A finales de enero, durante un fin de semana con un fuerte temporal, disfruté de una mañana muy agradable, ornitológicamente hablando, en el fondo de saco de la ría del Eo entre Salías y la Llinera.
Lo más interesante, 3 hembras de porrón bastardo (Aythya marila), de las cuales una estaba sorprendentemente fuera del agua.
Al verla fuera del agua me di cuenta del gran tamaño de estos porrones, poco menores que los abundantes ánades azulones (Anas platyrynchos) que la rodeaban.
Los otros 2 ejemplares se encontraban, muy lejanos, a mitad de la ensenada, luchando con las olas.
Rodeadas de un buen bando de ánades frisos (Mareca strepera).
Los ánades rabudos (Anas acuta) estaban aún más lejos.
Además, un solitario macho de porrón moñudo (Aythya fuligula).
Ya en el observatorio de Salías, un buen bando de espátulas euroasiáticas (Platalea leucorodia).
Un lujo disfrutarlas tan cerca sin ser visto.
Al lado, un grupete de garcetas comunes (Egretta garzetta) en una curiosa disposición geométrica.
En dirección a Castropol, un montón de garzas reales (Ardea cinerea).
De limícolas, unas cuantos zarapitos trinadores (Numenius phaeopus).
También un par de archibebes claros (Tringa nebularia) y de andarríos chicos (Actitis hypoleucos).
De gaviotas, no podía fallar un gavión atlántico (Larus marinus) junto a las gaviotas sombrías y patiamarillas (Larus fuscus / michahellis).
Y la nota de color la dio el martín pescador (Alcedo atthis).
Llevar visitando el parque Isabel desde mi nacimiento me faculta para ver algunos cambios más o menos sutiles en las especies de aves que lo usan, y algunas, pocas, son muy positivas.
Hace unos pocos años, cuando empezó la expansión masiva de la garcilla bueyera (Bubulcus ibis) en Gijón, deseábamos que criasen en este parque, ya que usaban la isleta central como dormidero cada vez más populoso, pasando de algunos ejemplares sueltos a más de 50 en poco tiempo, y a casi 500 ejemplares invernantes el último invierno, lo que daba pistas de una expansión no sólo invernal si no también en algún momento, necesariamente reproductiva.
Y, efectivamente, entre la maraña de plumas blancas que se ven en el parque se ven nidos de esta especie, lo que indica que el momento ha llegado, lo normal es que vaya en aumento con los años.
Ese fue el caso de su pariente la garceta común (Egretta garzetta), que también pasó en poco más de una década de ser un ave invernal y poco abundante a ocupar todo el año la bahía gijonesa.
Pasó lo que tenía que pasar, y tras unas temporadas de cría incipiente en el Parque Isabel, ahora crían aprovechando en colonia todo el espacio de la isleta central, el último día que fui eran más de 60 los ejemplares, entre adultos y crías, lo cual habla de lo bien que le ha ido a esta garza en los últimos años.
La última especie con una evolución parecida es la paloma torcaz (Columba palumbus). Aunque no tiene nada que ver con las garzas también es una especie que lleva décadas evolucionando de una especie que criaba en zonas alejadas del hombre, a empezar a invadir parques urbanos, con poca timidez y mucha decisión, y hoy en día cría en el Parque Isabel y alrededores con gran éxito. Es muy común ver a sus pichones a escasos metros, algo impensable no hace tanto.
Como en el caso de las 2 garzas, era una especie tímida y extraurbana que ahora convive tranquilamente con el hombre, y prospera a nivel europeo con el mismo patrón, al nivel de Gijón las tres especies se expanden año tras año con éxito.
No todos los días se ven 2 especies nuevas de ave, y eso es un alegrón, pero los vi tan lejos y en tan malas condiciones atmosféricas que el disfrute fue menor de lo esperado.
A la porrona acollarada (Aythya collaris) la vi enseguida, ya que no paraba de zambullirse, y la combinación de colores es sencilla de distinguir de cualquier otra especie de porrón.
Sin embargo, las condiciones aquella mañana de diciembre en la ría del Eo eran malas, con lluvia, niebla y al menos 400 metros entre los patos y yo, así que se hizo lo que se pudo al telescopio, y con la cámara ya fue casi heróico sacar algo medio decente.
La acompañaba un macho de porrón moñudo (Aythya fuligula), y era tal la distancia que mantuve la duda de si sería macho de acollarado hasta que consulté con amigos que habían estado en mejores condiciones y me confirmaron que era macho de moñudo.
Os dejo un cutrevídeo de estos 2 porrones.
