
Tomando un bitterkas (elixir de los dioses) en Ciudad Rodrigo, y pensando para mí mismo lo bien que nos lo habíamos pasado de vacaciones en Cádiz, me fijé que en casi todos los edificios de la Plaza Mayor de esta localidad había nidos de
avión común (Delichon urbicum).
Pero fijándome un poco, vi que uno de los edificios en particular tenía un reborde extraño todo alrededor.
¡Eran los nidos! Daban la vuelta por completo al edificio, en los 3 pisos que tenía el precioso palacio, y se superponían entre ellos.
La actividad era frenética, y es que mi hijo contó, a la vista (supongo que por las otras fachadas no visible habría otros tantos) unos 136 nidos, y no paraban de entrar y salir a cebar a los pollos.
Daba gusto ver que aún hay sitios en los que las aves urbanas pueden hacer su trabajo (comerse los insectos que de otra manera nos picarían) sin molestias, y respetándose sus nidos.
En la mayoría de las ciudades, y en la mía (Gijón) sobremanera, este acuerdo tácito se ha roto, y excepto en la zona rural, ya quedan pocos sitios en los que las aves insectívoras puedan anidar, y si les da por instalarse, se derriban sus nidos.

Siempre con las mismas excusas: que ensucian con las cagadas, que estropean los aleros de las casas, que montan follón...menudas idioteces.
El sonido de las aves en vuelo alrededor de estas ciudades que aún mantienen el contrato con sus aves es un sonido único y relajante, es el sonido de la vida en acción.

Son toneladas de insectos que de otra manera molestarían en las noches, o habría que matar con insecticidas.
Es una pena, ya no se ven por aquí golondrinas en el cielo, los vencejos comunes, escasean cada año más, y los aviones comunes en mi barrio son una rareza. Un desastre. Y una total pérdida de la sensatez.
En fin.
Bueno, con esto termino mi salida de Asturias, la próxima entrada ya en mi "local patch", espero que nos hayáis aburrido con mis vacaciones, volvemos a la tierrina y al verde.