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sábado, 19 de agosto de 2017

Las dunas gallegas: Lariño.

Otra increíblemente hermosa playa del concejo de Carnota, estupendamente preservada para lo que suele ser normal para estas playas en España. Gracias a ello pudimos ver de nuevo el espectáculo de la duna en explosión de colores y aromas.

Entre las muchas cosas que allí vimos, por ejemplo la preciosa flor de la Matthiola incana. Todo colorido.
En su color complementario, el amarillo cardo lechero, o Scolymus hispanicus.
También violáceas las flores de la Malcomia littorea.
La viborera (Echium sp.), la cual no me atrevo a  identificar más allá del género.
Más discreta, la correhuela de playa (Calystegia soldanella).
Más roquera, la zanahoria marítima (Daucus carotta gummifera).
Y por todas partes, el cardo marítimo (Eryngium maritimum).
Llamativa y simpática para todos, la cola de liebre (Lagurus ovatus).
Y finalizo con una planta que me sorprendió por su gran tamaño, la malva arbórea (Lavatera arborea), como era de suponer, aprovechando los aportes orgánicos de las gaviotas en los límites de los roquedos y el Faro.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Arnao - Punta da Cruz ( I ): Paisaje y plantitas.

Hace justo un mes salíamos de la playa de Arnao en Castropol en dirección a la Punta da Cruz, el trozo de tierra asturiana situado más al Noroeste. Es un camino bien marcado, con vistas increíbles, y con una orla vegetal interesante, con ciertas especies muy comunes en toda la costa asturiana, y otras no tanto.

En todo caso, un paseo relajado y relajante, como lo que sugieren las suaves borlas de la cola de liebre (Lagurus ovatus).











No es tan agradable el tacto de la carlina (Carlina  corymbosa), especie que se empieza a hacer frecuente cuanto más nos acercamos a tierras gallegas.
¡Ojo, que pincha!










Os pongo un mapa del camino, aunque no tiene ninguna pérdida, y está señalizado.










Una vez llegamos a la punta, se abre un horizonte de 360º de maravillas.










A los idiotas de la productividad y la eficiencia les recomendaría que se sentasen aquí y dejasen pasar un par de horas simplemente mirando las olas, su poder, su sonido y su capacidad de apaciguar nuestra estupidez humana.
Quizás aprendiesen algo, y al menos, estarían un par de horas sin tocar los co...





Bonito oteadero, aunque los todoterrenos pasen por aquí como si estuviesen en el Rally París - Dakar. En fin.











Blogspot maltrata las panorámicas, que no lucen, pero os podéis hacer una ligera idea de lo mucho que se domina desde aquí.



Si sois de lo des del micro (bienvenidos seáis), podéis buscar entre las rocas plantitas muy interesantes, como el cenoyo marítimo (Crithmum maritimum).









De vuelta ya a la playa, extensas matas de brezo ¿Puede ser Erica mackaiana?

ACTUALIZACIÓN: Pues no, nos dice el compañero José Antonio Cañal (ver comentarios con más detalles) que se trata de Erica cinerea.












Mezclado con otros, como el Erica vagans. Necesito disipar mis dudas con estas ericáceas, se admiten sugerencias bibliográficas (se acerca mi cumpleaños).

Por cierto, vaya foto mala.








Y llegamos a Arnao, vaya tarde más calmada y bien aprovechada.












A veces, como estos caracoles en la hierba, la vida dibuja pentagramas extraños, pero la melodía acaba sonando bien sin complicarse demasiado, y este día fue un buen caso.




La próxima entrada, pájaros y mariposas.






viernes, 17 de agosto de 2012

Alrededor de Frexulfe ( II ): Las plantitas

Bueno, antes de nada, si tengo mal clasificada alguna planta, me avisáis, queda muy feo dejar una entrada con datos falsos, y así aprendemos todos.

