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miércoles, 9 de marzo de 2016

Viaje a Galicia: unas buceadoras.

Terminamos estas entradas con algunas especies buceadoras que nos encontramos aquí y allí.

En Burela, un pobre arao común (Uria aalge), al que como veis le faltaba una pata. Mal pronóstico.











También en Burela vimos 3 alcas (Alca torda), más lejanas.







Y lo más prestoso, aunque muy lejanos incluso para el telescopio, 2 colimbos árticos (Gavia arctica) que vimos en la playa de Lago.











Y a esta no se la puede llamar buceadora, sólo se mete al agua hasta las rodillas como quien dice, pero fue lo último interesante que vimos en el viaje, y con esto termino esta serie de entradas: un águila pescadora (Pandion halliaetus), vista desde la parte lucense de la ría del Eo.

martes, 1 de marzo de 2016

Viaje a Galicia: Gaviones hiperbóreos.

Un clásico en estas fechas en la costa cantábrica gallega es encontrarse con las gaviotas blancas.










Aunque este año nos falló la groenlandesa, no estuvo nada mal, teniendo en cuenta que no se habían visto la semana anterior por la zona, y regresamos con 2 (no, fueron 3, ver comentarios abajo) gaviones hiperbóreos (Larus hyperboreus). El primero salió por sorpresa en San Cibrao justo cuando se iba el gran bando de gaviotas al aparecer unos perros.








Hubo algo de discusión a los telescopios, ya que aunque todo indicaba que era un hiperbóreo y no una groenlandesa, tenía una cara tímida y dulce impropia de un pirata del Ártico como suele ser el hiperbóreo.








Sí, posiblemente fuese una hembra, más pequeñas y dulces de cara. Y sí, estamos un poco locos los gavioteros.













En una de las últimas paradas del viaje relámpago, nos fuimos al clásico entre los clásicos de los hot-spots de gaviones en Galicia, el puerto de Burela, y allí, nada más bajar del coche pude cantar 2 gaviones, uno atlántico (Larus marinus), y a su lado nuestro 2º hiperbóreo.



Al estar tan cerca, lo visualizamos en todo su esplendor con los telescopios.











Sin duda una preciosidad.














Poco duró, la caída de una gran pieza de metal en el puerto ocasionó la espantada de todas las gaviotas, que se fueron al aire. (Y ojo, ver comentarios, porque este ejemplar de la foto es diferente del anterior).









Un bicharraco que siempre impresiona, da igual cuántos veas, es como verlo siempre de nuevo cada invierno, quizás el símbolo del nirvana gaviotero.













No estaban tan contentas las demás gaviotas, que lo sometieron a varias persecuciones hasta que desapareció definitivamente.

martes, 3 de marzo de 2015

Gavioteo extremos por Galicia (y VII): Burela: Gaviotas groenlandesas.

Terminábamos el viaje expréss por Galicia en busca del puerto de Burela, que conocía y que siempre atrae grandes gaviotas, algunas de ellas de procedencias muy norteñas. Todo parecía bien encaminado, pero no sospechábamos que se nos iba a dar tan pero que tan bien. Fue llegar, y antes de bajar del coche, ya estaba Roberto cantando la primera gaviota groenlandesa (Larus glaucoides).











Era un primer invierno, que enseguida se fue al otro lado de la dársena.












Estuvimos esperándola un buen rato, hasta que decidimos seguirla, porque nos quedaba muy lejana. Bien pensado.











Porque al otro lado fue el delirio cuando la vimos tumbada en el agua...







...y ¡no estaba sola! Había otra groenlandesa con ella.


En concreto, otra groenlandesa, y esta era de 2º invierno.












Por desgracia, mucho más tímida.












Se mantuvo en la lámina de agua, y salvo alguna pasada muy cercana, se mantuvo alejada, lástima porque era guapísima.









Su compañera más joven, al contrario, era muy atrevida, y además perseguía a las demás gaviotas sin piedad.








Nos dio muchas pasadas por encima, y a alguno se le calentó el obturador de tanto darle al botón...














No era cosa de desperdiciar una oportunidad extraordinaria.










Como premio, se llevó la mitad de mi bocata, por una vez, la publicidad no engaña: el "Navidul" nunca falla...











Nos acompañó hasta el tiempo, veníamos del frío invierno en Cariño, con agua, y aquí hasta nos salía el Sol.









No solo eran las groenlandesas las que se zampaban nuestro pan, había enormes gaviotas patiamarillas (Larus michahellis) por todas partes.










Con un porte de matonas terrible.













Burela es el principal puerto pesquero del Cantábrico, y se nota, no creo que aquí exista el hambre para estas gaviotas tan hermosas.








Pues nada, después apareció el inmenso gavión hiperbóreo que os contaba en la anterior entrada y que ya nos sumió en el nirvana gavioteril, y dimos la aventura por inmejorable, no antes de seguir a esta groenlandesa tan agradable a una playita cercana.









Donde nos despedimos de ella y de las increíbles gaviotas gallegas que nos hicieron pasar unas horas de ensueño, todo salió perfecto.











Volvimos en coche para Asturias todavía con estas maravillas en la retina, y nos quedó tiempo para zamparnos un cachopo en agradable compañía. Así merece la pena esta afición, sin duda.





domingo, 1 de marzo de 2015

Gavioteo extremo por Galicia (VI): Burela: los 2 gaviones.

