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lunes, 12 de octubre de 2015

Vacaciones 2015: Sierra Espuña

Decidimos refugiarnos del sofocante calor almeriense con una excursión familiar a Sierra Espuña, en el corazón de Murcia, la idea fue muy refrescante, aunque nos falló la planificación: pretendíamos subir hasta el Cabezo de Espuña, una peña inmensa con unas vistas tremendas, pero la carretera que sube hasta la zona desde la que se asciende estaba cerrada más tarde de las 18 horas (lógico para protegerse de intromisiones, fuegos y demás peligros humanos). No lo sabíamos, y llegamos justo para echar un par de fotos lejanas de la gran montaña.










Entramos desde las Alquerías, al Oeste de la Sierra, y la bordeamos de Oeste a Este, un paseo en coche ya merece la pena, la carretera se las trae (vomitona incluida de los chiquillos en fin) pero las vistas según se asciende, y sobre todo cuando se desciende hacia Totana, al Sureste, impresionan.

Teniendo en cuenta que es la masa forestal más grande de Murcia, y que no andan sobrados de árboles en esta hermosa tierra, la presencia continua que vimos de dotaciones de bomberos, guardas y SEPRONA no está de más. En su día se plantaron los pinos de uno en uno, cuesta creerlo, por iniciativa del ingeniero de montes Ricardo Codorniú. Desde el mirador del Collado bermejo, a más de 1.200 msnm, la panorámica es puro verde, no parece estar en Murcia, por la frescura del manto vegetal y por la diferencia de temperatura con el valle. En esta foto, la vista es hacia la Umbría de Peña Apartada.

Hacia el oeste tampoco desmerece la vista hacia el Barranco de Enmedio.

En el cielo, una pareja de águilas reales (Aquila chrysaetos) firman con su presencia el vigor de la fauna de este parque natural.










Aunque me hubiese gustado encontrar a los arruís (Ammotragus laervia), la hora no era la mejor, y me conformé con encontrar sus rastros en forma de abundantes excrementos.
Esta cabra montesa oriunda del Sáhara se ha adaptado tan bien, que ha desbordado la Sierra de Espuña e invadido las sierras más desérticas de las provincias del levante de España, aunque cazadores e ingenieros de montes siguen defendiendo su presencia, los daños que causan en la agricultura y a la vegetación silvestre son tan grandes que ya hay planes para su erradicación, ya que ni siquiera económicamente es rentable su caza. En todo caso, es una especie tan polémica que ha creado un auténtico corpus de estudios a favor y en contra.

Aunque la base del parque regional son los pinos, hay especies muy agradables de comer para el arruí que no se libran de su ramoneo, como el enebro albar (Juniperus oxycedrus badia)...











O el lentisco (Pistacia lentiscus), que deberían recolonizar la sierra y devolverle su esplendor de antes del siglo XIX.










Después seguimos camino hacia el área recreativa de la Fuente del Hilo, un lugar en el que se nota el trasiego humano, pero que cuenta con un buen paisaje y una notable cobertura arbórea.

El anonimato lo aprovechan los jabalíes (Sus scrofa) para alimentarse con el crepúsculo de los restos de comidas que activa o pasivamente dejan los turistas.









No sé hasta que punto es bueno que interaccionen con los humanos, pero desde luego, es simpático.












¡Volveremos otro año con más tiempo a esta joya de la naturaleza!

martes, 6 de octubre de 2015

Vacaciones 2015: Desierto de Tabernas (II)

Seguíamos internándonos por barrancos y el Sol subía, las sombras se pegaban a la roca, el yeso brillaba, y yo disfrutaba como une enano. Escuchaba reclamos de perdiz, y veía como pequeños fantasmas emplumados se deslizaban con toda facilidad por las empinadas crestas de la roca, pero no identificaba bien a sus protagonistas. Finalmente, vi que eran perdices morunas (Alectoris barbara), toda una sorpresa.











Probablemente producto de sueltas cinegéticas, tenían todo el aspecto de estar perfectamente en este medio, se movían con una elegancia hipnótica entre dunas y roca suelta.









La otra gran especie cinegética del desierto es un fantasma, el jabalí (Sus scrofa). Yo no lo vi, y debe resultarles difícil esconderse, pero lo hacen bien, y solo pude ver sus rastros.











Que puedan sobrevivir en un ambiente tan hostil demuestra a las claras su adaptabilidad.







Lo mismo que los gorriones comunes (Passer domesticus), aguantan lo que les echen.








Las currucas rabilargas (Sylvia undata), mucho más tímidas que cuando las veo en el Norte, evidente también que pueden vivir en el húmedo Norte y en el desértico Sur.















Metido ya de lleno entre dunas, aparecen los oasis.
Sospecho que en estas vaguadas se acumula, a mucha profundidad, embolsada, la poca agua que queda de las lluvias de otoño.

















Todo un paisaje sahariano en el único desierto verdadero de Europa.












Al mochuelo común (Athene noctua) me lo encontré en la cima de la duna.












Una nota de carnoso calor, las alcaparras (Capparis spinosa).











En el último tramo me dejé llevar por lo que veía, sin camino, sin destino, disfrutando de lo que me transmitían mis ojos, que era mucho. Volví al coche y a la civilización pensando que había estado en otro planeta. Muy hermoso.


viernes, 17 de abril de 2015

Por los Puertos de Marabio (I): La ruta.

Este finde volví a la montaña, de donde nunca debí salir, pero la vida a veces te lleva por caminos que te alejan de tu hábitat natural.
En concreto volvimos a mis queridísimos puertos de Marabio, una zona de media montaña entre los concejos de Yernes y Tameza y Teverga.
A hecer la ruta entre la Ermita de Santa Ana y la Padiella, o Peña Sala, según la terminología local o la oficial.



Ruta facilona y que en menos de hora y media de ascensión te planta en una balconada difícilmente superable en cuanto a vistas y tranquilidad.










Salimos desde la tranquila Ermita de Santa Ana, en la zona sur de los Puertos de Marabio, teníamos nuestro objetivo (la montaña más a la derecha de la foto) a la vista.

Primero debíamos rodear la peña del Cuervo, e introducirnos por un pequeño valle escondido que ya era una antesala de las maravillosas vistas que nos esperaban. Desde aquí veíamos a placer los redondos y fáciles, ya ascendidos hace años, picos Caldoveiru y L'Obiu.


A sus pies, los famosos y protegidos (en teoría) Puertos de Marabio, una gozosa sucesión de hondonadas kársticas, donde el paisaje calizo hace de las suyas en un pequeño caos de sumideros, dolinas, jous y pequeñas cumbres.



Y si es un milagro para la paz de espíritu y el disfrute paisajístico, no lo es menos para el ganado, que abunda en estas vegas, ya sea en su forma caprina...









o bovina.












Con el Sol que hacía, y a mediodía, imposible adivinar la riqueza de mamíferos salvajes de este espacio natural, que tuve el placer de ver en directo a otras horas hace muchos años, cuando no llegaba la carretera aquí, pero para el que tenga un poco de vista, no resulta difícil ver los rastros de 2 de las especies más frecuentes y características: el lobo (Canis lupus), el que se come al jabalí (Sus scrofa). había muchos rastros de los dos, en forma de excrementos del primero, ya sea en la versión que os pongo aquí (pelo), como en la versión huesos.

Según subíamos, empezaban las vista a lo grande, especialmente de la zona del Aramo y sus sierras satélites. (Ver en grande)

Pero no fue hasta que coronamos que no llegó el gran regalo de algunas de las mejores vistas de Asturias...eso lo dejo para la próxima entrada.