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sábado, 16 de diciembre de 2017
Como en una aparición

martes, 22 de marzo de 2016
Por el Bosque de Teboyas: Un pequeño milagro.


Al acercarse nada presagiaba lo que nos esperaba dentro.

Pero a los pocos pasos ya estaba claro lo inusual de un bosque intacto, el suelo no era de tierra, era de materia vegetal.


...troncos muertos, sin retirar, puentes vegetales entre una y otra generación de seres vivos, inalterados por el hombre, así es un bosque de verdad...

...no predomina ninguna especie sobre otra, árboles que se funden ...

...especies como el abedul (Betula celtiberica) que iniciaron hace muchas décadas la conquista del terreno y ahora mueren dejando paso a especies más selectas...

...y las epífitas, por todas partes, tapizando cada tronco, así son los bosques de verdad, así eran los bosques costeros cuando aún no existía el hombre, y todos deberíamos tener derecho a ver durante nuestras vidas cómo es un bosque cuando se le deja crecer...

...musgos, hongos, líquenes, auténticas lianas que hacía mucho tiempo que no veía prosperar de esta manera, todo un espectáculo...

...esculturas vivas, hechas de savia y de tiempo...

...ahora los niños ya no entienden porque se llamaban selvas a los bosques cantábricos, este pequeño retazo de la selva astur que algún día cubrió toda la costa en un inmenso bosque mixto y que ahora sólo vemos en ínfimas reliquias que deberían ser protegidas como auténticos tesoros vegetales que guardan el espíritu de lo que fuimos...

...da auténtica pena que se pida limpiar el bosque, dejar el suelo liso, limpio, los troncos limpios, lisos, destrozar este espectáculo tridimensional que sobrecoge, un horror vacui que no permite el paso de la luz, una carrera por crecer más y prosperar, llenando una humilde colina de vida y mil tonos diferentes de verde.

Nada sobra: del nido del busardo ratonero (Buteo buteo) cae la muerte...

...y enseguida todo se aprovecha, los descomponedores visten en estos bosques climácicos sus mejores galas, en este caso el enigmático Clathrus ruber, tan exótico como parece...

...alimento para delicadezas como la celidonia menor (Ranunculus ficaria)...

...o de monstruosos acebos (Ilex aquifolium), de un tamaño impresionante, posiblemente el mejor pie del concejo.

Libres del hacha, del fuego y del ladrillo, los en otros sitios arbustos o arbolillos, aquí desarrollan todo su potencial, y se transforman en árboles de 15 metros de alto, aunque no siempre crezcan hacia arriba, laureles (Laurus nobilis) sin nada que interrumpa su esplendor...

...produciendo miles de nuevas semillas, no hay más truco que sacar de la tierra lo mejor y devolverlo todavía más aromático, más nutritivo, más hermoso...

...la mezcla insólita de un suelo bien drenado, un sustrato pizarroso, un clima templado y sin heladas y una altísima pluviosidad dan como resultado un bosque mixto y mestizo, con una orla vegetal propia del bosque termófilo, como el aladierno (Rhamnus alaternus)...

..o la zarzaparrilla (Smilax aspera), que no oculta la falta puramente coyuntural de la encina cantábrica en este bosque, que o bien estuvo, o bien estaría en otras circunstancias edafológicas...

...todo ello rodeado de especies más comunes al bosque asturiano, como el espino albar (Crataegus monogyna)...

...el heléboro (Helleborus sp.)...

...o la lechetrezna de bosque (Euphorbia amygdaloides).


Pese a lo pequeño del espacio, tantas revueltas, subidas, bajadas, quiebros, ramas por todas partes, hacen que se pierda el sentido de las dimensiones, todo parece menos plano, más íntimamente complejo, se mira en todas direcciones y no hay nada que sea, anguloso, sencillo, que se deje dominar de un vistazo, todo invita a mirar con calma. Da igual mirar hacia arriba detrás de las lianas...

..que hacia abajo, todo crece en lentas espirales de Fibonacci, áureas, geometrías divinas.

Todo templo tiene su altar, su tótem, este bosque, por supuesto, lo tiene, lleno de contrafuertes y con una bóveda central que recoge todo el esplendor de la luz del Sol, que es a lo que aspira cualquier espiritualidad sincera.

