Este gran arenal, que andará por el kilómetro de largo, suele estar vacío, por la prolongada bajada desde Ballota, sin ninguna dificultad pero larga para la mayoría de los turistas habituales.
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domingo, 2 de agosto de 2020
Playas deliciosas: Riucabo
Riucabo, entre los concejos de Cudillero y Valdés, hace frontera mediante el río del mismo nombre, que en verano, y con poca agua, desemboca directamente bajo la gran capa de cantos rodados que dejan los temporales en invierno.
jueves, 28 de noviembre de 2019
Playas deliciosas: Sabugo
La playa de Sabugo, otra deliciosa playa totalmente desconocida, es la playa que se encuentra entre las de Barayo y Otur. Entre estas playas tan famosas, es normal que pase desapercibida. Aunque la bajada es larga, un paseo desde el mismo aparcamiento de Barayo, en su vertiente valdesana, permite, después de atajar una buena caída por un senderillo, llegar a esta maravilla de tranquilidad.
miércoles, 10 de octubre de 2018
Playas deliciosas: Quintana.
Esta gran playa del concejo de Valdés es una joya muy poco valorada.
Enorme y siempre semivacía, dispone de 2 estupendos aparcamientos casi siempre solitarios que conectan, mediante un paseo de escasos 5' con la playa.

Las fotos están sacadas en un día espléndido en pleno fin de semana de agosto, lo que da idea de lo guapa y salvaje que es esta playa. Desde el punto de llegada a la playa podemos escoger la panorámica anterior, al este, o esta otra, al oeste, las dos son magníficas.
Tiene buena anchura por lo que incluso en mareas bastante altas hay playa, y además con marea baja, hay un pedrero intermareal lleno de vida y con un montón de charcos del tamaño de piscinas, para los niños.

Debajo de esta gran laja de roca de varios metros de alto hay una piscina natural de unos 50 metros cuadrados, a la sombra, que es sencillamente un lujo.

Con los derrumbes del invierno de sus altos acantilados, nos damos cuenta de la erosión acelerada de esta última década "gracias" al cambio climático, y de lo que nos espera en toda la costa del mar Cantábrico.
Hace una docena de años que frecuentamos esta maravilla, y cada año nos encontramos la arena más arriba, impactada contra la línea costera de invierno a invierno, y abriendo y después rellenando las cuevas que se forman de una manera dramática, cualquiera que quiera saber qué va a pasar en el futuro con la erosión del litoral debería echarle un vistazo a cómo era esta playa y cómo es ahora.


Las fotos están sacadas en un día espléndido en pleno fin de semana de agosto, lo que da idea de lo guapa y salvaje que es esta playa. Desde el punto de llegada a la playa podemos escoger la panorámica anterior, al este, o esta otra, al oeste, las dos son magníficas.


Debajo de esta gran laja de roca de varios metros de alto hay una piscina natural de unos 50 metros cuadrados, a la sombra, que es sencillamente un lujo.

Con los derrumbes del invierno de sus altos acantilados, nos damos cuenta de la erosión acelerada de esta última década "gracias" al cambio climático, y de lo que nos espera en toda la costa del mar Cantábrico.

domingo, 31 de julio de 2016
Playas deliciosas: Los Molinos de Barcia
Poco antes de marcharnos de vacaciones probamos suerte a ver si conseguíamos bajar a una playa a la que hace años que tenía echado el ojo, y esta vez lo conseguimos.
Fue un auténtico placer que disfrutó toda la familia, ya desde la salida, al Este de Barcia, por un pequeño pero agradable paseo, y esta vez, sin peligro alguno en la bajada del acantilado.
Una vez abajo, aprovechamos la marea baja para caminar más de un kilómetro de arena exquisítamente limpia y de un mar transparente como pocos, con una zona de baño completamente exenta de rocas, ni hecha de encargo.

