

La ruta, una vez en la collada, era muy sencilla, y el sendero muy marcado.

Los castaños (Castanea sativa) centenarios imponían sus siluetas y su enormidad ya a lo lejos.
De cerca todavía era mayor la impresión, y eso que estaban sin hijas, en primavera debe ser un espectáculo ver esas inmensas copas.

Caminamos un par de kilómetros por un bosquecillo mixto que nos dejó, además de por los castaños centenarios, un buen inicio a nuestras aventuras de los siguientes días.


La Luna nos acompañó hacia Guadalupe, buena compañera de viaje.