
Además de los grandes alicientes botánicos que os presenté en la última entrada, Frexulfe puede presumir de ser una de las últimas playas populares no masificadas.
Creedme, si yo estoy a gusto, cualquiera lo estará, porque odio las playas saturadas.
Es una playa grande, más que kilométrica, aunque la concentración de público es en la orilla Este (vamos, que no os diga ná y os lo digo tó...), ya sabéis dónde encontrarme.

Es de mar brava (ojo con los chiquillos), y en invierno es digna de ser escuchada en temporales.
A su espalda tiene un cinturón de dunas y pastizales, y detrás, un gran pinar, por lo cual si tanta belleza os pilla acompañados, tenéis espacio para retozar o facer nenos en gustosa compañía vegetal.
Se accede fenomenal desde la carretera hacia Navia, estando bien indicada (hay acceso Este y Oeste, recomiendo el Oeste), y está en plena Senda Costera de Navia, así que siempre podéis caminar si os agobia tanta arena.
Las posibilidades fotográficas son infinitas, no os dejéis la cámara. Las melancólicas, son obligadas: la saudade, la morriña, la murria, os invadirán sin remedio en sus arenas grises.
No es la playa perfecta, pero podría serlo. Y además es milagrosa: uno de los pocos casos en los que la intervención política la ha mejorado, instalando, contra la opinión pública, aparcamientos disuasorios, que la libraron de los coches, las barbacoas y los radiocassettes. Definitivamente, un milagro.
