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jueves, 1 de junio de 2017

Unos días por Berlín: animales berlineses

Me sorprendió la diversidad de fauna urbana que sobrevive en una megalópolis como Berlín, pero viendo lo mucho que tiene que decir esta ciudad en cuanto a densidad y cantidad de zonas verdes, no es de extrañar que me encontrase con tantos bichos.



















En cuanto a mamíferos, fue muy curioso encontrarme unos cuantos conejos (Oryctolagus cuniculus) en el Tiergarten.










Abundantes también las ardillas rojas (Sciurus vulgaris), las 2 especies disfrutan de este enorme parque y del gran montón de espacio y comida que les proporciona, aunque debieron desaparecer a la fuerza de Berlín cuando en la IIGM el parque fue talado a matarrasa para leña, y lógicamente exterminados todos los animales para comida.






Pero sin duda las más abundantes eran las aves, y mi favorita la inteligente y abundante en todas partes corneja cenicienta (Corvus cornix), a pesar que en las guías la ponen como esquiva y tímida, al menos en Berlín no lo son, y disfrutan de las sobras que los humanos dejan en los parques.






Muy gregarias, en el Tiergarten las había en grupos de decenas, y en el aeropuerto, a las afueras de Berlín, patrullaban entre las pistas con las grajas.










Afortunadamente abundantes eran los gorriones molineros (Passer montanus) en el Tiergarten, una sorpresa ya que en Asturias han practicamente desaparecido de todas partes, y se hacía chocante verlos tan felices en en el centro de Berlín.







Sus parientes los gorriones comunes (Passer domesticus) tampoco faltaban casi en cualquier punto con presencia humana, la arquitectura berlinesa, llena de tejados y patios interiores con vegetación, les favorece.












La mayor sorpresa, sin duda, fue ver como los estorninos pintos (Sturnus vulgaris) se comportaban como los gorriones en la Alexanderplatz, comiendo en las mismas mesas donde estábamos los trozos de pan o de salchichas que quedaban en las mesas, fue algo que no me esperaba.

Y los habitantes del jardín de nuestro hotel, los mirlos comunes (Turdus merula), también muy presentes durante todos los paseos.

Gavilanes, fochas, ánades azulones, gaviotas reidoras, herrerillos comunes, carboneros comunes, palomas torcaces...unas cuantas especies más, la verdad es que los jardines berlineses dan mucho juego.

domingo, 4 de octubre de 2015

Vacaciones 2015: Desierto de Tabernas (I).

Para mí, el gran día de mis vacaciones.


















Mereció la pena levantarse a las 5 de la mañana y preparar un kit de supervivencia en la mochila, necesario si, como es mi caso, vas a solo a un territorio tan agreste. Luego no fue para tanto, y pude comprobar que con un poco de orientación, estas lomas tan peladas de vegetación muestran su cara más amistosa, aunque pasearse por aquí en verano, a 40ºC de temperatura y con el Sol en lo alto, es una invitación a acabar en el Hospital. Hidratación permanente (en mi caso, té verde literalmente helado), un buen sombrero, buenas botas y mantener la cabeza fría. Y un buen GPS, claro, el mapa en el pantalón, y dejarse llevar por la increíble belleza de este paisaje al amanecer.
La ruta la veréis al ampliar el mapa, es un línea fina muy tenue.



En cuanto a la fauna, no me encontré todo lo que venía buscando, y las fotos, difícilmente pueden ser buenas, porque en un terreno tan abierto, y tan majestuosamente silencioso, los bichos te ven a kilómetros, pero disfruté de lo que estas tierras pueden ofrecer: paisajes únicos.
Siendo unas pocas horas de ruta, la diversidad de miradores hace que con doblar una rambla, las vistas cambien por completo.





Venía buscando a la alondra ricotí, pero ni la vi, ni la escuché, una pequeña decepción. En cuanto al camachuelo trompetero (Bucanetes githagineus), pude ver un grupito al poco de internarme en la zona más escabrosa, aunque siendo tan pequeños y poco llamativos, lo que más se te queda es su reclamo, muy peculiar. Cuesta un montón acercarse a ellos, y fue imposible hacerles fotos, el borrón a la izquierda que veis aquí es uno de ellos, 1" antes hubiese sido una buena foto, pero ese segundo ya sabéis que es lo que separa el éxito del fracaso con algunas especies. Bueno, otra vez será.

El panorama de entrada, al comenzar a caminar, es brutal, no engaña, y te avisa de lo que te espera.




La ruta aprovechaba las ramblas creadas durante décadas por las avenidas de agua, y tú aprovechas esos caminos naturales para internarte en un laberinto de tierras desoladas.









Terreno perfecto para la cogujada montesina (Galerida theklae), muy abundante todo el tiempo.












Casi tanto lo era el conejo (Oryctolagus cuniculus), los había por todas partes.











Aprovechando las ramas más altas de las retamas, la collalba rubia (Oenanthe hispanica hispanica), se deja ver todo el camino, especialmente los ejemplares jóvenes, muy curiosos.













