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domingo, 27 de octubre de 2019

Delta del Ebro: El Fangar.

Termino esta serie sobre el maravilloso Delta del Ebro con una especial excursión al Fangar.












Esta península, que se formó con los depósitos de arena y sedimentos del Ebro en su desembocadura, es una lengua de arena que se puede recorrer durante kilómetros, por un sendero pegado al mar. La sensación es extrañísima, ya que llega un momento en el que todo es arena.




El aislamiento, y la protección de la que disfruta este espacio natural, hacen que muchas aves críen aquí en unas condiciones fantásticas.











Así, vimos varios nidos de charrán común (Sterna hirundo).











También varias parejas de chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus).













Con sus nidífugos pollos.














Muchas menos que en otras zonas del delta, pero también algunas gaviotas de Audouin (Larus audouinii)












Aunque las verdaderas protagonistas son las gaviotas patiamarillas mediterráneas (Larus michahellis michahellis), que aquí llenan la playa por miles.










Ya leímos en Asturias un buen montón de anillas de estas patis del Delta, ahora me explicaba su abundancia.









A mitad de excursión ya vislumbrábamos el faro del Fangar.













Un icono del Fangar y del Delta del Ebro que al alcanzarlo significaban el fin de la ruta y el fin de nuestro viaje. Espero volver muy pronto.

domingo, 13 de octubre de 2019

Unas horas por tarragona ciudad.

Tenía muchas ganas de pasear por la ciudad de Tarragona, atraído por las reseñas de su espléndida catedral y sobre todo por mi gusto por las ciudades romanas, y, como capital de la Tarraconensis, estaba seguro que iba a encontrar mucho aquí, y así fue.
Aparcamos en la Rambla Nova, y acabamos frente al mirador del Mediterráneo.






Desde aquí hay una vista plena sobre la principal playa de la ciudad, la platja del Miracle.
Retrocediendo hacia el casco antiguo, bueno más bien antiquísimo, empezamos por visitar el Pretorio, un museo excelente donde conocer el trasfondo romano de la ciudad.

desde aquí se enlaza con los túneles que llevan al antiguo Circo Romano, una experiencia única todo este paseo.














Las vistas desde la azotea son espectaculares.













El siguiente destino, que ya aparece en la anterior panorámica, es la Catedral de Santa Tecla de Tarragona, una catedral muy interesante y sobre todo muy diferente, empezando por la portada, gótica, talmente parece francesa, del S XIII.








Las numerosas capillas y el cimborrio tienen un aspecto exterior que da una sensación muy diferente a la que traemos en su puerta principal, parece otro templo distinto, y es que el interior, aunque son solo 3 naves, es tan variado como deslumbrante.














El altísimo cimborrio, gótico, deja pasar la luz suficiente para crear una atmósfera de paz y espiritualidad, es una catedral que invita a pasearla largamente.






Los vitrales, de distintas épocas, pero fundamentalmente góticos, otra maravilla.














Me llamó sobremanera la atención el órgano, de un tamaño colosal, del S. XVI, desconozco sus sonidos pero debe ser una gloria a tenor de su aspecto.
El coro adjunto, una delicia.










El altar en la capilla mayor, qué se puede decir, una joya del gótico catalán, del S. XV.














Por detrás, hay un interesante deambulatorio que permite acceder a una mezcla abigarrada que enlaza elementos paleocristianos y romanos con sepulturas de las antiguas dinastías catalanas del primer gótico.


Y las capillas, aunque muy distintas en cuanto a estilo, son a cada cual más hermosa, pugnando el gótico con el renacentista, en otras el barroco y el neoclásico ya hacen aparición, esta catedral recorre practicamente un milenio de arte escultórico.














Por si fuera poco, el claustro que ya es del S. XIII está bellamente ajardinado, y las vistas del propio templo son de las mejores.








Ya fuera, y sobradamente perplejos por tanto arte e historia condensados en un solo edificio, terminamos nuestro periplo en el Anfiteatro Romano, otra maravilla, con museo precioso, y con los añadidos de un interesantísimo trabajo de restauración que permiten ver in situ las diferentes etapas de construcción, abandono y reconstrucción de los diferentes usos que tuvo este edificio.



En resumen, no nos defraudó Tarragona.

miércoles, 28 de agosto de 2019

Visitando tortosa

Quiso el destino que visitásemos Tortosa sin saber que estaban en plenas fiestas. Aunque nos encantaron las atracciones culturales y el engalanamiento de la ciudad, en estilo renacentista, entorpeció mucho nuestros movimientos, así que visitamos todo un poco "a la trágala".
Sin duda lo primero que nos llamó la atención, aparte de su excepcional casco antiguo, fue la catedral de Tortosa.




Enorme en relación al tamaño de Tortosa, en un estilo gótico precioso, aunque a simple vista todos los tramos de su interior son bastante uniformes, se tardaron más de 200 años en concluir las obras.














Tanto, que la fachada principal ya se hizo en el siglo XVIII, y se cambió el estilo al barroco. Desafortunadamente la pillamos en plenas obras.











Nos hicimos una idea mucho más clara de las dimensiones de la catedral desde el Castillo de la Zuda, excepcional mirador sobre toda la ciudad.








El castillo, que se ve casi desde toda la comarca, de origen árabe, acabó siendo un palacio real de la familia real aragonesa, y actualmente es un espléndido parador nacional.

















Tuvimos el placer de comer (de maravilla) en los mismos salones en los que seguramente comió el rey Jaime I, la verdad es que las chimeneas que se conservan, los olores de la cocina  y la sensación de amplitud son un gran recuerdo para la vista y para el paladar.










Lo que no nos gustó tanto fue el feo recuerdo de la batalla del Ebro, por desgracia a más honra de los vencedores, en forma de monumento. Aunque se ha tratado de reinterpretar como un homenaje a todos los participantes en la batalla del Ebro, cosa que sería lógica, dado el sufrimiento de ambos bandos, cuesta bastante creerlo, por la importancia simbólica que le dio Franco a este monumento en su día.





Volveremos a Tortosa y la visitaremos con un poco más de tranquilidad, mientras tanto solo decir que nos encantó, a pesar de las prisas.