Y allí finalizamos nuestro viaje íntimo, a los pies de un roble carbayo (Quercus robur) de más de 20 metros de altura, una copa descomunal, y que seguramente ya era un buen árbol cuando la Revolución Francesa.
Lo dicho: un milagro, más viendo cómo evolucionó últimamente todo alrededor de esta pequeña isla vegetal, desde hace 15 años, cuando era un paisaje rural más...
...hasta que a punto estuvo de sucumbir al desarrollismo y la velocidad hace una década...

Yo sí sentí algo parecido cuando de niño recorrí los laberintos recónditos del Tragamón, que sobrevivió a auténticas atrocidades hasta que la cordura y la presión popular lo conviertieron en el jardín Botánico Atlántico de Gijón . No se pide tanto con este pequeño regalo de la casualidad catastral que ha conservado esta maravilla, pero al menos me conformaría con pensar que ya que sobrevivió todo este tiempo, se ha ganado el derecho a seguir disimulando su interior durante varios siglos más. Todo es ponerse.
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jueves, 9 de octubre de 2014
El rebollosa de Socellares (y V): Plantines (II): En el límite de los árboles.

A estos niveles, sin duda, el gran
protagonista es el abedul celtibérico
(Betula celtibérica), que representa el último representante de los
árboles en la mayoría de las montañas de Asturias.
Como árbol es una maravilla, ya que se adapta
casi a cualquier ambiente, siendo un pionero en cualquier medio alterado a colonizar,
desde el nivel del mar, pero que en alturas rondando los 1.600 msnm forma
bosques puros espectaculares.

…y el serbal / mostajo intermedio (Sorbus intermedia).
Es frecuente la aparición del acebo (Ilex
aquifolium), estas 3 especies, con sus sabrosas y abundantes bayas contribuyen
a alimentar a algunas de nuestras especies más valiosas de fauna.

…y el laurel de San Antonio (Epylobium angustifolium).
Creo haber localizado 2 especies de senecios,
pero no lo tengo del todo claro, podrían ser la hierba de Santiago (Senecio
jacobaea)…
…y el parecido azuzón (Senecio aquaticus).

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martes, 23 de octubre de 2012
Entre Caleao y la Felguerina (III): Más plantitas.

Por lo demás, sigo subiendo el camino hacia las cabañas de la Felguerina, y ya a bastante altura, se produce la transición entre el robledal y el hayedo, y hay una mezcla fantástica de especies de plantas, que os voy a poner aquí, no exhaustivamente, por supuesto.
Una de las más atractivas es el endrino (Prunus spinosa), cuyos frutos estaban en plena maduración.
Hay pocas sensaciones más refrescantes que meterte un puñado de frutos crudos y sentir la mezcla de amargor y acidez que aportan. Gustos raros, supongo.
Los utilicé culinariamente cuando cocinaba para mucha gente, en mi época en Tineo, la caza mayor que me regalaban, y tuve mi época de pacharán, pero en crudo me chiflan, sobre todo cuando hay sed caleya arriba.
De frutos superficialmente parecidos, el pudio (Rhamnus alpina), un arbusto muy discreto cuyas onduladas hojas siempre me llamaron la atención.
Algo emparentado, el arraclán (Frangula alnus), otro arbusto para iniciados, tóxico y hermoso.
Este sí lo conoce todo el mundo: el acebo (Ilex aquifolium), os pongo estas 2 hojas porque a distancia, las confundí con una pareja de salamandras, y la sorpresa fue tan grande al ver lo que eran en realidad que las retraté.

Otra muy conocida, el avellano (Corylus avellana), presa de cientos de golosos comedores de sus frutos. No voy a contar lo que me parece que la mayoría de las que comemos vengan de Turquía...

Seguimos con más arbustos, en este caso, el cornejo (Cornus sanguinea), otro gran hacedor de setos y de espesura donde se refugia la fauna.

Por la misma línea, llegamos a la hiedra (Hedera helix), una gloria para las aves, por su follaje siempre verde, su intrincado desarrollo y sobre todo, sus bayas de invierno.

Pasamos al rosal silvestre (Rosa sp.), una rica fuente de vitamina C para todo el que se atreva con el peludo contenido de sus frutos.

Y terminamos ya con la señora de las zonas altas del valle: el haya (Fagus sylvatica), una recién llegada a nuestras montañas que ha configurado un paisaje único y reconocible en la Cordillera Cantábrica.

Paisajes como este, del Valle de Xulió y la Collada del Arco, indescriptible.
En la próxima entrada, las últimas plantitas, las del hayedo.
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