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viernes, 8 de mayo de 2020

Los roblones del Llanu del Toru

A estos magníficos ejemplares de roble albar (Quercus petraea) accedimos desde el pueblo de Tarna en una excursión corta y cuesta pero muy atractiva.
















Desde el pueblo de Tarna, en Caso, y hacia el SO el camino aprovecha la traza del sendero hacia El Mongallu.










Una señal a mitad de camino nos indica la desviación que debemos tomar, subiendo una cuesta bastante agreste.











Hasta este punto el camino era muy agradable, por las praderías alrededor de Tarna.












En cuanto torcemos nos introducimos en un espeso bosque de hayas (Fagus sylvatica), que ya merece la pena la visita por sí mismo.










La Sierra del Mongayu va apareciendo en la lejanía hacia el oeste entre la espesura.













Siguiendo poco a poco los abundantes jitos, llegamos al primer roblón, quedando impresionados.














El árbol está protegido por un vallado perimetral y señalizado.













Aunque lo visitamos al final del invierno, y los árboles estaban sin hoja, el tronco desnudo era suficiente reclamo para dejarnos con la boca abierta.














El perímetro del roble era una brutalidad y nos recordó a otros robles albares aislados en medio de los hayedos, por ejemplo en Peloño. Siempre son ejemplares enormes.











El contraste la anchura del tronco y las ramas retorcidas del roblón y las ramas y troncos rectos de las hayas que lo rodeaban era muy llamativo.













Para llegar al segundo roblón hay que caminar apenas 5 minutos hacia el culmen de la colina.












Este otro roble es si cabe aún más espectacular, con menor altura pero un tronco fantasmagórico.











Estos árboles podrían contar en sus siglos de vida infinidad de rayos, heladas, incendios, sequías, nevadas, guerras y una variedad enorme de dificultades a las que a duras penas han sobrevivido. Espero que nos sobrevivan a nosotros también.














El bosque alrededor es una maravilla, llena de vida allá donde miremos. Si ya nos encantó en invierno, en el resto de las estaciones tiene que ser todavía mucho mejor, especialmente en primavera y en otoño.





Pues nada, bajamos de nuevo vuelta a Tarna bajo la atenta mirada del Abedular, una excursión redonda.







domingo, 21 de octubre de 2012

Entre Caleao y la Felguerina (II): Unas plantitas.


Empezamos a describir, muy parcialmente las plantitas que nos encontramos en este paseo, entre Caleao, a unos 750 msnm, y las cabañas de La Felguerina, aproximadamente en la cota 1.100 msnm. 
Como es de esperar, la sucesión vegetal va cambiando.
Empezamos por una franja alrededor del pueblo en la que (inteligentemente), la cobertura arbórea dominante es la del castaño (Castanea sativa). Lógico: proporcionaba (una pena tener que hablar en pasado) madera de altísima calidad y durabilidad e hidratos de carbono para todo el año, ya que además la castaña se secaba (la riquísima castaña maluca) y se conservaba para cuando fuese necesario.



Y otro detalle: con ella alimentaban a los gochos, que se soltaban en el bosque para que recuperasen las castañas y los subproductos que no eran alcanzables por los lugareños, con lo que las proteínas, indirectamente, también venían del castaño.
Intentar explicar el paisaje sin entender el paisanaje es imposible en Asturias, como veis.
Alrededor del castaño prolifera una cohorte de plantitas la mar de interesantes, como por ejemplo la clavelina (Dianthus hyssopifolius).


O los alfeñiques (Centranthus ruber).















Abunda aquí la hierba de los pordioseros (Clematis vitalba).







Y el heléboro fétido (Heleborum foetidus).












En los pequeños praos que se forman en los claros del bosque, otras pratenses, como el trébol rojo (Trifolium pratensis).











O la escabiosa (Scabiosa columbaria).














Cuando subimos por la senda ya escasean los castaños, y empieza la zona del roble albar (Quercus petraea), que aunque también proporciona mucha bellota, era menos apreciada por el ganado, y su madera, aunque excelente, era más difícil de trabajar, por tener más nudos y recovecos que el castaño.








De entre los árboles que sirven de cohorte al roble, una que me hizo especial ilusión: el olmo de montaña (Ulmus glabra). Como sabéis, por culpa de la grafiosis casi desaparecieron las poblaciones, tanto urbanas como silvestres de este árbol por lo demás tan guapo.








 Mi gran sorpresa fue ver muchos árboles jóvenes, con las hojas asomando al camino durante muchos centenares de metros, lo que, como poco, significa que el olmo sigue presente, y quién sabe si recuperando su esplendor pasado.







Esta planta que veis, el muérdago, parasita y acaba matando a otros árboles. Vi algunas matas por algunos desgraciados troncos y ramas.












Un clásico de los cierres de seto vivo, el espino albar (Crataegus monogyna).










Y otro, indicador de humedad y tierra fértil, el fresno de hoja ancha (Fraxinius excelsior).










Bueno, seguimos mañana.