Menudo susto cuando vimos a este gavión hiperbóreo (Larus hyperboreus) bajar del tejado del puerto de Burela.










Ya llevábamos como una hora disfrutando de las gaviotas groenlandesas (ver próxima entrada) cuando David cantó que había un hiperbóreo enorme en el tejado al otro lado de la dársena.










Un primer invierno gigantesco, tan pálido que en directo lo creímos de la raza asiática pallidissimus.









Ya pensábamos que no lo veríamos de cerca, pero en un colofón fantástico al viaje gaviotero, bajó justo delante nuestro entre las otras gaviotas, y tan grande y blanco que rodeado de las demás más oscuras, parecía algo irreal.





Fueron solo unos segundos pero fue lo más mágico que haya vivido yo con gaviotas, y mira que he visto decenas de miles.









Además de este hiperbóreo, Burela es un sitio muy bueno para ver gaviones atlánticos (Larus marinus), como este mocetón de 1er invierno.











Y una curiosidad: la primera vez que veo a un busardo ratonero (Buteo buteo) en un puerto marino.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Mi pequeño gran viaje a Galicia (X): Burela (2)

En mi infancia conocí lugares en Asturias, barrios de Gijón, y villas a Oriente y Occidente, volcadas al mar y a sus industrias, navales, del pescado, del ocle, del marisco y mil variantes más.
Por desgracia, salvo excepciones más pintorescas que efectivas, esto ha muerto, y los pueblos marineros lo son más cara al turismo que en la realidad.




Pero aquí al lado, en Burela, mucho más discretamente, aún se palpa la actividad marinera, literalmente la interacción con esta industria es intensiva y palpable en cada calle.








Nos hicimos parte del paseo marítimo y descubrimos paisajes agradables como los de la playa de Portelo, donde pude localizar un guapo bando mixto de correlimos tridáctilos (Calidris alba) y correlimos comunes (Calidris alpina).




Subiendo y bajando la línea de marea, con el habitual trotecillo alegre que marcan los tridáctilos, removiendo cada brizna traída por las olas.






Parada y fonda, durante unos minutos, y de vuelta al paso, volando enseguida de la playa.
En los tejados de las casas y naves, densidad alta de gaviotas, patiamarillas (Larus michahellis) en su mayoría, y algunas sombrías (Larus fuscus), minoría.







Similar distribución en los acantilados, mansas y regordetas, una traía anilla metálica ilegible con el fuerte Sol.










Un bisbita pratense (Anthus pratensis) me miraba recién llegado a terra desde su migración del norte.









Y un alcatraz atlántico (Morus bassanus), uno de los muchos miles que pasaron incansables hacia el Sur por delante de esta tierra.







Y después nos fuimos hacia Asturias, solo quedaba una parada en este viaje.


sábado, 2 de noviembre de 2013

Mi pequeño gran viaje a Galicia (IX): Burela (1): Gaviones que dan miedo.

Como sigue: me había avisado Antonio que en el puerto de Burela sedimentaban gaviones atlánticos (Larus marinus), y en pleno invierno, delicias en forma de gaviotas blancas. Y de nuevo, dicho y hecho.













En uno de los límites del puerto, con el gran espigón al fondo, había 3 gaviones atlánticos, y unas cuantas gaviotas más, ninguna anillada, pero prestosas igual. 
Y en las naves adyacente, cientos de gaviotas patiamarillas y sombrías (Larus michahellis / fuscus), que de nuevo no iban cargadas de anillas, como a mí me hubiese gustado.




Alguna, como esta, cercana y nada melindrosa.














Pero todo el disgusto se curó al poder disfrutar a gusto de 3 gaviones, los 3 de diferente edad. 














A cortísima distancia, y en todo su poderío, el gavión apareció, un 1er invierno, de aspecto robusto pero levemente delicado, para los estándares de la especie.










En todo caso, una maravilla hecha gaviota.












El otro gavión, el de portada, también  inmaduro, mayor y con la cara de maleante que a mí me gusta en la especie, era ya un 2º invierno, y este sí que ya entraba en todos los cánones de mala pinta.










Una gran suerte el poder estar un buen rato tirando fotos a placer, y tan chulo el tío que a veces paseaba delante de mí y tenía que echarme atrás para meterlo en el encuadre, una salvajada.









Lo que tiene que ser este lugar en pleno invierno y con temporal, ay mamina.











Justo cuando más cerca estaba se me pone a contraluz, cachis.















Se hizo lo que se pudo.






Finalmente, el que ya tenía una pinta monstruosa, era el casi adulto (por tanto negro en el pico yo creo que es un 4º invierno), que no se dignó a subir al cemento, pero estaba casi igual de cerca, magnífico.








Esperamos un buen rato por si se animaba (hubiese sido de escándalo), pero no hubo suerte.










Cuando ya me planteaba utilizar a mi santa esposa de cebo y pedirle que enseñase algo de chicha para que el gavión subiese a tierra atraído por la visión de sus lozanas carnes, llegó un cormorán grande (Phalacrocorax carbo) con un sargo en el pico, y ya se fastidió todo, acabó la cosa con el cormorán escapando por su vida, el sargo vuelta al agua, y el gavión en la otra punta, ¡vaaaaya!




En todo caso, mereció mucho la pena, me encantó estar en territorio gavión por cerca de una hora.