Pues nada, estábamos en Frexulfe, que tiene unas dunas interesantes, en las que crecen varias maravillas, entre ellas la muy fotogénica lechetrezna de las dunas (Euphorbia paralias).














También típica de nuestras dunas, la cola de liebre (Lagurus ovatus), siempre tan simpática.














Tampoco podía faltar la colleja (Silene vulgaris).








Una vez subidos al pinar, monocultivo de pino marítimo (Pinus pinaster). No me gustan nada los pinos (en Asturias), así que le niego mi objetividad, y lo saco feo, que se fastidie.
Cuando está entre las 100 especies invasoras más peligrosas del planeta, por algo será, digo yo...






Pero aún hay esperanza. Contra las idioteces de quienes opinan que si no hubiese pinos, en la costa asturiana no crecerían otros árboles, un roble (Quercus sp.), libra una dura batalla por salir entre los pinos. Si no llega el fuego, que favorece a los pinos, o la motosierra, en lo que tarde mi hijo en jubilarse, esto debería ser un robledal, pero el ser humano no suele dejar a la naturaleza imponerse a su estupidez, crucemos los dedos por el roble.







Mientras tanto, pocas especies salen en el sotobosque del pinar, entre ellas la humilde zarzamora (Rubus sp.).












Al salir del bosque, matorrales, ya respiro mejor, empieza la biodiversidad, también la biodiversión.
Si no me equivoco, la madreselva de los bosques (Lonicera peryclimenum peryclimenum).









Una gozada de trepadora con unas flores muy variables en color pero con una forma única y reconocible.
Si no me equivoco, esas últimas 2 hojas, no fusionadas, la delatan a nivel de género, y en Asturias, incluso como subespecie, pero eso se lo dejo a los que saben algo de esto (yo no).






Las flores son guapas incluso antes de abrirse.













Otra archiconocida, la malva (Malva moschata) asomaba al borde del sendero.








Otro arbusto conocido y letal, la dulcamara (Solanum dulcamara), ya va sacando frutos por estas fechas, hace un mes aún conservaba flores.









Y por fin entramos en la zona de praos de diente, mis favoritos, todo un estallido de color, y este sí que es un paisaje guapo y productivo.









Entre la hierba y las espigas, no faltan los tréboles, como el trébol rojo (Trifolium pratense), un alimento excelente para el ganado.














Olorosa y dulzona, la milenrama (Achillea millefolium).














O la centaurea, o garbanzón (Centaurea nigra).













Otra belleza destacada, los paxarinos (Linaria trionithophora).






Ahora nos inclinamos ante la para mí, reina de la belleza, la aguileña (Aquilegia vulgaris). De vulgar, poco.












Seguimos el camino, muy al borde del mar, en terrenos más fracturados, más ralos, con otro tipo de plantas, igual de interesantes. Como la carrasquilla azul (Glandora prostrata), una rastrera preciosa.







Otra que tapiza de color el camino, un jasión. Podría ser una (Jasione montana), pero tras el consejo del mucho más experto César Fernández, que cree que hay base para que también fuese la especie laevis, opto por dejarlo en (Jasione sp.).








No faltan los brezos. Tentativamente, meto a este en la especie (Erica mackaiana).










Y con algún reparo, a este otro en (Erica vagans).














Ya muy cerca del final, el terreno empieza a bajar de cota, y se forman en las fallas del terreno pequeños torrentes temporales, hiperhúmedos, en los que aparecen plantas acostumbradas a terrenos encharcados, como la matacaballos (Lobelia urens). Menudo nombre para una flor tan delicada.






Y esta planta, ¿podría ser salicaria (Lythrum salicaria)? No sé, no sé...









Y caminando caminando, llegamos a nuestro destino, la playa del Fabal. Mucho gusto de conocerla, y vuelta para casa, sabiendo algunas cosas más, y habiendo disfrutado de un paisaje precioso.

Lo dicho: si metí la pata, lo decís, es la única manera inteligente de aprender, de la sabiduría de los demás, y huyendo de la torpeza propia.