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domingo, 12 de agosto de 2012

136 nidos de avión común son muchos nidos...

Tomando un bitterkas (elixir de los dioses) en Ciudad Rodrigo, y pensando para mí mismo lo bien que nos lo habíamos pasado de vacaciones en Cádiz, me fijé que en casi todos los edificios de la Plaza Mayor de esta localidad había nidos de avión común (Delichon urbicum).
Pero fijándome un poco, vi que uno de los edificios en particular tenía un reborde extraño todo alrededor.
¡Eran los nidos! Daban la vuelta por completo al edificio, en los 3 pisos que tenía el precioso palacio, y se superponían entre ellos.












La actividad era frenética, y es que mi hijo contó, a la vista (supongo que por las otras fachadas no visible habría otros tantos) unos 136 nidos, y no paraban de entrar y salir a cebar a los pollos.








Daba gusto ver que aún hay sitios en los que las aves urbanas pueden hacer su trabajo (comerse los insectos que de otra manera nos picarían) sin molestias, y respetándose sus nidos.









En la mayoría de las ciudades, y en la mía (Gijón) sobremanera, este acuerdo tácito se ha roto, y excepto en la zona rural, ya quedan pocos sitios en los que las aves insectívoras puedan anidar, y si les da por instalarse, se derriban sus nidos.




Siempre con las mismas excusas: que ensucian con las cagadas, que estropean los aleros de las casas, que montan follón...menudas idioteces.
El sonido de las aves en vuelo alrededor de estas ciudades que aún mantienen el contrato con sus aves es un sonido único y relajante, es el sonido de la vida en acción.







Son toneladas de insectos que de otra manera molestarían en las noches, o habría que matar con insecticidas.
Es una pena, ya no se ven por aquí golondrinas en el cielo, los vencejos comunes, escasean cada año más, y los aviones comunes en mi barrio son una rareza. Un desastre. Y una total pérdida de la sensatez.

En fin.

Bueno, con esto termino mi salida de Asturias, la próxima entrada ya en mi "local patch", espero que nos hayáis aburrido con mis vacaciones, volvemos a la tierrina y al verde.

sábado, 11 de agosto de 2012

Bueno, luces y sombras en Ciudad Rodrigo

Hace ya un mes que volvimos de Cádiz, en este blog os lo cuento con un mes de retraso.
Hicimos escala en Ciudad Rodrigo, en Salamanca, después de un acercamiento por carreteras malas por Cáceres, pero menudos paisajes.
Hacía tiempo que había visto fotos de esta localidad un poco perdida entre Salamanca, Cáceres y Portugal, y aprovechamos la escala técnica para conocerla.
Tengo que decir que me encantó la arquitectura de la ciudad, amurallada, y con infinidad de casas nobles y palacios.







Y con una catedral preciosa, que ya se veía desde lejos.













De estilo románico que se transforma en gótico en buena parte de su construcción más moderna, es un templo digno, con un buen museo, y muy cuidado.














El interior es recio, pero bien modulado, pareciendo mayor de lo que es, con una fachada, con un pórtico que te deja con la boca abierta...hasta que ves el pórtico interior, que es aún mejor, lástima que no se pudiesen sacar fotos.











El pequeño claustro es una divinidad, nunca mejor dicho.
















Con unos cipreses (Cupressus sempervirens) estratégicamente puestos para mirar hacia ellos y meditar automáticamente, aunque los chillidos de los vencejos pálidos que anidan con toda tolerancia en el claustro enseguida te sacaban del ensimismamiento.







Aunque para mí la joya de esta catedral, por la que estuve a punto de hacer algo que mi estricto código moral me impide (sacar fotos donde te ruegan que no las saques), es el coro, tallado en madera por Rodrigo Alemán, en estilo plateresco, solo por esto merece la pena entrar.
Contra todo pronóstico, está tallado con una profusión de imágenes profanas realmente inquietantes. No es habitual ver personajes defecando en el coro de una catedral, ni mucho menos lo es contemplar un lustroso y enorme falo en erección. Era realmente impactante, y por las miradas de las señoras a las que descubrí semejante tesoro, de un realismo deslumbrante...
Para que os hagáis una idea de la mágica decoración de esta catedral, os saco a las paredes, donde imágenes como esta, que te dejan muy inquieto, llenaban las fachadas (ver en grande).


Bueno, luego salimos de allí muy emocionados por la cantidad de buena arquitectura en tan poco espacio, para una ciudad de menos de 15.000 habitantes.
Por ejemplo, la Capilla de Cerralbo. No es el herreriano mi estilo favorito, demasiado sobrio, pero el hecho de haber sido construido pegado a la catedral por la cabezonería de vengar el plante a una familia (los Pacheco), a los que no permitiron enterrarse en capilla propia en la Catedral, resulta cuando poco de lo más curioso.


Y aquí empiezan los peros, porque al callejear por Ciudad Rodrigo, nos dimos cuenta de lo grandioso que es el casco histórico, que enamora, pero que no lo han hecho peatonal, y el tráfico es un caos.
Lástima, porque no da casi tiempo a disfrutar de una arquitectura civil (como esta Casa de los Vázquez reconvertida en sede de correos) realmente espléndida, entre cláxones y miradas para atrás por si viene el camión de reparto de turno.









La Plaza Mayor, que es relativamente pequeña, y preciosa, idem, llena de coches por todas partes, y la gente en equilibrio para no ser atropellada, coches en triple fila y terrazas en los pocos espacios  libres, buf, un gran desperdicio del espacio público.







Poca actividad, mucho tráfico, poco turismo, una lástima porque Ciudad Rodrigo merece mucho una visita larga, pero parece que vive un poco a espaldas del turista, no está muy promocionada ni es muy conocida, una pena.

El Castillo, que ahora es Parador Nacional.







Palacios y casas elegantes y blasonadas, como la popular Casa de la Cadena.















Ecos del pasado, como la antigua Sinagoga reconvertida en Hospital de Caridad (y en ello siguen) tras la expulsión de los judíos.









Y belleza en las paredes en toda la ciudad, como este espléndido Palacio de la Marquesa de Cartago, que da el pego con su neogótico del siglo XIX, ¡me encantó!

En fin, la sensación fue mala, porque, tal y como me sucedió en algunas ricas ciudades del Norte de Italia, la falta de costumbre de la población hacia el turismo, hace que el trato sea un poco desdeñoso, de extrañeza, o abiertamente hostil, como fue nuestro caso.

Veníamos de la alegre y luminosa Cádiz, y encontrarnos de frente con la recia Castilla fue un duro golpe, y ni en el Hotel ni en los restaurantes, ni en las calles, encontramos la amabilidad que traíamos, tan solo cierta indiferencia, y ya es triste, porque personalmente caí rendido al continente, pero el contenido (humano) me decepcionó bastante.

No llueve a gusto de todos, pero tengo derecho a quejarme si me mojo, y este fue mi caso, por desgracia, porque no creo que vuelva. Tampoco creo que me echasen de menos...