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jueves, 18 de agosto de 2016

Pajareando por el Camí de Cavalls (II): Roqueros solitarios, tarro blanco...y algunas impresiones.

Seguía camino de madrugada hacia Cala Blanca, y me encontré a 3 roqueros solitarios (Monticola solitarius), 2 machos y una hembra, con distintos grados de cercanía. Alguno de ellos me localizó antes que yo a él...












En su hábitat, con la roca tan fragmentada, tenían lugares de sobra para esconderse.






Pero también detecté cierta curiosidad hacia mi persona, sin que pudiese catalogar al ejemplar como cotilla...

















...sí que fue muy tolerante y tranquilo conmigo.















A diferencia de a este macho, la hembra del territorio sí que no quiso saber nada conmigo, limitándome a poder observarla a través de los prismáticos.

















Hubo un paso fugaz en pleno mar, un tarro blanco (Tadorna tadorna), que no tengo ni idea de dónde ni hacia dónde se dirigía, pero en todo caso, fue visto y no visto.









Muy abundantes, y en todas direcciones, las gaviotas patiamarillas mediterráneas (Larus michahellis michahellis), algunas todavía patrullando sus territorios de cría, protegiendo a sus pollos ya mayorcitos.








Además, muchas inmaduras de esta especie, y alguna de la gaviota sombría (Larus fuscus).











En el aire, al calentar ya el Sol, muchos vencejos pálidos (Apus pallidus), abundantes por todas partes.













Y finalmente, llegué a Cala Blanca, mi destino.

Aunque el lugar era plenamente atractivo a las 7 de la mañana, ya había gente en la playa, algunos ya bañándose, y me marché antes de que se llenase. No dejaba de tener su encanto, pero para mí una playa rodeada de chiringuitos nunca puede ser una buena playa, aunque para este cormorán moñudo mediterráneo (Phalacrocorax aristotelis desmarestii) sí lo era, y disfrutaba de las cristalinas aguas (casi) en soledad.











En Cala Blanca, abundaban los gorriones comunes (Passer domesticus).












Y también las tórtolas turcas (Streptopelia decaocto).













Ya de vuelta, como siempre, pensando, me debatía entre la admiración por un paisaje espectacular y el hastío indisimulado por su ocupación por las actividades humanas. Fue algo común a toda la isla, con rincones preciosos y otros lugares de una masificación y degradación lastimosas.
Quizás julio no es el mejor mes para ver con perspectiva, y una única visión da un diagnóstico sesgado.

Alejando el objetivo, resulta una costa amable y donde hay que buscar un poco para encontrarte sitios en los que estar tranquilo y sentir la profundidad de la personalidad de sus gentes y de su naturaleza...







...aunque acercándose un poco, hay barbaridades que están fuera de toda ética y estética. Para un asturiano, había lugares supuestamente calificados en las guías de turismo como vírgenes que enseguida llamaban al chiste fácil, supongo que en Asturias estamos mal acostumbrados a poder caminar kilómetros de playa sin ver un alma, y no es una buena piedra de toque. A veces mamotretos como este de Cala en Forcat ensuciaban kilómetros de paisaje. Hay que pensar en los puestos de trabajo, en la economía, sin duda, pero creo que otro modelo es posible. En fin.

Ya de vuelta, me acercaba a mi destino definitivo, la mucho más tranquila zona del Cap d'Artrutx, igualmente masificada de viviendas vacacionales, incluida la mía, pero con una, al menos paisajísticamente, menor tendencia a machacar la costa.





Ya sólo me quedaba pasar el último cartel...












...y apuntarme una mariposa presente pero muy escasa en Asturias, el lobito jaspeado (Pyronia cecilia). Una hembra.
















miércoles, 3 de septiembre de 2014

Por la Bahía de Cádiz (VI): Golondrinas y vencejos.

Con la abundancia de insectos por todas partes en el mes de agosto, el cielo estaba gloriosamente saturado de aves especializadas en su captura al vuelo.
En casi cualquier cable descansaban 2 especies de golondrina que rara vez se ven juntas en Asturias.
Por culpa de la golondrina dáurica (Cecropis daurica), que en Asturias tiene una presencia muy puntual, en Cádiz la vi, en menos número que la común, pero muy extendida.










Aunque tiene una línea parecida a la común, es fácil fijarse en unos detalles muy distintivos, aparte de su manera de volar, muy elegante y particular. En primer lugar, como se medio ve en estas malas fotos (el dichoso contraluz), la dáurica tiene, detrás del ojo, una mancha de color anaranjado.








La golondrina común (Hirundo rustica) tiene, en cambio, la mancha netamente roja, y por delante (no detrás) del ojo.













Y otros 2 detalles definitivos que se ven muy bien en vuelo: la golondrina dáurica tiene una gran mancha del mismo anaranjado que la cabeza, en el obispillo, mientras la común no tiene mancha y es negra uniforme en su dorso.









Y la cola, por debajo, en la región anal tiene el diseño opuesto: negra en la dáurica, y blanca en la común, se puede ver algo de eso en las fotos.














De los vencejos, abundantísimos, se pueden ver 5 especies diferentes en Cádiz, yo pude ver 2, aunque por momentos creí ver 3, ya que estas fotos de vencejo pálido (Apus pallidus) creí, sobre el terreno, que eran de un vencejo cafre.










Al verlo desde abajo, y bajo un potente sol, la extensión de la mancha gular en la garganta parecía mucho mayor. Y las brillantes alas parecían de bordes blancos, como el cafre. Fue impresión mía favorecida por el Sol, en realidad es el efecto de la luz que hacía las alas traslúcidas.

Lástima, porque me hubiese gustado encontrarme a los cafres.