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lunes, 20 de noviembre de 2017

Veneno en el monte

No me refiero al veneno que dejan los desalmados que envenenan a la fauna, si no  a la gran cantidad de plantas asturianas que producen frutos otoñales tóxicos. Por ejemplo, uno de los más conocidos es el por lo demás precioso bonetero (Euonymus europaeus).










Es importante enseñar a los chiquillos que plantas son buenas comestibles, pero también las que son más problemáticas. Por ejemplo, de estos zarcillos de nueza blanca (Bryonia dioica) cuelgan frutos suficientes para dar un buen disgusto a un niño pequeño si se los come. Ojo, las hojas de alrededor no son de esta planta, si no de la hiedra.











Otra muy venenosa es la fruta de la dulcamara (Solanum dulcamara), una solanácea que por su nombre vulgar de tomatillos del diablo ya sabemos por dónde van los tiros.














Al hipérico (Hypericum androsaeum), al contrario, se le atribuían un sin fin de propiedades medicinales que hoy en día apenas se usan, ya que sus frutos también son bastante tóxicos.









El rusco (Ruscus aculaeatum), además de usarse sus filocladios y frutos en floristería,  sí que tiene propiedades para mejorar la circulación con los rutósidos que contiene, pero tomados en crudo, causan intoxicación grave.










Termino con una flor de otoño, el azafrán silvestre (Crocus nudifolium), que no es comestible, lo que se nota en los praos donde pastan las vacas, que evitan y no comen esta guapa flor que nos alegra el otoño. No hay que confundirla con el azafrán cultivado, que es otra especie distinta.

domingo, 9 de octubre de 2016

Frutos de otoño por los Meandros del Nora.

Increíble la productividad de frutos al final del verano en estas sebes bien conservadas de los pueblos de Asturias.

Frutos poco comunes ya en muchos sitios, como los del bonetero europeo (Euonymus europaeus).

Uno de los frutos más guapos de ver, también de los más venenosos.








Como los de la nueza blanca (Bryonia dyoica ), aunque éstos lo son en menor medida.













Tampoco son comestibles los del aladierno (Rhamnus alaternus): forman parte de la orla de la encina.










Mismas características las de la zarzaparrilla (Smilax aspera).













El laurel (Laurus nobilis) aún no tenía frutos formados, pero también denota características de zonas de clima más cálido y seco.












Y hela aquí, apareció la encina (Quercus rotundifolia), penetrando por este valle termófilo por el Nalón y la disposición Sur de la ladera y su pendiente, el terreno calizo también ayuda.








Mezclados pero no revueltos, los elementos más oceánicos, como el carballo (Quercus robur).













Y el introducido, hace centenares de años, por el diámetro de algunos ejemplares vistos en ruta, castaño (Castanea sativa).










Como no podía ser menos, tenemos también una orla de arbustos que se corresponden con estos árboles, empezando por el avellano (Corilus avellana).











Muy frecuente es el cornejo (Cornus sanguinea), con frutos muy apetecidos por los pájaros.










No menos que la hiedra (Hedera helix), aunque en este caso los frutos, invernales, serán un maná para una época con tan pocas frutas en el bosque.










Los escaramujos del rosal silvestre (Rosa sp.), toda una fuente de vitaminas.












El saúco (Sambucus nigra), esos frutos que saben tan ricos en forma de vino o licor, y que tanto manchan la ropa...













Y finalizo con el espino albar (Crataegus monogyna), cuyos ásperos pero cardiotónicos frutos están tan de moda entre los amantes de la medicina natural.

Un simple paseo por los alrededores de un pueblo "de los de antes" nos da una lección de botánica, pero también de ciencia culinaria, de química y hasta de arte, los frutos de todo un año de un árbol o de un arbusto ante nuestros ojos, hay que aprovecharlos que se acaban rápido.