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miércoles, 10 de octubre de 2018

Playas deliciosas: Quintana.

Esta gran playa del concejo de Valdés es una joya muy poco valorada.

Enorme y siempre semivacía, dispone de 2 estupendos aparcamientos casi siempre solitarios que conectan, mediante un paseo de escasos 5' con la playa.













Las fotos están sacadas en un día espléndido en pleno fin de semana de agosto, lo que da idea de lo guapa y salvaje que es esta playa. Desde el punto de llegada a la playa podemos escoger la panorámica anterior, al este, o esta otra, al oeste, las dos son magníficas.

















Tiene buena anchura por lo que incluso en mareas bastante altas hay playa, y además con marea baja, hay un pedrero intermareal lleno de vida y con un montón de charcos del tamaño de piscinas, para los niños.











Debajo de esta gran laja de roca de varios metros de alto hay una piscina natural de unos 50 metros cuadrados, a la sombra, que es sencillamente un lujo.



















Con los derrumbes del invierno de sus altos acantilados, nos damos cuenta de la erosión acelerada de esta última década "gracias" al cambio climático, y de lo que nos espera en toda la costa del mar Cantábrico.
















Hace una docena de años que frecuentamos esta maravilla, y cada año nos encontramos la arena más arriba, impactada contra la línea costera de invierno a invierno, y abriendo y después rellenando las cuevas que se forman de una manera dramática, cualquiera que quiera saber qué va a pasar en el futuro con la erosión del litoral debería echarle un vistazo a cómo era esta playa y cómo es ahora.

miércoles, 23 de julio de 2014

Virtualismo en la costa de Valdés con los amigos de MAVEA

Hace un par de semanas los amigos de MAVEA me dieron la oportunidad de mostrarles un paisaje único que yo había descubierto en la comarca de Cadavedo: la playa de Quintana y sus acantilados.

La playa de Quintana está al NO de Cadavedo, cercana al núcleo rural de Quintana, y se accede por un cómodo paseo de una 1/2 hora, que realizamos con los amigos del Grupu Andariegu La Corra.























Hace ya unos años, cansado de los agobios de las playas urbanas, de ruidos, olores a pies del vecino, y en general de salir más estresado que entraba de los arenales, empecé con la familia a buscar las últimas playas vírgenes de Asturias, y encontré unas cuantas.
Esta de Quintana era una de las mejores que encontré, y con el aliciente, y de ahí lo denomino virtualismo, que conociendo bien las mareas, y con la precaución de muchos años de montaña, se pueden hacer paseos kilométricos atravesando la rasa costera en mareas bajas, conociendo paisajes increíbles que solo existen durante unas pocas horas. Todo un deporte, porque hay que fijarse muy bien donde se pisa, se hace un gran esfuerzo físico recompensado con unas vistas que poca gente, o nadie, disfrutó antes.
Bien pertrechado de ropa cómoda, escarpinos y protección para el Sol, nos adentramos en la playa, magnífica con la marea baja, más de un kilómetro y medio de arena virgen absolutamente vacía.
Yo no llevaba cámara por precaución, no me apetecía remojarla, así que a partir de aquí, las fotos son del buen amigo César Álvarez Laó.

Dirigiendo a un buen grupo de entusiastas, les esperaba una buena pateada a los pobres, pero hubo bañito final en unas aguas espléndidas.










Tuvimos la suerte de contar con las explicaciones del amigo Jorge Valella, que nos explicó la geología de la zona, artífice del paisaje extraordinario que se forma en estos acantilados.








En este mapa os dejo una explicación.










Y es que estos acantilados de más de 70 metros de altura impresionan ya de lejos, y de cerca, la antigüedad de sus rocas, con unos estratos potentísimos de cuarcitas de la serie de los Cabos, del ordovícico y cámbrico, cercanos a un salto a las calizas de Vegadeo y areniscas de la Herrería, forman un buen objeto de estudio.




Un poco de todo: ripples, y tremendas deformaciones tectónicas...












...grandes diques formados por la actividad antiquísima que expulsó aguas cargadas de minerales en baja concentración con exfoliaciones espectaculares...







...posibles fósiles formados por las huellas de la fauna cámbrica...









...y finalmente lo que más me apetecía ver: la actividad cuaternaria que formó los acantilados marinos y que tan recientemente como este último invierno, formó, con los temporales, una superficie de abrasión marina extensa, que cambia la superficie y la forma de la playa cada nuevo temporal. Como ejemplo, en la playa había unas cuevas en las que se podía caminar un buen rato, que desaparecieron, rellenadas con la arena que azotó el mar.







Aunque en esta ocasión estuve más atento al paisaje y a charlar con la gente, que tenía muchas ganas, también vimos buenos ejemplos de la excelente conservación de las aguas de este tramo costero, como las esponjas de la especie Halichondria panice...




...y alguna enorme estrella de mar, si no me equivoco Marthasterias glacialis (o similar, que esto no es lo mío). Un bicho bien grande.










Caminando caminando, llegamos a doblar la línea de costa, pasando a otra playa virtual, la playa de Campiellos, no sin antes maravillarnos con el Peneo Loligo, conocido por "el Dolmen".










Alucinante, y la mayor parte del tiempo, inaccesible. Lo disfrutamos.










Finalmente, llegamos al final del recorrido, la playa de Fontaniella.











No sin antes recrearnos con otro capricho inadvertido (y es una pena), el monolito del Rincón de Barbas, también conocido como el Menhir, otro espectáculo.










Unos 25 metros plenamente trepables, aunque lo dejamos para otro día.








Y así acabó la ruta, unos 8 kilómetros, aunque podíamos haber seguido otros tantos, lo dejamos para otra ocasión.