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martes, 7 de agosto de 2012

Lugares donde ver aves: Pinar del Monte Algaida, Cádiz: aves forestales.

Bueno, tenía a uno de nuestros hamsters malín y no pude mantener el ritmo del blog estos días: retomo el tema de la última entrada.
Después de la laguna de Tarelo, sale una senda que atraviesa un gran pinar de pino piñonero (Pinus pinea), sobre arenas, en el Parque Natural de Doñana, en su vertiente de Cádiz.
No es una senda sobre el mapa difícil, pero sí lo fue en la práctica, una de las más duras que haya hecho nunca, y ya es decir.

Hacía calor. Mucho. El terreno era una enorme duna, sin camino, solo arena, y para los asturianos, eso es una novedad, cuesta acostumbrarse a caminar sobre arena.
Pero lo más difícil, por momentos insoportable, fueron los insectos, me abrasaron los mosquitos, pero lo peor fueron las moscas. Cientos, cubrían mi cara, mis brazos, mis piernas, y hasta el teleobjetivo tenía decenas de moscas. Si respirabas fuerte, te las tragabas, y aunque iba bien pertrechado, con pañuelo, sombrero, antimosquitos y protección solar, gafas de Sol, etc, me agobié muchísimo, y la única razón para completar los casi 7 kilómetros de senda fue la compensación de la mucha naturaleza, y mucha novedad respecto al paisaje asturiana que representaba la aventurilla, con todo, mereció la pena.

Al grano. Siento decir que lo primero que me encontré fue una lechuza muerta (Tyto alba).
Preciosa, pero fiambre reciente.











Aproveché alguna de sus plumas, una vez comprobé que no estaba anillada, y los escarabajos (desconozco si enterradores, o carábidos) aprovechaban ya su carne.










Aunque desconozco si murió de muerte natural, ciertas desagradables pistas me ponen en la peor de las sospechas.








Y es que esta es tierra de abundantes conejos (Oryctolagus cunniculus), me los crucé por decenas, no fui tan rápido como para echarles fotos, aunque si hubiese sido un depredador, estoy seguro que hubiese comido conejo, porque de verdad qeu estaba la arena, en los bordes de los matorrales, llenos de huras de conejo.
Una nueva novedad para los asturianos, los conejos son toda una rareza por el Norte.




Había muestras en forma de esqueletos y excrementos de que el conejo es el pilar de este ecosistema, por su abundancia.









Este cráneo también lo aproveché para la colección familiar.












En cuanto a aves, el terreno era intrincado, y fabulosamente lleno de matorrales, un sotobosque sobre arenas muy interesante, para los norteños, muy extraño. Y los pájaros eran difíciles de ver, bastante fáciles de oír, y casi imposibles de fotografiar. Casi. Había rapaces criando ostensiblemente en las copas de los árboles.
Por ejemplo, una aguililla calzada (Aquila pennata). Preciosa, infinitamente más que en la foto.



Los pinos se las traían, tenían unas copas enormes, y formaban un dosel vegetal enmarañado, donde era difícil ver qué volaba, y por dónde.














Por ejemplo, los abundantes milanos negros (Milvus migrans).









En las ramas de los arbustos, como este tan adaptado a Doñana, la sabina marítima (Juniperus phoenicia turbinata), decenas de pajarillos, solo os pondré los pocos que pude fotografiar.











Como esta curruca mirlona occidental (Sylvia hortensis), que en su forma inmadura era extraordinariamente parecida a las currucas zarcerillas que muy de cuando en cuando observo en paso por Asturias.









Había muchos grupos familiares, como este adulto, y no digamos de la aún más abundante curruca cabecinegra.











Entre los arbustos, este sí es conocido en Asturias, asociado a los encinares, el rusco (Ruscus aculeatus).











También escasa en Asturias la alondra totovía (Lullula arborea), no le dio la gana de darse la vuelta.











Había un montón de cajas nido, me alegra ver que en algún sitio se acuerdan de los bichos con alas.








Los papamoscas grises (Muscicapa striata), abundantes, seguro que lo agradecen.







O los pinzones vulgares (Fringilla coelebs), que, evidentemente, lo tendrían crudo para anidar sobre la arena.










En los bordes de los matorrales, siempre estaba presente el lentisco (Pistacia lentiscus).












Pero sin duda, la planta más exótica para un norteño como yo era el palmito (Chamaerops humillis). Curiosamente, tengo uno en casa, en una maceta, pero no pinta tan vivo como estos de las arenas de Doñana.







Este trocito de Cádiz tiene una variedad de paisaje extraordinaria, con muchos ecosistemas diferentes, mezcla de monte mediterráneo, marisma, lagunas, y mar. Incluso tenían interés las zonas de cultivo y pastos adyacentes.



























