdos de mis queridos amigos Pili y Ricardo, que me descubrieron este lugar.
La playa de Vidrieiros, espectacular como siempre.



Aquí, más de lo mismo, poca cosa, únicamente un lejano zampullín cuellinegro (Podiceps nigricollis).










Con O Vicedo al fondo, pasé el telescopio por un montón de gaviotas, pero lo mismo, pocas cosas de interés.









Entre las abundantes gaviotas patiamarillas (Larus michahellis), este ejemplar que a primera vista y no mirando su cabeza me pareció superficialmente una argentea por el diseño tan clarito, pero al abrir foco y ver su enorme tamaño, solo podía ser un inmenso gavión atlántico de 1er invierno, o, remotamente, un híbrido de los 2 anteriores.





Curioso, negativamente también, la ausencia casi total de limícolas invernantes, aquí los único que vi fue a un hiperactivo andarríos chico (Actitis hypoleucos).









Llegué a O Vicedo costeando por Viveiro (vacío, un erial), celeiro (daba pena). Después me fui hacia la ría de Ortigueira, buscando el aviso de negrones especulados en la playa de Fornos. Como sospechaba, no hubo manera de encontrarlos, aunque no conocía la playa y me pareció simplemente preciosa.


Lo que sí vi fue el cadáver varado y en mal estado de una (creo) foca común (Phoca vitulina). Sospecho que por desgracia la cuerda que aparece en la foto algo tuvo que ver.






Como última posibilidad, me acerqué a Cariño, que siempre nos dio enormes alegrías en forma de aves raras, y bancos abundantes de gaviotas interesantes, pero esta vez, ni por estas, estaba casi vacía, si exceptuamos los simpáticos ostreros habituales en sus playas.





Fue un viaje relámpago en solitario que siempre es agradable para cambiar de vistas, pero tantos kilómetros para tan poca cosa, en esta ocasión, fueron algo decepcionantes, no para este simpático gorrión común (Passer domesticus), que se comió medio bocata aprovechándose de mi melancolía...










lunes, 26 de febrero de 2018

Territorios de poder en Galicia

Ya visteis que no pudimos encontrar gran cosa en cuanto a aves, pero en cuanto a paisajes, fue algo inolvidable, con unas condiciones meteorológicas óptimas para comprender lo que son estas fronteras entre montañas, rías, Cantábrico y Atlántico. Una brutalidad para los que nos gustan los paisajes salvajes. Desde Espasante, en la playa de San Antonio, ya nos empezó a azotar el viento Norte.

Y no paró en todo el viaje. Veíamos la nieve desde la playa, y las olas rondaban los 4 metros. En la protegida Ría de Ladrido el paisaje se amansaba.

Una podría estar sentado horas viendo cómo cambia la marea desde Ladrido, es mágico este rincón.

Al otro lado de la Ría, en el embarcadero de Sismundi, una gama infinita de azules, verdes y grises.
En Cariño nos pilló la lluvia pero pudimos aprovechar la visita a los ostreros para retratar la playa y el puerto.

Rebasada esta última playa antes de subir y subir las callejuelas del pueblo en dirección al cabo Ortegal.









Llegados al gran faro, uno se hace enseguida a la idea de porqué se necesita un faro tan descomunal.

















Y es que la costa Ártabra comienza aquí de la manera más descarnada, con unos acantilados ciclópeos que se estiran hacia arriba y hacia Poniente, desafiando la verticalidad, y rozando las nubes bajas.


La caída ya es de infarto en el propio faro.


















Los islotes de Os Aguillons, el Trileuco de ptolomeo,  son el último lugar donde ha criado el arao ibérico, un triste fantasma que aguantó en el lugar más inhóspito, pero ni siquiera esto fue
suficiente.














Desde aquí ya el alucine fue en aumento, subiendo con el coche a la Sierra de la Capelada, muy por encima del cabo Ortegal, en un cuchillo de roca que está formado por algunos de los materiales más antiguos de España, hasta 1.100 millones de años. La vista desde allí arriba hacia Cariño y toda la ría de Ortigueira parecía irreal, y más propia de un avión.

Pero no, propiamente estábamos en una montaña, y aparcando frente al feo pero supongo que de alguna retorcida manera necesario campo de aerogeneradores, fuimos caminando hasta lo más alto, la Garita Cimera, a más de 600 metros de altura, con su vértice geodésico.










Llegar arriba es todo un regalo para la vista y para el corazón.


Hacia el oeste, los acantilados más altos de Europa continental, con unas caídas de vértigo. Tuvimos la suerte de que las nubes cargadas de humedad del Atlántico tuviesen que remontar esta pared y rompían delante nuestro, nos sentimos muy especiales, allí solos frente a tanta belleza y poesía.


