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miércoles, 5 de febrero de 2020

Con MAVEA a las Villuercas (III): Castañar de Calabazas.

Recién llegados a la comarca, tiramos en dirección a Castañar de Ibor y de allí al Collado del Postuero, casi anocheciendo ya, para hacer una breve pero estimulante ruta en dirección a los castaños centenarios de Calabazas, mereció la pena el apurón.









La ruta, una vez en la collada, era muy sencilla, y el sendero muy marcado.













Los castaños (Castanea sativa) centenarios imponían sus siluetas y su enormidad ya a lo lejos.






















De cerca todavía era mayor la impresión, y eso que estaban sin hijas, en primavera debe ser un espectáculo ver esas inmensas copas.















Caminamos un par de kilómetros por un bosquecillo mixto que nos dejó, además de por los castaños centenarios, un buen inicio a nuestras aventuras de los siguientes días.










Se nos hizo de noche, el Sol cayendo sobre los Ibores, una delicia de estampa.














La Luna nos acompañó hacia Guadalupe, buena compañera de viaje.

domingo, 9 de octubre de 2016

Frutos de otoño por los Meandros del Nora.

Increíble la productividad de frutos al final del verano en estas sebes bien conservadas de los pueblos de Asturias.

Frutos poco comunes ya en muchos sitios, como los del bonetero europeo (Euonymus europaeus).

Uno de los frutos más guapos de ver, también de los más venenosos.








Como los de la nueza blanca (Bryonia dyoica ), aunque éstos lo son en menor medida.













Tampoco son comestibles los del aladierno (Rhamnus alaternus): forman parte de la orla de la encina.










Mismas características las de la zarzaparrilla (Smilax aspera).













El laurel (Laurus nobilis) aún no tenía frutos formados, pero también denota características de zonas de clima más cálido y seco.












Y hela aquí, apareció la encina (Quercus rotundifolia), penetrando por este valle termófilo por el Nalón y la disposición Sur de la ladera y su pendiente, el terreno calizo también ayuda.








Mezclados pero no revueltos, los elementos más oceánicos, como el carballo (Quercus robur).













Y el introducido, hace centenares de años, por el diámetro de algunos ejemplares vistos en ruta, castaño (Castanea sativa).










Como no podía ser menos, tenemos también una orla de arbustos que se corresponden con estos árboles, empezando por el avellano (Corilus avellana).











Muy frecuente es el cornejo (Cornus sanguinea), con frutos muy apetecidos por los pájaros.










No menos que la hiedra (Hedera helix), aunque en este caso los frutos, invernales, serán un maná para una época con tan pocas frutas en el bosque.










Los escaramujos del rosal silvestre (Rosa sp.), toda una fuente de vitaminas.












El saúco (Sambucus nigra), esos frutos que saben tan ricos en forma de vino o licor, y que tanto manchan la ropa...













Y finalizo con el espino albar (Crataegus monogyna), cuyos ásperos pero cardiotónicos frutos están tan de moda entre los amantes de la medicina natural.

Un simple paseo por los alrededores de un pueblo "de los de antes" nos da una lección de botánica, pero también de ciencia culinaria, de química y hasta de arte, los frutos de todo un año de un árbol o de un arbusto ante nuestros ojos, hay que aprovecharlos que se acaban rápido.












domingo, 21 de octubre de 2012

Entre Caleao y la Felguerina (II): Unas plantitas.


Empezamos a describir, muy parcialmente las plantitas que nos encontramos en este paseo, entre Caleao, a unos 750 msnm, y las cabañas de La Felguerina, aproximadamente en la cota 1.100 msnm. 
Como es de esperar, la sucesión vegetal va cambiando.
Empezamos por una franja alrededor del pueblo en la que (inteligentemente), la cobertura arbórea dominante es la del castaño (Castanea sativa). Lógico: proporcionaba (una pena tener que hablar en pasado) madera de altísima calidad y durabilidad e hidratos de carbono para todo el año, ya que además la castaña se secaba (la riquísima castaña maluca) y se conservaba para cuando fuese necesario.



Y otro detalle: con ella alimentaban a los gochos, que se soltaban en el bosque para que recuperasen las castañas y los subproductos que no eran alcanzables por los lugareños, con lo que las proteínas, indirectamente, también venían del castaño.
Intentar explicar el paisaje sin entender el paisanaje es imposible en Asturias, como veis.
Alrededor del castaño prolifera una cohorte de plantitas la mar de interesantes, como por ejemplo la clavelina (Dianthus hyssopifolius).


O los alfeñiques (Centranthus ruber).















Abunda aquí la hierba de los pordioseros (Clematis vitalba).







Y el heléboro fétido (Heleborum foetidus).












En los pequeños praos que se forman en los claros del bosque, otras pratenses, como el trébol rojo (Trifolium pratensis).











O la escabiosa (Scabiosa columbaria).














Cuando subimos por la senda ya escasean los castaños, y empieza la zona del roble albar (Quercus petraea), que aunque también proporciona mucha bellota, era menos apreciada por el ganado, y su madera, aunque excelente, era más difícil de trabajar, por tener más nudos y recovecos que el castaño.








De entre los árboles que sirven de cohorte al roble, una que me hizo especial ilusión: el olmo de montaña (Ulmus glabra). Como sabéis, por culpa de la grafiosis casi desaparecieron las poblaciones, tanto urbanas como silvestres de este árbol por lo demás tan guapo.








 Mi gran sorpresa fue ver muchos árboles jóvenes, con las hojas asomando al camino durante muchos centenares de metros, lo que, como poco, significa que el olmo sigue presente, y quién sabe si recuperando su esplendor pasado.







Esta planta que veis, el muérdago, parasita y acaba matando a otros árboles. Vi algunas matas por algunos desgraciados troncos y ramas.












Un clásico de los cierres de seto vivo, el espino albar (Crataegus monogyna).










Y otro, indicador de humedad y tierra fértil, el fresno de hoja ancha (Fraxinius excelsior).










Bueno, seguimos mañana.