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martes, 9 de julio de 2019

Paseando por la Varallonga: fauna pequeña y diversa.

A veces paseos cortos dan resultados muy interesantes. A mediados de mayo nos fuimos a lo alto del concejo de Nava a subir al pico la Varallonga, un resalte calizo muy fácil y con unas vistas espectaculares.









Ya en los primeros abrevaderos para el ganado pudimos disfrutar de unos cuantos ejemplares adultos de tritón alpino (Ichtyosaura alpestris).














De mariposas, al ser plena primavera, mucha cantidad, en especial de la preciosa doncella de ondas rojas (Euphydryas aurinia).











Algunas níspolas (Coenonympha pamphilus).














De licenas, abundantes cejialbas (Callophrys rubi).

















Ícaros (Polyommatus icarus). En este caso, macho.











Esta hembra, tan oscura y gastada, me tuvo en jaque hasta que Jorge (isocero) me sacó de la duda. Otro ícaro.











Multitud de ejemplares también de ajedrezadas menores (Pyrgus malvae).













Llegar a la cima, como veis en el esquema, fue muy fácil, y desde allí se sucedieron las buenas vistas.








La principal, y más cercana, hacia Peña Mayor, de la cual la Varallonga es una montaña satélite.

Hacia Picos de Europa, todavía estaban muy nevados en mayo.















El Sueve, tan cerca.













Hacia la Cordillera Cantábrica y la Sierra del pico la Múa, al Este.












Finalmente, hacia la llanada de Nava, este pico no tiene vista mala.
A veces estas sierras interiores merecen la pena.











Sobre nuestras cabezas, algunas rapaces, como el buitre leonado (Gyps fulvus).












O el busardo ratonero (Buteo buteo).





miércoles, 5 de junio de 2019

Pateando historia por Obona

Nos decidimos a caminar unos kilómetros del Camino de Santiago por Tineo, en concreto el tramo que lleva a Obona, y sin duda es uno de los tramos más interesantes.












Desde el milenario Monasterio de Santa María la Real de Obona, en su día centro local merced a la labor económica y educativa de los benedictinos, salimos lamentando el estado actual de este lugar que debió ser imponente en la Edad Media.









Atravesamos bosques de roble y castaño que aun conservaban los mojones que daban aliento y guía a los peregrinos en épocas muy duras para vivir.










Sin duda para estos peregrinos, encontrarse con el Monasterio al final de la etapa debía ser algo espléndido, de la misma manera que a los urbanitas hoy en día nos parece espléndido encontrarse con paisajes como el rural tinetense, verde en primavera y con un aroma muy difícil de olvidar para quien pasó casi una década conviviendo a diario con él.



En la lejanía, unas vistas bien conocidas del día a día de aquel entonces, cuando vivía otra vida bien distinta. El Cornón, en pleno Somiedo, a lo lejos.










En los bosques, mucho más cercanos, los futuros frutos del arándano (Vaccinium myrtillus).












Algunas mariposas, como la C blanca (Polygonia c-album).













Muchas muchas mariposas de los muros (Pararge aegeria).













Y una licena arquetípica de la mariposa de primavera, la cejialba (Callophrys rubi).













En el cielo, la imponente sombra del buitre leonado (Gyps fulvus).












Y el mucho más juguetón vuelo del milano negro (Milvus migrans).












De vuelta en Obona, uno se pregunta si merece la pena vivir en la comodidad del S. XXI, en comparación con la plena pero seguramente efímera vida que llevaban los monjes del S. XI.