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domingo, 27 de octubre de 2019

Delta del Ebro: El Fangar.

Termino esta serie sobre el maravilloso Delta del Ebro con una especial excursión al Fangar.












Esta península, que se formó con los depósitos de arena y sedimentos del Ebro en su desembocadura, es una lengua de arena que se puede recorrer durante kilómetros, por un sendero pegado al mar. La sensación es extrañísima, ya que llega un momento en el que todo es arena.




El aislamiento, y la protección de la que disfruta este espacio natural, hacen que muchas aves críen aquí en unas condiciones fantásticas.











Así, vimos varios nidos de charrán común (Sterna hirundo).











También varias parejas de chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus).













Con sus nidífugos pollos.














Muchas menos que en otras zonas del delta, pero también algunas gaviotas de Audouin (Larus audouinii)












Aunque las verdaderas protagonistas son las gaviotas patiamarillas mediterráneas (Larus michahellis michahellis), que aquí llenan la playa por miles.










Ya leímos en Asturias un buen montón de anillas de estas patis del Delta, ahora me explicaba su abundancia.









A mitad de excursión ya vislumbrábamos el faro del Fangar.













Un icono del Fangar y del Delta del Ebro que al alcanzarlo significaban el fin de la ruta y el fin de nuestro viaje. Espero volver muy pronto.

lunes, 12 de agosto de 2019

Delta del Ebro: El Garxal

Aunque había leído mucho de las bondades del Delta del Ebro, sin duda el viaje que hicimos este año me abrió los ojos a la extraordinaria biodiversidad y paisaje que ostenta. La primera ruta que hice para comprobarlo fue por el Garxal, justo donde el Ebro desemboca.









Ya caminando desde el chalet donde nos alojábamos, fui encontrándome aves interesantes, como las abubillas (Upupa epops).











O la cogujada común (Galerida cristata).













Las golondrinas comunes (Hirundo rustica), como en todo el Delta, por centenares.











Ya llegando al gran río, nos encontramos el Port de Deltebre. Saliendo el Sol, el Ebro presentaba un aspecto magnífico.











En el puerto me hinché a ver gaviotas de Audouin (Larus audouini). Aunque las había visto en mis diferentes ocasiones de visita al Mediterráneo, su abundancia en el Delta me sorprendió mucho.










Esperaban pacientemente la labor de descarte de los pescadores.








Pude leer unas cuantas anillas, todas con el mismo esquema autóctono del Delta.














A partir de aquí el camino toma un rumbo norte paralelo al río Ebro.


La Isla de Buda, frente a nosotros.














Un solitario pájaro moscón (Remiz pendulinus) en los cañaverales de la orilla.














Cuando el camino se acaba, es que estamos frente al mirador del Zigurat.










El nombre está claro de donde le viene.

















Desde aquí la vista es perfecta para ver dónde se acaba el río. Por desgracia, cada año termina antes, ya que tristemente el Ebro está en regresión.

Y ya tenemos propiamente el Garxal a nuestra izquierda. Llenito de garzas, por ejemplo garzas imperiales (Ardea purpurea)...












...garzas reales (Ardea cinerea)...











...avetorillos comunes (Ixobrychus minutus)...










...martinetes (Nycticorax nycticorax)...














...o garcillas cangrejeras (Ardeola ralloides).













Aunque el lugar en sí es un hervidero de aves, la verdad es que los observatorios, que son muy bonitos, están bastante alejados de "la acción", con lo que queda una sensación agridulce de estar viendo miles de aves...muy lejos.




Sin duda la estrella del lugar es el flamenco común (Phoenicopterus roseus), que ya desde el Zigurat se veía cruzar el lugar.










Abundantes, muy activos, y nada tímidos.









Pude verlos en mucha mayor abundancia en otras aventuras posteriores por el Delta, pero sin duda fueron el colofón del día.











De otras aves, el checklist sería muy amplio, pero destacar por ejemplo los moritos (Plegadis falcinellus)...