No tuve el placer de comerme la afamada carne de la vaca marismeña (o mostrenca la llaman también), pero me gusta saber que aquí domina el paisaje una raza autóctona y perfectamente adaptada a las duras condiciones de este terreno tan particular.





En las empalizadas, un gran cazador al acecho, el alcaudón real (Lanius meridionalis).


















Y por todas partes, una de sus presas, la lagartija colirroja (Acanthodactylus erythrurus). No domino en absoluto las lagartijas ibéricas, así que si me equivoco de especie, podéis darme estopa con toda tranquilidad.







Pues nada, terminé la ruta con un aspecto espantoso, menos mal que después me fui con la familia a las preciosas playas de Sanlúcar, como esta de las Piletas, a medio camino entre la desembocadura del Guadalquivir y el Océano Atlántico, y con Doñana de fondo. Una maravilla.





sábado, 4 de agosto de 2012

Lugares donde ver aves: Laguna de Tarelo, Cádiz: gaviotas picofinas, garcillas cangrejeras, martinetes y muchas más

Ya terminando mi estancia en Cádiz, me apetecía acercarme a Doñana, y cerca de Sanlúcar de Barrameda hay un trocito de Cádiz que pertenece al Parque Natural de Doñana, y allí me fui, por probar si se veía algo.
Buffff, cuantas aves concentradas en tan poco terreno, aunque lo más valioso en mi caso fue ver a mis primeras gaviotas picofinas (Chroicocephalus genei), y además un montón, había allí de todo un poco, todo un poco a granel...









A la laguna de Tarelo se llega pasando Sanlúcar de Barrameda, y luego el pueblo de Bonanza, y al final hay una lengua de tierra al Sur del Guadalquivir en la que se rellenó un enorme socavón artificial, dejando que se inundase. El experimento salió perfecto, porque esta pequeña laguna está plagada de aves, que además crían en grandes números aquí.










No llevaba telescopio, lo que hubiese sido ya el nirvana, así que me tenéis que disculpar las malas y lejanas fotos, si las ampliáis se ve mucho mejor.

Como os decía, lo primero y que más urgentemente me llamó la atención fue la cantidad de gaviotas picofinas que había.









Estaban muy mezcladas con gaviotas reidoras (Chroicocephalus ridibundus), y contra todo pronóstico, a larga distancia me resultó algo complicado diferenciarlas.





A los pocos minutos, una combinación de mayor tamaño y corpulencia, el tono más rojo coral de las patas, la cabeza libre de "boina" negra, y en especial un pico más largo, y ligeramente torcido hacia abajo, acabó de sacarme de dudas a las picofinas respecto a las reidoras...pero no es tan fácil como parece...

Fue una pena no llevar el telescopio porque muchas de las gaviotas picofinas iban anilladas, hubiese sido un sueño encontrarme a las tan esperadas picofinas, y además con mis queridas anillitas, pero a prismático, a esa distancia era absolutamente imposible leer nada.



Son unas gaviotas guapísimas, en todo caso, con una mirada extraña, muy diferente a la de la reidora.












Ya os habréis fijado en las fotos: no solo había gaviotas, no, había de todo un poco, una mezcla que satisface a cualquier ornitólogo. Aquí es todo a lo bestia, y me imagino que cruzando a la otra orilla, en el corazón del Parque nacional de Doñana, tiene que ser como para tomar la pastilla para el mareo antes de sacar los prismáticos.



Había una gran colonia de garcetas comunes (Egretta garzetta), con más garcillas cangrejeras (Ardeola ralloides) de las que hubiese visto nunca antes. Una maravilla.






Las garcillas cangrejeras eran en su gran mayoría adultas, aunque sospecho que había pollos entre las ramas, bien escondidos.
Y la colonia continuaba por la parte de atrás de la isla central y en las orillas a las que no podía acceder.






Las garcetas comunes, abundantísimas, de todas las edades.










Algo menos abundantes, las garcillas bueyeras (Bubulcus ibis).









Hasta salió de la espesura un juvenil de martinete común (Nycticorax nycticorax). En el centro de la imagen.






Ya las habréis visto en las otras fotos: hay varias espátulas (Platalea leucorodia).









Y otras aves sueltas: cigüeñuelas (Himantopus himantopus), ánades azulones (Anas platyrynchos), gaviotas sombrías (Larus fuscus)...





También sobrevolaban la laguna charrancitos (Sternula albifrons), pero ni una foto buena me dejaron hacerles.








Hacía un calor terrible, y me estaban literalmente comiendo las moscas. Una araña, que me dan un miedo tremendo, me ayudaba comiéndose las moscas que le atraía yo. No tengo ni idea de que especie puede ser (ayuda), pero sin duda era una gran cazadora.