Cuando no hay árboles, buenos son los tendidos eléctricos, los aprovechaban las 2 especies de alcaudón, muy precavidos, y nada amistosos para el fotógrafo: el alcaudón meridional (Lanius meridionalis)...








...y el alcaudón común (Lanius senator), aquí un ejemplar juvenil.










Sospecho que por la gran variedad de grandes insectos que pude ver, deben estar encantados.









Me imagino que reptiles como la lagartija colirroja (Acanthodactylus erythrurus) también formarán parte de su dieta.









Iba preparado a ver todos los tópicos del desierto, con sus tarántulas, víboras y escorpiones, pero no me encontré nada que pudiésemos llamar "peligroso".












Después de una hora alucinando con lo que veía, cambió el paisaje y ahí sí que ya las sensaciones se amontonaban debajo del sombrero. Esto para la próxima entrada. Continuará.

domingo, 24 de agosto de 2014

Por la Bahía de Cádiz (IV): Punta del Boquerón (I):Paisajes, plantas y animalejos sin plumas

La primera ruta que hice me llevó, tras pasar San Fernando, en dirección a la enorme playa de Camposoto, por una vereda, hacia la Punta del Boquerón, inmensa duna rodeada por el Este por el Estero de Sancti Petri, entrada natural que separa la isla del León del resto de la provincia, y a su vez circundada por salinas y marismas llenas de vida, a eso iba yo.


Saliendo del aparcamiento, mucha información, está lleno de paneles todo el camino, me gusta caminar por un terreno natural, pero con mucha intervención en forma de conocimientos que no molestan e informan.











Me llevó como hora y media, parando en muchas ocasiones.














Aprovechaba cada parada para leer la valiosa documentación, y también para parar un poco la sudada que traía entre caminar a pleno Sol (ya hacía calor a las 7 de la mañana) y cargar con el equipo.











La primera parte de la ruta discurre por traviesas de madera, "volando" sobre las dunas y su vegetación.






Enseguida el sendero se transforma en vereda y en un duro caminar sobre la misma arena, la duna es sencillamente bestial.








En las dunas, mucha vegetación, que fija la arena, y también fija a la fauna. Por ejemplo, la retama marina (Retama monospermum), muy abundante en todas las dunas naturales que vi.








Una flor muy hermosa y que me recordó a las dunas de Asturias, en las que aparece en mucha menor densidad, el nardo marítimo (Pancratium maritimum).











Otra más discreta pero igual de escasa y específica de estos ambientes marinos, creo que es el alhelí de mar (Malcomia littorea).








Y ya con las flores muy pasadas de fechas, la manzanilla de mar (Anthemis maritima).











En las zonas húmedas, el junco (Juncus acutus) era el más destacado.










Varios carteles describían la flora en las distintas paradas, un lujo.









Entre tanta vegetación, alguna sorpresa, como este tremendo ejemplar de lagarto ocelado (Lacerta lepida), menuda cara de mal humor.








Sin duda no le faltaría la comida, a tenor de las miles de huellas de coleópteros que surcaban la vereda.
















Una vida dura la de los insectos en estos parajes.









Muy abundantes también las huellas de los conejos (Oryctolagus cunniculus).










Fácil seguir sus sendas hacia las bocas de las conejeras, otra cosa será sacarlos de allí.










Al Oeste, la duna continua durante kilómetros, y al Este, las salinas y el Estero, por desgracia, porque a esa dirección todas las fotos salían espantosas, como comprobaréis el próximo día, ya que siempre estaba el Sol de frente, ¡maldición!







En estos fangales y salinas, sin duda el animal más abundante, a veces en cantidades prodigiosas, era el cangrejo violinista (Uca tangeri).









Se escondían en cuanto te sentían llegar, con un rápido movimiento, al barro.








Con un poco de paciencia, se podían ver decenas por metro cuadrado.










Llegando ya al tramo final, nos encontramos con el Estero de Sancti Petri.







Tras los restos de las baterías (Baterías de Urrutia) que guardaban esta entrada posterior de la Bahía de Cádiz, la preciosa punta de Sancti Petri y su puerto deportivo, con la kilométrica barra arenosa de Sancti Petri y La Barrosa. Una maravilla de ruta.

En la próxima entrada, los miles de aves que pude disfrutar, aunque el Sol en contra y la lejanía de las aves acuáticas me decepcionasen (pero solo un poco).

martes, 7 de agosto de 2012

Lugares donde ver aves: Pinar del Monte Algaida, Cádiz: aves forestales.

Bueno, tenía a uno de nuestros hamsters malín y no pude mantener el ritmo del blog estos días: retomo el tema de la última entrada.
Después de la laguna de Tarelo, sale una senda que atraviesa un gran pinar de pino piñonero (Pinus pinea), sobre arenas, en el Parque Natural de Doñana, en su vertiente de Cádiz.
No es una senda sobre el mapa difícil, pero sí lo fue en la práctica, una de las más duras que haya hecho nunca, y ya es decir.

