
Este pasado otoño fue muy flojo en la playa de San Lorenzo y el Rinconín de Gijón: poco que ver y en pequeñas cantidades.
Quizás lo más interesante, el número de
correlimos oscuros (Calidris maritima), hubo días al final del otoño que llegué a contar 8 ejemplares.
Tampoco fue un gran otoño para los
vuelvepiedras (Arenaria interpres), este fue el bando más grande que pude ver, no llegando a los 100 ejemplares, mezclados con correlimos oscuros.

Paso aparte, del que ya nos ocupamos en otras entradas, pocos limícolas invernantes, como este
chorlito gris (Pluvialis squatarola).

No es frecuente ver
ostreros (Haematopus ostralegus) en Gijón, así que se agradece su presencia.

Fue un otoño muy gris y lluvioso, no frío, lo que explica condiciones para nada óptimas, ni para los invernantes, ni para los que los observamos.
De gaviotas, un desastre: poquísimas gaviotas sombrías, y muy tardías las
gaviotas cabecinegras (Larus melanocephalus).
Casi desaparecidas también las gaviotas canas. El único detalle curioso, la abundancia de
gaviones atlánticos (Larus marinus), casi diarios. Adultos...

...inmaduros...

...y hasta parejas. No es una gaviota demasiado abundante normalmente.

No fue un otoño propicio para leer anillas, así que a veces aprovechamos para fotografiar el paisaje del amanecer, que entre tormenta y tormenta daba mucho color.

De otros bichos, hubo algún avistamiento de
charrán patinegro (Thalasseus sandvicensis).
Cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), cada año más cerca, saben que aquí no hay peligro.
Ya son pocos los lugares en Asturias en los que pueden invernar seguros.

Finalmente, otro invernante habitual en la costa gijonesa, el
martín pescador (Alcedo atthis), presente en cuanto empieza el frío.
En resumen, otro otoño de desastre en Gijón, donde cuesta creer lo mucho que ha bajado la biodiversidad en los últimos años.