Caminando hacia el oeste, pudimos encontrar una cascada de aguas gélidas que erosionaba la roca como un púlpito, lo que se unía a la erosión de por sí tremenda del mar para crear cuevas y depósitos de piedras de muchos metros de espesor.
Las vistas hacia el Este, con el Cabo Busto en todo su esplendor, de quitar el aliento.
Al haber marea baja, las rocas al aire dejaban un sinfin de pequeñas pozas llenas de vida que hacen las delicias de los espíritus curiosos.
En fin, una auténtica gozada, en completo silencio (salvo por los pollos de gaviotas patiamarillas y colirrojos tizones) y una soledad que se agradece en pleno verano, lejos de las multitudes que maltratan el paisaje en la mayoría de la costa asturiana por estas fechas.



Caminando hacia el oeste, pudimos encontrar una cascada de aguas gélidas que erosionaba la roca como un púlpito, lo que se unía a la erosión de por sí tremenda del mar para crear cuevas y depósitos de piedras de muchos metros de espesor.
Las vistas hacia el Este, con el Cabo Busto en todo su esplendor, de quitar el aliento.
Al haber marea baja, las rocas al aire dejaban un sinfin de pequeñas pozas llenas de vida que hacen las delicias de los espíritus curiosos.
En fin, una auténtica gozada, en completo silencio (salvo por los pollos de gaviotas patiamarillas y colirrojos tizones) y una soledad que se agradece en pleno verano, lejos de las multitudes que maltratan el paisaje en la mayoría de la costa asturiana por estas fechas.
miércoles, 23 de julio de 2014
Virtualismo en la costa de Valdés con los amigos de MAVEA
Hace un par de semanas los amigos de MAVEA me dieron la oportunidad de mostrarles un paisaje único que yo había descubierto en la comarca de Cadavedo: la playa de Quintana y sus acantilados.
La playa de Quintana está al NO de Cadavedo, cercana al núcleo rural de Quintana, y se accede por un cómodo paseo de una 1/2 hora, que realizamos con los amigos del Grupu Andariegu La Corra.
Hace ya unos años, cansado de los agobios de las playas urbanas, de ruidos, olores a pies del vecino, y en general de salir más estresado que entraba de los arenales, empecé con la familia a buscar las últimas playas vírgenes de Asturias, y encontré unas cuantas.
Esta de Quintana era una de las mejores que encontré, y con el aliciente, y de ahí lo denomino virtualismo, que conociendo bien las mareas, y con la precaución de muchos años de montaña, se pueden hacer paseos kilométricos atravesando la rasa costera en mareas bajas, conociendo paisajes increíbles que solo existen durante unas pocas horas. Todo un deporte, porque hay que fijarse muy bien donde se pisa, se hace un gran esfuerzo físico recompensado con unas vistas que poca gente, o nadie, disfrutó antes.
Bien pertrechado de ropa cómoda, escarpinos y protección para el Sol, nos adentramos en la playa, magnífica con la marea baja, más de un kilómetro y medio de arena virgen absolutamente vacía.
Yo no llevaba cámara por precaución, no me apetecía remojarla, así que a partir de aquí, las fotos son del buen amigo César Álvarez Laó.

Dirigiendo a un buen grupo de entusiastas, les esperaba una buena pateada a los pobres, pero hubo bañito final en unas aguas espléndidas.
Tuvimos la suerte de contar con las explicaciones del amigo Jorge Valella, que nos explicó la geología de la zona, artífice del paisaje extraordinario que se forma en estos acantilados.
En este mapa os dejo una explicación.
Y es que estos acantilados de más de 70 metros de altura impresionan ya de lejos, y de cerca, la antigüedad de sus rocas, con unos estratos potentísimos de cuarcitas de la serie de los Cabos, del ordovícico y cámbrico, cercanos a un salto a las calizas de Vegadeo y areniscas de la Herrería, forman un buen objeto de estudio.
Un poco de todo: ripples, y tremendas deformaciones tectónicas...

...grandes diques formados por la actividad antiquísima que expulsó aguas cargadas de minerales en baja concentración con exfoliaciones espectaculares...

...posibles fósiles formados por las huellas de la fauna cámbrica...

...y finalmente lo que más me apetecía ver: la actividad cuaternaria que formó los acantilados marinos y que tan recientemente como este último invierno, formó, con los temporales, una superficie de abrasión marina extensa, que cambia la superficie y la forma de la playa cada nuevo temporal. Como ejemplo, en la playa había unas cuevas en las que se podía caminar un buen rato, que desaparecieron, rellenadas con la arena que azotó el mar.

