
A principios de octubre, en varias visitas al Cabu Peñes, pude ver la transición entre los últimos migrantes que descansaban de paso por Asturias camino del lejano al Sur y los invernantes que llegaban a Asturias para quedarse a pasar el invierno. Los primeros, ya escaseaban, los últimos, empezaban a llegar.

También, por supuesto, había algunos sedentarios. Como este
busardo ratonero (Buteo buteo), al que pasa por encima un seguramente migrador hacia el Sur juvenil de
aguilucho cenizo (Circus pygargus).

Decenas de mosquiteros, alguno como el ilustre
mosquitero bilistado (Phylloscopus inornatus) me resultó imposible fotografiarlo en condiciones, aunque sí lo disfruté muy cercano, y me quedé con su canto para la próxima vez.

Otros menos difíciles de fotografiar pasaban en escaso número, los últimos
mosquiteros musicales (Phylloscopus trochilus).
Y llegaban muchos pero que muchos
mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita), serán el trino más fácil de identificar aquí durante todo el invierno con su chiff-chaff.
Otros que descansaban retrasados en su migración a África eran los
papamoscas cerrojillos (Ficedula hypoleuca).
Muchos miles de los casi 40.000.000 de ejemplares que se le calculan en Europa habrán pasado por aquí.
Centenares de
palomas torcaces (Columba palumbus) llegan para quedarse y unirse a las locales.
En los cultivos hay alimento y descanso para todas las aves que llegan aquí para parar horas, días o semanas, pero quienes más lo agradecen son los fringílidos.
Tantos que se hace raro ver aislados a ejemplares de
jilguero (Carduelis carduelis)...
...y no digamos de los farrulleros y cantarines
pardillos comunes (Carduelis cannabina).
Frente al Cabu Peñes, miles de gaviotas se sedimentaban en balsas, descansando en su periplo hacia las costas del Norte de África.
Aunque centenares de ellas se quedan aquí y no siguen en su avance hacia el Sur.
Un poco más arriba del acantilado, los primeros y abundantes
bisbitas pratenses (Anthus pratensis) echan sus primeras horas del invierno con nosotros escondiéndose y descansando, el viaje ha sido duro.

La silueta del
gavilán (Accipiter nisus) anda cerca, y sería una pena un viaje tan largo para caer en el primer lance.
Otros, como el sedentario
herrerillo común (Cyanistes caeruleus) recurren al ramaje para protegerse.

Los
estorninos negros (Sturnus unicolor) recurren a su número y una vigilancia muy estrecha para pasar el invierno en Peñes sin sufrir demasiadas bajas.

El
cistícola buitrón (Cisticola juncidis) reza para que no sea un invierno duro, lo pasan muy mal en estas condiciones.

Peor futuro tiene el
faisán vulgar (Phasianus colchicus), al que la caza, que lo soltó aquí, volverá a por él en cuanto pueda. Aquí, en su faceta habitual de bola de plumas levantada sin que uno se de cuenta, casi tanto susto para observador y observado.
Ajenas a todo, las sedentarias
tarabillas comunes (Saxicola rubicola) siguen tan curiosas como siempre. Tanto el macho...
...como la hembra, nunca andan muy lejos una de otra.
Y con el paso de las últimas migratorias, y la llegada de las primeras invernantes, comienza la temporada d invierno, la época más larga, el tiempo de la
corneja negra (Corvus corone).