Pues Getxo sí que no lo conocíamos, y fue poco menos que una revelación, pocas veces un lugar que no conoces de nada te sorprende tanto de un vistazo.

Habíamos cruzado la ría y ya estábamos en el el Muelle de Churruca. A un lado la playa de Las Arenas, pequeña pero muy concurrida y colorista.

Y al otro lado, el espigón que marca el final de la ría de Bilbao hacia el Este, con el monumento al gran transformador de la propia ría, el ingeniero Evaristo de Churruca.
Y aquí nos pusimos a caminar hacia el Este, rumbo a Algorta, por un precioso paseo marítimo.
Aunque todo el paseo se desarrolla en terreno de Getxo, hay varios barrios bien diferenciados, y empezamos en Areeta.
Lo 1º que te encuentras es una fachada marítima jalonada de preciosas casas históricas, muy bien cuidadas, y bien explicadas en el propio paseo, una maravilla de museo andante, lleno de arquitectura viva. Son decenas de viviendas, a cada cual más hermosa, frente al mar.
Y doblando la esquina, cambio de rumbo y panorámica de la Bahía del Abra, que estamos rodeando.

Cuando ya creíamos haberlo visto todo, una increíble formación de palacetes, extremadamente apetecibles, aunque sin duda mi favorito es este Palacio de Lezama-Leguizamón. Sin palabras. Y de los jardines que seguían por detrás, mejor no hablar, que la envidia es malísima.

Volvemos a girar en la siguiente esquina, y ya comienza la playa de Ereagako, mucho mayor que la anterior, con buenas vistas, e igual de concurrida, fue una caminata de lo más agradable.
Ya estamos en el barrio de Algorta, muy concurrido, aunque desde aquí abajo no se ve, si se quiere conocer hay que usar el inteligentemente situado elevador.

Caminando caminando, llegamos a nuestro objetivo, el puerto viejo de Algorta, inicio cronológico de la Algorta moderna, y brillantemente restaurado. Me recordó muchísimo a la Cimadevilla gijonesa, en especial por el ambiente humano.
Un último vistazo a lo caminado, vistas grandiosas, y una tarde brillante en todos los sentidos.