Aunque en esta ocasión estuve más atento al paisaje y a charlar con la gente, que tenía muchas ganas, también vimos buenos ejemplos de la excelente conservación de las aguas de este tramo costero, como las esponjas de la especie Halichondria panice...

...y alguna enorme estrella de mar, si no me equivoco Marthasterias glacialis (o similar, que esto no es lo mío). Un bicho bien grande.

Caminando caminando, llegamos a doblar la línea de costa, pasando a otra playa virtual, la playa de Campiellos, no sin antes maravillarnos con el Peneo Loligo, conocido por "el Dolmen".

Alucinante, y la mayor parte del tiempo, inaccesible. Lo disfrutamos.

Finalmente, llegamos al final del recorrido, la playa de Fontaniella.

No sin antes recrearnos con otro capricho inadvertido (y es una pena), el monolito del Rincón de Barbas, también conocido como el Menhir, otro espectáculo.

Unos 25 metros plenamente trepables, aunque lo dejamos para otro día.

Y así acabó la ruta, unos 8 kilómetros, aunque podíamos haber seguido otros tantos, lo dejamos para otra ocasión.
La playa de Quintana está al NO de Cadavedo, cercana al núcleo rural de Quintana, y se accede por un cómodo paseo de una 1/2 hora, que realizamos con los amigos del Grupu Andariegu La Corra.
Hace ya unos años, cansado de los agobios de las playas urbanas, de ruidos, olores a pies del vecino, y en general de salir más estresado que entraba de los arenales, empecé con la familia a buscar las últimas playas vírgenes de Asturias, y encontré unas cuantas.
Esta de Quintana era una de las mejores que encontré, y con el aliciente, y de ahí lo denomino virtualismo, que conociendo bien las mareas, y con la precaución de muchos años de montaña, se pueden hacer paseos kilométricos atravesando la rasa costera en mareas bajas, conociendo paisajes increíbles que solo existen durante unas pocas horas. Todo un deporte, porque hay que fijarse muy bien donde se pisa, se hace un gran esfuerzo físico recompensado con unas vistas que poca gente, o nadie, disfrutó antes.
Bien pertrechado de ropa cómoda, escarpinos y protección para el Sol, nos adentramos en la playa, magnífica con la marea baja, más de un kilómetro y medio de arena virgen absolutamente vacía.
Yo no llevaba cámara por precaución, no me apetecía remojarla, así que a partir de aquí, las fotos son del buen amigo César Álvarez Laó.

Dirigiendo a un buen grupo de entusiastas, les esperaba una buena pateada a los pobres, pero hubo bañito final en unas aguas espléndidas.

En este mapa os dejo una explicación.
Y es que estos acantilados de más de 70 metros de altura impresionan ya de lejos, y de cerca, la antigüedad de sus rocas, con unos estratos potentísimos de cuarcitas de la serie de los Cabos, del ordovícico y cámbrico, cercanos a un salto a las calizas de Vegadeo y areniscas de la Herrería, forman un buen objeto de estudio.


...grandes diques formados por la actividad antiquísima que expulsó aguas cargadas de minerales en baja concentración con exfoliaciones espectaculares...

...posibles fósiles formados por las huellas de la fauna cámbrica...

...y finalmente lo que más me apetecía ver: la actividad cuaternaria que formó los acantilados marinos y que tan recientemente como este último invierno, formó, con los temporales, una superficie de abrasión marina extensa, que cambia la superficie y la forma de la playa cada nuevo temporal. Como ejemplo, en la playa había unas cuevas en las que se podía caminar un buen rato, que desaparecieron, rellenadas con la arena que azotó el mar.

Aunque en esta ocasión estuve más atento al paisaje y a charlar con la gente, que tenía muchas ganas, también vimos buenos ejemplos de la excelente conservación de las aguas de este tramo costero, como las esponjas de la especie Halichondria panice...

...y alguna enorme estrella de mar, si no me equivoco Marthasterias glacialis (o similar, que esto no es lo mío). Un bicho bien grande.