Cuando ya me iba, un carricero se posó cerca. De espalda tenía dudas, por su corpulencia, de si se trataba de un carricero común o de un carricero tordal (Acrocephalus arundinaceus).





Al mirar para mí, y aunque no soy ningún experto en carriceros, y realmente es el primero tordal que veo, ya que en Asturias no es que abunden para nada, puedo entender que el pico, grueso y fuerte, la complexión robusta, las patas gordas y oscuras, el listado blanco y gris del pecho...me inclinan hacia el carricero tordal.












Bueno, pues de nuevo la naturaleza gaditana me abrumó, y eso que solo son retazos a nivel de turismo, no me importaría pasar una temporada por aquí más a fondo...me despidió un somormujo lavanco (Podiceps cristatus)...y seguí caminando por los pinares, eso para otra entrada, porque aunque casi me costó una de mis vidas, lo pasé (de nuevo) pipa...














sábado, 21 de julio de 2012

Lugares donde ver aves: 3 Amigos - Río Arillo, bahía de Cádiz (y II): Charrancitos, correlimos zarapitines...

Bueno, pues lo dicho, seguí caminando, ya entre muros artificiales y sobre las compuertas de las esclusas que permiten la inundación con marea alta, para extraer la sal.

Y seguí viendo maravillas, simplemente mirando para arriba y siguiendo el rumbo de las decenas de charrancitos comunes (Sternula albifrons).





Aunque parecían llevar un destino errático, gravitaban todos sobre la misma charca, y me fui acercando poco a poco, ya un poco vencido por el calor y la reflexión de la luz en la sal.









Volaban maravillosamente, y empecé a entender lo que iba a ver cuando me di cuenta de la caña que les estabn dando a las gaviotas patiamarillas (Larus michahellis) que se atrevían a sobrevolar el espacio aéreo que delimitaban los adultos.








Y, efectivamente, allí estaba una colonia de charrancitos, con los pollos aún sin volar, pero bastante grandotes. A pesar del pequeño tamaño de los charrancitos, y de compartir laguna con las poderosas patiamarillas, estaba claro que defendían sin problema a los pequeños.


Acercándome más, disfruté sentado tranquilamente de un buen espectáculo con las crías en el medio de un carrusel aéreo de papis charrancitos.







Pero esta laguna, en parte sal y en parte fango, era una joya, poco a poco empecé a fijarme mejor, y había otros muchos vecinos interesantes.
Para empezar, una aguja colinegra (Limosa limosa) acompañando a un buen grupo de correlimos zarapitines (Calidris ferruginea).






Salvo uno, que aún está parcialmente con plumaje reproductor, los demás zarapitines estaban ya con el plumaje invernal, ya de vuelta a sus cuarteles de invierno en África, hacen una parada aquí.







Y, ¿cómo no?, seguía habiendo camuflados varios grupos familiares de chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus).





Con mamás...












...papás...








...y unos preciosos pitinos, de muy diferentes edades, que no paraban un segundo.







Y fijándose bastante, cerca de ellos, estaban sus parientes, los chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula), también supongo que de vuelta de sus lugares de reproducción, aunque a diferencia de los zarapitines, estos sí que puede que pasen todo el invierno aquí.






Alrededor, pero a distancia prudencial, una pequeña colonia de gaviotas patiamarillas, ya con pollos muy grandotes.



Había un buen número de estas gaviotas, muy cerca de mi posición, pero por desgracia, ninguna anillada.












En fin, me alegré mucho de haber seguido caminando, aparentemente el fondo no invita a pensar en estas colonias de aves tan prestosas, pero la naturaleza ha sabido convivir con las autopistas, con la industria y hasta con los ornitólogos con cara de tontos...




De vuelta ya al coche, más cigüeñuelas (Himantopus himantopus).








Algunas, muy cercanas.











También más avocetas (Recurvirostra avosetta).








A veces, si mirabas al agua, te perdías lo que te sobrevolaba, era muy emocionante verte en medio de tanto trajín alado.










La marea ya subía, y el paisaje cambiaba al llenarse los estanques de agua de mar.








Yo estaba medio deshidratado, el Sol cascaba, no había sombra y con el Sol ya alto y de frente no se veía nada, pero daba gracias de haberme animado a acercarme a este sitio tan especial.
Además, me sentía plenamente integrado en el ecosistema, porque decenas de mosquitos estaban haciendo su agosto conmigo, y esos mismos mosquitos, convenientemente alimentados, eran presa de los cientos de aviones, golondrinas y vencejos comunes que pasaban casi rozando las charcas. Ejemmm...




Pues nada, todo un placer haberos enseñado este sitio tan recomendable, incluso en verano...
Me despidió una última curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala), y me fui con la family, con cara de habérmelo pasado muuuuuy bien.




Y por la tarde, turismo. En la próxima entrada.