Los silbones americanos (Anas americana), pese a ser de mayor tamaño, y, al menos los machos, más llamativos, estaban todavía más lejos, así que costó un montón localizar a los 2 machos y 2 hembras.
Los machos, con la gran franja verde y la corona blanca pura eran fáciles de seguir, pero las hembras aunque acababas de hacerte a su cabeza grisácea, más que nada por comparación, no eran a esa distancia tan sencillas de localizar.
A esto se unía la gran cantidad de silbones europeos (Anas penelope), por encima de los 50, que rodeaban al cuarteto forastero, haciendo complicada la identificación.
Había además una media docena de ánades frisos (Anas strepera) y rabudos (Anas acuta), y unos 30 azulones (Anas platyrynchos).
Es fácil ver a los 4 silbones americanos en estos 2 vídeos que os traigo.
La calidad, como veis, brilla por su ausencia, es lo que se pudo hacer.
A las que pude ver al lado fue a las 10 espátulas (Platalea leucorodia), acompañadas de algunas garcetas comunes (Egretta garzetta), y de una garza real (Ardea cinerea).
En resumen, mereció la pena el viaje y el madrugón, pero se hubiese agradecido mejor climatología y mayor acercamiento de estas anátidas.
En sus cazaderos habituales en el estanque del parque Isabel de Gijón las garcetas comunes (Egretta garzetta) se ganan la vida atrapando gambusias con gran paciencia y dedicación.
Tanto, que apenas hacen caso a cualquier otra cosa de alrededor, incluido a las pocas personas que pasamos a esas horas por el parque.
La actividad le da a la garceta unos réditos muy buenos, siempre acaban pescando un montón de pececillos.
A falta de gran cosa que contar, este invierno vamos a retales:
Podemos disfrutar con la valentía y el descaro del macho de carbonero común (Parus major) que sale al encuentro de los fotógrafos en el parque Isabel...
...con lo curioso de ver que el amor sigue saltando razas y especies entre este macho de ánade friso (Anas strepera) y esta azulona (Anas platyrynchos) que están siempre en el río Piles cortejando...
...o con la paciencia y concentración en el proceso de caza de la garceta común (Egretta garzetta), mayor que la del fotógrafo, que abandonó el Rinconín antes de ver si la espera merecía la pena para el estómago del ave.
Este invierno tan flojo en visitantes raros por Asturias nos tenemos que contentar (y que no falten) con los bichos invernantes.
Un paseo rápido por el Rinconín siempre es agradable para ver a placer a estos ilustres habituales, como la aguja colipinta (Limosa lapponica).
Cada vez más raro, pero anual, es el correlimos oscuro (Calidris maritima), siempre rebuscando en las sombras de las rocas.
Muy escaso también, aunque no falta nunca algún ejemplar es el correlimos común (Calidris alpina).
Bastante abundantes (cuando los ves, porque menudo camuflaje) los chorlitos grises (Pluvialis squatarola).
Y no menos de 100 son los vuelvepiedras (Arenaria interpres) que pasan el invierno en el Rinconín de Gijón con nosotros.
Hay siempre belleza y elegancia en blanco en forma de garceta común (Egretta gerzetta)...
...o con los esmeralda, turquesa y coral del martín pescador (Alcedo atthis).
De gaviotas, nos estamos poniendo las botas los cazadores de anillas, tanto de las fotogénicas gaviotas cabecinegras (Larus melanocephalus)...
...como de las abundantísimas y (por fin) este año también con interesantes anillas gaviotas reidoras (Chroicocephalus ridibundus).
De gaviotas raras, nos contentamos, a falta de blancas, con gaviotas de invierno bastante numerosas este invierno, como las gaviotas canas (Larus canus)...
...y algunos ejemplares bien guapos de gaviota argentea (Larus argentatus).
Como en cualquier edificio, los vecinos tienen muy distintas personalidades y habitan el lugar sin ser muy conscientes de las minucias del otro, pero muy pendientes de lo que hacen.
La garza real (Ardea cinerea) ocupa los mejore lugares, buscando el Sol y moviéndose siempre con gran estruendo, es que el tamaño no permite grandes movimientos sin liarla.
Muy nerviosa y chillona, la oí antes de verla.
A punto estuvo de caerse un par de veces.
Hasta que por fin se instaló.
Muy arriba, en lo alto de las copas, los cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), completamente indiferentes al espéctaculo de unos metros más abajo.
Curiosidad, mutua, había entre la guapa garceta común (Egretta garzetta) y los desagradables galápagos de orejas amarillas (Trachemys scripta scripta).
Y finalmente, el martín pescador (Alcedo atthis), ojo avizor para ver si puede perseguir a sus congéneres, de charca en charca. Así están toda la tarde.