Caminando caminando, llegamos a doblar la línea de costa, pasando a otra playa virtual, la playa de Campiellos, no sin antes maravillarnos con el Peneo Loligo, conocido por "el Dolmen".

Alucinante, y la mayor parte del tiempo, inaccesible. Lo disfrutamos.

Finalmente, llegamos al final del recorrido, la playa de Fontaniella.

No sin antes recrearnos con otro capricho inadvertido (y es una pena), el monolito del Rincón de Barbas, también conocido como el Menhir, otro espectáculo.

Unos 25 metros plenamente trepables, aunque lo dejamos para otro día.

Y así acabó la ruta, unos 8 kilómetros, aunque podíamos haber seguido otros tantos, lo dejamos para otra ocasión.
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lunes, 17 de septiembre de 2012
Playas deliciosas: Cadavedo (Valdés).
Ahora que se acaba el verano es la hora de visitar las playas deliciosas que en meses de calor están llenísimas de gente.
Aunque os va a sonar raro en mí, yo diría que esta playa tiene encanto hasta con gente, quizás el hecho de ser la playa favorita de mis expacientes y vecinos de Cangas y Tineo hace que el ambiente en ella sea muy especial, como decimos en Asturias, son xente llano, y se disfruta la compañía.
No os pongo mapa de acceso porque es bien sencillo llegar a ella.
Dicho esto, la playa es maravillosa, muy plana, os podéis poner a nadar en marea alta y hasta muy adentro no os cubrirá, si vais con críos es particularmente relajante, ya que no suele haber problemas de seguridad.
El agua, limpia y transparente, también es un punto a su favor.
Si no os creéis esta última frase, os recomiendo que os subáis a la Ermita de la Regalina (está indicado a la salida de la playa, a través del pueblo de Cadavedo), y que echéis un vistazo hacia la playa, ¡qué aguas!
_redimensionar.jpg)
La arena es bastante fina, y poco pegajosa, tostada, también es de las que me gustan.

Retomando el tema de la Regalina, si os fijáis en la 1ª foto, la playa está muy recogida entre 2 salientes: el del Oeste es una pequeña península que termina en un promontorio con un mirador gloriosamente situado para dominar un tramo enorme de costa y la propia playa.
Hay una romería famosa y muy curiosa alrededor de esta ermita, os pongo el xolgoriu que se monta cada verano aquí.
Y mirando al otro lado de la península, está la playa del Churín, posiblemente, la playa virgen más grande de Asturias, es inaccesible, literalmente, salvo para los muy pero que muy valientes, ni siquiera en barca es fácil llegar a ella, me encantaría echarle valor y entrar algún día, es 1 km de playa "a estrenar", llena absolutamente de aves marinas en períodos migratorios, y me imagino que los acantilados vistos desde abajo tienen que ser imponentes. Para otra ocasión...
Aunque os va a sonar raro en mí, yo diría que esta playa tiene encanto hasta con gente, quizás el hecho de ser la playa favorita de mis expacientes y vecinos de Cangas y Tineo hace que el ambiente en ella sea muy especial, como decimos en Asturias, son xente llano, y se disfruta la compañía.
No os pongo mapa de acceso porque es bien sencillo llegar a ella.
Dicho esto, la playa es maravillosa, muy plana, os podéis poner a nadar en marea alta y hasta muy adentro no os cubrirá, si vais con críos es particularmente relajante, ya que no suele haber problemas de seguridad.
_redimensionar.jpg)
Si no os creéis esta última frase, os recomiendo que os subáis a la Ermita de la Regalina (está indicado a la salida de la playa, a través del pueblo de Cadavedo), y que echéis un vistazo hacia la playa, ¡qué aguas!
_redimensionar.jpg)
La arena es bastante fina, y poco pegajosa, tostada, también es de las que me gustan.

Retomando el tema de la Regalina, si os fijáis en la 1ª foto, la playa está muy recogida entre 2 salientes: el del Oeste es una pequeña península que termina en un promontorio con un mirador gloriosamente situado para dominar un tramo enorme de costa y la propia playa.
Hay una romería famosa y muy curiosa alrededor de esta ermita, os pongo el xolgoriu que se monta cada verano aquí.

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