Hacía calor. Mucho. El terreno era una enorme duna, sin camino, solo arena, y para los asturianos, eso es una novedad, cuesta acostumbrarse a caminar sobre arena.
Pero lo más difícil, por momentos insoportable, fueron los insectos, me abrasaron los mosquitos, pero lo peor fueron las moscas. Cientos, cubrían mi cara, mis brazos, mis piernas, y hasta el teleobjetivo tenía decenas de moscas. Si respirabas fuerte, te las tragabas, y aunque iba bien pertrechado, con pañuelo, sombrero, antimosquitos y protección solar, gafas de Sol, etc, me agobié muchísimo, y la única razón para completar los casi 7 kilómetros de senda fue la compensación de la mucha naturaleza, y mucha novedad respecto al paisaje asturiana que representaba la aventurilla, con todo, mereció la pena.

Al grano. Siento decir que lo primero que me encontré fue una lechuza muerta (Tyto alba).
Preciosa, pero fiambre reciente.











Aproveché alguna de sus plumas, una vez comprobé que no estaba anillada, y los escarabajos (desconozco si enterradores, o carábidos) aprovechaban ya su carne.










Aunque desconozco si murió de muerte natural, ciertas desagradables pistas me ponen en la peor de las sospechas.








Y es que esta es tierra de abundantes conejos (Oryctolagus cunniculus), me los crucé por decenas, no fui tan rápido como para echarles fotos, aunque si hubiese sido un depredador, estoy seguro que hubiese comido conejo, porque de verdad qeu estaba la arena, en los bordes de los matorrales, llenos de huras de conejo.
Una nueva novedad para los asturianos, los conejos son toda una rareza por el Norte.




Había muestras en forma de esqueletos y excrementos de que el conejo es el pilar de este ecosistema, por su abundancia.









Este cráneo también lo aproveché para la colección familiar.












En cuanto a aves, el terreno era intrincado, y fabulosamente lleno de matorrales, un sotobosque sobre arenas muy interesante, para los norteños, muy extraño. Y los pájaros eran difíciles de ver, bastante fáciles de oír, y casi imposibles de fotografiar. Casi. Había rapaces criando ostensiblemente en las copas de los árboles.
Por ejemplo, una aguililla calzada (Aquila pennata). Preciosa, infinitamente más que en la foto.



Los pinos se las traían, tenían unas copas enormes, y formaban un dosel vegetal enmarañado, donde era difícil ver qué volaba, y por dónde.














Por ejemplo, los abundantes milanos negros (Milvus migrans).









En las ramas de los arbustos, como este tan adaptado a Doñana, la sabina marítima (Juniperus phoenicia turbinata), decenas de pajarillos, solo os pondré los pocos que pude fotografiar.











Como esta curruca mirlona occidental (Sylvia hortensis), que en su forma inmadura era extraordinariamente parecida a las currucas zarcerillas que muy de cuando en cuando observo en paso por Asturias.









Había muchos grupos familiares, como este adulto, y no digamos de la aún más abundante curruca cabecinegra.











Entre los arbustos, este sí es conocido en Asturias, asociado a los encinares, el rusco (Ruscus aculeatus).











También escasa en Asturias la alondra totovía (Lullula arborea), no le dio la gana de darse la vuelta.











Había un montón de cajas nido, me alegra ver que en algún sitio se acuerdan de los bichos con alas.








Los papamoscas grises (Muscicapa striata), abundantes, seguro que lo agradecen.







O los pinzones vulgares (Fringilla coelebs), que, evidentemente, lo tendrían crudo para anidar sobre la arena.










En los bordes de los matorrales, siempre estaba presente el lentisco (Pistacia lentiscus).












Pero sin duda, la planta más exótica para un norteño como yo era el palmito (Chamaerops humillis). Curiosamente, tengo uno en casa, en una maceta, pero no pinta tan vivo como estos de las arenas de Doñana.







Este trocito de Cádiz tiene una variedad de paisaje extraordinaria, con muchos ecosistemas diferentes, mezcla de monte mediterráneo, marisma, lagunas, y mar. Incluso tenían interés las zonas de cultivo y pastos adyacentes.



























No tuve el placer de comerme la afamada carne de la vaca marismeña (o mostrenca la llaman también), pero me gusta saber que aquí domina el paisaje una raza autóctona y perfectamente adaptada a las duras condiciones de este terreno tan particular.





En las empalizadas, un gran cazador al acecho, el alcaudón real (Lanius meridionalis).


















Y por todas partes, una de sus presas, la lagartija colirroja (Acanthodactylus erythrurus). No domino en absoluto las lagartijas ibéricas, así que si me equivoco de especie, podéis darme estopa con toda tranquilidad.







Pues nada, terminé la ruta con un aspecto espantoso, menos mal que después me fui con la familia a las preciosas playas de Sanlúcar, como esta de las Piletas, a medio camino entre la desembocadura del Guadalquivir y el Océano Atlántico, y con Doñana de fondo. Una maravilla.