Con mucha pena bajamos de allí en dirección a San Andrés de Teixido. Como en otros centros de peregrinación en los que he estado, se puede llegar a abstraer del impacto del turismo y las importantes dosis de posmodernidad que nos encontramos y pensar en el gran poder que emana de este paisaje, y cómo se canalizó hacia esta localidad desde hace milenios. Una tierra así tiene algo diferente, y se siente conscientemente.












domingo, 25 de febrero de 2018

Increíble pero cierto: poco bicherío en nuestra escapada a Galicia.

Nos fuimos el chaval y yo a la fantástica costa norte de Galicia, 500 kilómetros de una tirada. Encontramos unos paisajes que no olvidaremos, enmedio de un temporal de los de película. Pero, y todavía no me lo explico, prácticamente no vimos aves interesantes: ni patos buceadores, ni gaviotas blancas ni americanas, ni colimbos ni álcidos...sencillamente nos faltó la suerte.




Lo más guapo que vimos fue el grupo habitual y cercano de ostreros (Haematopus ostralegus) por Cariño. Estos nunca fallan.











Adultos y juveniles como este ejemplar.














Un placer siempre volver a Cariño y encontrárnoslos.














A diferencia de otros años, ninguna rareza más en Cariño, muchas gaviotas sombrías y patiamarillas, y alguna con aspecto de argentea (Larus argentatus).










Alguna gaviota cabecinegra (Larus melanocephalus).












Y una gaviota cana (Larus canus) adulta.














Por San Cibrao, lugar mítico para los gavioteros, mucho menos de lo esperado, con una posible aunque lejana y breve como para poder verificar gaviota cáspica (Larus cachinnans).








También las malencaradas gaviotas argenteas.











Y un montonín de gaviones atlánticos (Larus marinus), tanto adultos...











...como subadultos, aunque a este le faltan sólo meses.














Una enorme gaviotada, pero con poca miga.












Por O Vicedo, algún zampullín cuellinegro (Podiceps nigricollis)...












...vigilado por el gavión atlántico más feo que recuerde...













Era mucho más guapo este otro posible 2º invierno de Celeiro.














En Viveiro, decepción total, poca variedad y poca cantidad, de limícolas flojísimo, con algún zarapito real (Numenius arquata)...










...archibebes claros (Tringa nebularia)...













...y las consabidas garzas reales (Ardea cinerea).











Y poco más. Menos mal que compensó la casual falta de aves la bestialidad de paisajes que encontramos, azotados por el paso de un frente atlántico. Eso en la próxima entrada.

viernes, 24 de marzo de 2017

Escapada a Galicia: Gaviota de Bonaparte y ostreros en Cariño.

Después de unas paradas muy decepcionantes en Viveiro y O Vicedo, nos resarcimos en cuanto bajamos a la playa de Cariño, allí, al poco rato, pude enseñarles a los maveos a Phil, la gaviota de Bonaparte (Chroicocephalus philadelphia) que lleva varios años invernando en Cariño.









Para algunos de los presentes era su primera Bonaparte, y estuvimos tan tranquilos al lado de este ejemplar que dio tiempo de sobra para explicarles las sutiles pero grandes diferencias que la separaban de otras gaviotas reidoras que la rodeaban.










Felicitar a los amigos por saber medir perfectamente la distancia de seguridad, lo que nos permitió no sólo estar un buen rato gozando de esta pequeña gaviota. También pudimos retirarnos al otro extremo de la playa a observar a los ostreros sin levantar ni alterar a ninguna de las gaviotas, y eso no es fácil si no hay una cultura muy clara de respetar la tranquilidad del ave.










De nuevo un acercamiento discreto y lento nos facilitó la tarea de acercarnos lo suficiente al grupo de ostreros (Haematopus ostralegus).








Magníficas aves, que nos dieron todo un recital de idioma ostrero, se comunicaban entre ellas en todo momento, y hubo incluso alguna trifulca entre ellos.











Son otras aves habituales de esta localidad, donde las he visto más cerca y con mejor luz que en ningún otro sitio que conozca.










Estaban también en la playa los correlimos tridáctilos (Calidris alba), recorriendo activamente cada grano de arena en busca de su sustento.











Puede que nos nublase el raciocinio estar rodeados de tan notables bichos, pero la triste realidad es que estaba flojo en relación a  otras visitas, sin apenas gaviotas, sin colimbos, alcas o negrones en la lámina de agua, y en concordancia con el invierno tan pobre en el Cantábrico, poco movimiento de aves marinas pudimos ver.


En los prados alrededor, algunos ejemplares de bisbitas pratenses que se largaron sin foto, y un buen bando de pardillos comunes (Carduelis cannabina).





Y finalizamos con unos estorninos negros (Sturnus unicolor), pastando despistados.