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sábado, 24 de noviembre de 2018

Fartándose a figos

La higuera (Ficus carica) de mi suegro es un banquete para los pequeños pájaros en el otoño. Posiblemente la especie que más se ceba con estos frutos maduros es la curruca capirotada (Sylvia atricapilla), a la que le encantan.











Da igual que sea macho o hembra, se pueden pasar horas buscando los mejores frutos.












En una época en la que hay que cargar energías, es un buen complemento para la dieta.









Para los mirlos comunes (Turdus merula) también son una delicia.



















La abundancia de higos de esta higuera es portentosa, y la aprovechamos todos a tope por efímera. Os dejo un vídeo.













Aunque la higuera es hogar de más pájaros como el carbonero común (Parus major), no lo pude ver comiendo higos.

viernes, 8 de junio de 2018

Censando por la Providencia

El tramo entre la playa gijonesa de Serín y el parque de La Providencia, que censo cada año en primavera, estaba a finales de mayo lleno de pequeñas aves muy interesantes a pesar de ser muy comunes. Además de las thunbergi que traje en la última entrada, pude ver algo más valioso como es ver que ya había varias especies sacando pollos volanderos, como estos pequeñines de tarabilla común (Saxicola rubicola).











Como es habitual, la familia (aquí el papá) estaba muy cerca, y formarán simpáticos grupos familiares durante todo el verano.











Otros que crían en los matorrales (en un lugar donde estaba previsto crear una zona húmeda) son los carboneros comunes (Parus major). Casi igual de cucos eran los 4 pollos que andaban por allí la mar de curiosos.










Los hermanitos todavía tenían plumón en el plumaje.













Los zarceros comunes (Hippolais polyglotta) cantando a todo volumen su loca sinfonía, ya llevan una década justo en el mismo metro cuadrado.










Otros que no paran de criar año tras año, son los mirlos comunes (Turdus merula).








Los pardillos comunes (Carduelis canabina) este año abundan en la zona, en grupos de más de una docena buscando semillas en los bordes de los caminos.










Es curioso que en este parque seleccionen las zonas recién segadas, supongo que les facilita la labor alimenticia.










Del mismo género y parecidos gustos culinarios, los jilgueros (Carduelis carduelis), muy abundantes también, menos accesibles y terrestres.









Otro fringílido residente (aunque no en invierno), el verdecillo (Serinus serinus).











La tórtola turca (Streptopelis decaocto), en los mismos cables cada año...











...los mismos cables que usan las golondrinas comunes (Hirundo rustica), descansando tras llegar en directo en grandes bandos desde el mar, buscando insectos en el aire.











Una delicia cada primavera este parque, que yo conocí siendo un polígono de tiro del ejército español, desde luego de terreno militar a parque suburbano, ha mejorado espectacularmente. La curruca capirotada (Sylvia atricapilla) y yo lo preferimos así.


miércoles, 8 de junio de 2016

Censando el SACRE por los pueblos de Grao

Por ahora, sin duda, la mejor de las cuadrículas, un territorio que se preserva salvaje y lleno de vida a pesar de estar tan cerca de la villa de Grao y estar tan transformado el paisaje.










Menuda paliza completar los 15 kilómetros del recorrido circular, pero la sensación fue muy estimulante, con paisajes que de otros modo no hubiese visto, y un montón de pájaros, muchos de ellos ya plenamente puestos a cebar pollos, como el bisbita arbóreo (Anthus trivialis).














Otros, como los gordinos camachuelos comunes (Pyrrhula pyrrhula) hacían buenas migas.













Poco lo faltará a esta hembra para ponerse a empollar.












Por las brañas bajas del Xorro, estampas bucólicas, con una variedad de fauna digna de zonas más intransitadas, la baja densidad de población y una diversidad de paisajes que da cobijo a formas de vida muy difrentes hacen el milagro de ver un corzo (Capreolus capreolus) caminando mansamente durante varios minutos por delante mío sin que se sintiese especialmente dado a la huída.





Azor, perdiz roja, varias especies de escribanos, oropéndolas, trigueros...un vergel. Los escribanos soteños (Emberiza cirlus), abundantes, una novedad para una especie cada vez menos frecuente.













Otra ya rara de ver, y con ceba que indica la necesaria reproducción más que probable, es la curruca rabilarga (Sylvia undata).










En el Xorro, curiosamente, aprovechan seleccionando los minoritarios eucaliptos varias especies, como las oropéndolas, el busardo ratonero (Buteo buteo)...









...o el escondedizo pico picapinos (Dendrocopos major).













En estas praderías de media montaña llenas de la deliciosa sebe que tanto protege a las aves asturianas, aves comunes como la tarabilla común (Saxicola rubicola)...









...o el pardillo común (Carduelis cannabina).
