...los patos colorados (Netta rufina)...













...las fochas comunes (Fulica atra)...












...el charrán patinegro (Thalasseus sandvicensis)...














...y ¡sorpresa! un ejemplar de cisne vulgar (Cygnus olor).












Desde los observatorios ya caminamos hacia la playa de Riumar.












La vegetación, rala, en esta zona ya próxima a la arena, por ejemplo, el nardo marítimo (Pancratium maritimum).











De mariposas, curiosamente, poquísima cantidad y variedad, aunque lo compense la presencia de la hermosísima mariposa tigre (Danaus chryssipus).










Pocos reptiles por el camino, ejemplificados por esta hembra de lagartija colilarga (Psammodramus algirus).








De odonatos, y fue una constante en todo el viaje, miles y miles de libélulas, pero de muy pocas especies. Sin duda, la más abundante (miles cada día), la Sympetrum fonscolombii.










El caballito del diablo Ischnura elegans, también abundante.











La libélula Crocothemis erythraea, algunos ejemplares sueltos.












Y un par de Orthetrum cancellatum.











Ya terminada la excursión, buen momento para tomarse un refresco desde el mirador de la playa de Riumar, un par de kilómetros de arena, playa tranquila y que da servicio a la pequeña urbanización del mismo nombre, igual de tranquila que la playa.

sábado, 3 de octubre de 2015

Vacaciones 2015: Salar de los Carros

En plena zona de guerra urbanística almeriense, el Salar de los Carros representa muchos de los males urbanísticos crónicos de este país. Una pequeña zona húmeda, encajada entre bloques de edificios y centros comerciales, presenta una muestra de aves acuáticas espectaculares, que en cualquier país más civilizado sería protegida de inmediato, pero que aquí se convierte en escombrera y en ejemplo de lo poco que cuidamos nuestro medio ambiente.



Literalmente rodeado por carreteras, subsiste, como la aldea de Asterix, en un maremagnum de urbanizaciones sin vender, a la espera de la desaparición definitiva, en forma de hormigón, asfalto o ladrillo. Mientras tanto, se ven maravillas cada año en este pequeño enclave: pagazas, charranes, anátidas escasas como cercetas carretonas, zampullines, limícolas por cientos, calamones: un vergel de vida, que nadie quiere proteger. Con la ceguera que da la ignorancia, si se promocionase el turismo ornitológico, se atraería un nicho de turismo extranjero amante de las aves, que complementase los ya agotados recursos de mar, playa y parque acuático que llevan décadas explotándose, con luces y sombras, en contra de un turismo anterior basado en el naturismo en familia, que fue arrinconado verano a verano, muy triste.

Como doy por hecho que poco falta para que cualquier verano sea mi última visita a este lugar tan querido, aguanté el calor sofocante y el mal olor para disfrutar de las aves que por aquí crían, sabiendo que ni mucho menos es la mejor época julio para disfrutarlo, mucho mejor la primavera y sobre todo la época más fría que trae agua y verdor.













La primera que me llamó la atención fue la lastimera gaviota de Audouin (Larus audouini) de portada, que por desgracia es, como el salar, un cadáver viviente, pues lleva un anzuelo en el pico: morirá, bueno, como haremos todos.














Decenas de limícolas, los más frecuentes, los abundantes correlimos zarapitines (Calidris ferruginea).









Acompañados de los más escasos correlimos comunes, chorlitejos grandes y patinegros.












Aunque las más abundantes, criando aquí en buen número, eran las cigüeñuelas (Himantopus himantopus).










No es, sin duda, el mejor lugar para criar, pero desde luego a esta colonia no le importa estar en el medio de un nudo de urbanizaciones y vías de asfalto.







Otras especies: pagaza piquinegra, gaviotas patiamarilla y reidora, y un sinfín de aviones y golondrinas comunes y vencejos.

Ojalá se salve y alguien tome la sabia decisión de proteger este pequeño oasis.