Una vez llegado a lo alto, toca tirar de GPS por caminos que en su día debieron ser de vital importancia, tanto como para ser denominados "Caminos reales" pero que hoy en día están vacíos de gentes (aunque no de los recios y realmente atemorizantes mastines que me vigilaron todo el recorrido).







En el pueblo de Cañedo, una parada para recuperar fuerzas y hablar con l@s paisan@s, que con la típica amabilidad de los pueblos que no suelen salir en los mapas, me explicaron el declive de la zona, la pérdida de valor de las tierras y las lindes, y la pena que daba acordarse de cuánta gente y cuántos chiquillos corrían por estas mismas calles hace unas décadas. Creo sinceramente que con una mezcla de modernidad que dignifique el trabajo en el campo, y la vuelta a los buenos productos y a los sabores de antaño estos pueblos podrían volver a la vida. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Mientras tanto, nos queda la belleza de las casas del pueblo y la tranquilidad que ofrecen caseríos como los que visité a sus jubilados propietarios.

Demostrando la tremenda biodiversidad que albergan estos retazos de pueblos aún habitados, con algo de ganado, setos vivos y pequeños bosquetes, el macho de alcaudón dorsirrojo (Lanus collurio), cantando a los 4 vientos que la naturaleza rural no se rinde.
Buscando una hembrita para seguir aguantando una generación más.












Bajando vertiginosamente a la carretera que sigue el también precioso valle del río Cubia, baja también la diversidad de las aves, y ya son especies más genéricas, y adaptadas a hábitats de menor calidad. Así, prospera la curruca capirotada (Sylvia atricapilla).








O la adaptable corneja negra (Corvus corone).















En los ya más abundantes praos de las riberas inundables del Cubia, una gran diversidad de colores y aromas, destacando el inconfundible y para mí irresistible olor a miel de la cuajaleches (Galium verum).









Con unas flores de las más guapas de Asturias, la aguileña (Aquilegia vulgaris) nos engaña, no nos olvidemos de su toxicidad.









Ya en pleno valle, el río resuena en todas partes, y el paisaje de la braña da paso al de las vegas, igual de excitante para la vista y para el espíritu de cualquier asturiano con un mínimo de sensibilidad.

En un palomar, una paloma doméstica de competición (Columba livia), un bellezón fruto del trabajo de cruce genético de varias generaciones de columbicultores.

















Todavía se respeta la ayuda al agricultor que ofrecen los pájaros insectívoros como la golondrina común (Hirundo rustica), y se les permite anidar en las casas.











En estos pueblos, una de las víctimas fáciles de los abundantes gatonos, es el topo ibérico (Talpa occidentalis). Aunque el bien alimentado gato sólo lo mata para jugar, en cuanto bajen las luces, otros animales más hambrientos se llevarán y darán buena cuenta del cadáver.








La Torre de Villanueva, con más de 5 siglos de historia, nos recuerda la importancia y pujanza económica que tenía este concejo en la baja edad media, y además, que nos acercamos a la capital.









Ya sólo nos queda apuntar las casi urbanas especies del fin de la ruta, como el estornino negro (Sturnus vulgaris), con ceba de ricas lombrices...










..o la francamente hogareña lavandera blanca (Motacilla alba).










martes, 12 de mayo de 2015

Anidando en la Campa Torres (y II): Gaviotas patiamarillas cantábricas y paxarinos de la sebe

Debía ser un espectáculo cuando (según me cuentan Xuanín, César e Isolino) anidaban por encima de las 200 parejas de gaviota patiamarilla cantábrica (Larus michahellis lusitanius) en las laderas de la Campa.








A mi no me tocaron esos buenos tiempos, y va a hacer una década que censo aquí y cada año peor, bajando de unas 120 parejas a las actuales cincuenta y pocas que pude ver, aunque aún hay parejas pensándoselo y puede aumentar la cifra.
Lástima porque es un espectáculo el guirigai que se trae la colonia, y cuando salen los pollos, entrañable y francamente divertido.





Respecto a los páxaros de la sebe, que crían en unas condiciones particularmente favorables aquí, además de otros como buscarla pintoja, escribano soteño, petirrojo, mirlo y zorzal común, lavanderas blanca y boyera, chochín, gorrión común, verderón común, jilguero, colirrojo tizón, cuervo, corneja negra, urraca (tomo aire) pardillo común, verdecillo, mosquitero ibérico, buitrón, y alguno más que se me olvida, pude ver "a ello" a algunas típicas especies residentes, como la tarabilla común (Saxicola torquata).







La curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala) ha pasado en la década que llevo viéndola de un encuentro raro a uno seguro.





Su prima la curruca capirotada (Sylvia atricapilla) nunca anda lejos.












Cierro con el acentor común (Prunella modularis), un dejà vu de años atrás, en circunstancias parecidas. parece que se va haciendo más abundante a la par que tolerante. Bonita palabra, tolerante.