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martes, 6 de octubre de 2015

Vacaciones 2015: Desierto de Tabernas (II)

Seguíamos internándonos por barrancos y el Sol subía, las sombras se pegaban a la roca, el yeso brillaba, y yo disfrutaba como une enano. Escuchaba reclamos de perdiz, y veía como pequeños fantasmas emplumados se deslizaban con toda facilidad por las empinadas crestas de la roca, pero no identificaba bien a sus protagonistas. Finalmente, vi que eran perdices morunas (Alectoris barbara), toda una sorpresa.











Probablemente producto de sueltas cinegéticas, tenían todo el aspecto de estar perfectamente en este medio, se movían con una elegancia hipnótica entre dunas y roca suelta.









La otra gran especie cinegética del desierto es un fantasma, el jabalí (Sus scrofa). Yo no lo vi, y debe resultarles difícil esconderse, pero lo hacen bien, y solo pude ver sus rastros.











Que puedan sobrevivir en un ambiente tan hostil demuestra a las claras su adaptabilidad.







Lo mismo que los gorriones comunes (Passer domesticus), aguantan lo que les echen.








Las currucas rabilargas (Sylvia undata), mucho más tímidas que cuando las veo en el Norte, evidente también que pueden vivir en el húmedo Norte y en el desértico Sur.















Metido ya de lleno entre dunas, aparecen los oasis.
Sospecho que en estas vaguadas se acumula, a mucha profundidad, embolsada, la poca agua que queda de las lluvias de otoño.

















Todo un paisaje sahariano en el único desierto verdadero de Europa.












Al mochuelo común (Athene noctua) me lo encontré en la cima de la duna.












Una nota de carnoso calor, las alcaparras (Capparis spinosa).











En el último tramo me dejé llevar por lo que veía, sin camino, sin destino, disfrutando de lo que me transmitían mis ojos, que era mucho. Volví al coche y a la civilización pensando que había estado en otro planeta. Muy hermoso.


domingo, 4 de octubre de 2015

Vacaciones 2015: Desierto de Tabernas (I).

Para mí, el gran día de mis vacaciones.


















Mereció la pena levantarse a las 5 de la mañana y preparar un kit de supervivencia en la mochila, necesario si, como es mi caso, vas a solo a un territorio tan agreste. Luego no fue para tanto, y pude comprobar que con un poco de orientación, estas lomas tan peladas de vegetación muestran su cara más amistosa, aunque pasearse por aquí en verano, a 40ºC de temperatura y con el Sol en lo alto, es una invitación a acabar en el Hospital. Hidratación permanente (en mi caso, té verde literalmente helado), un buen sombrero, buenas botas y mantener la cabeza fría. Y un buen GPS, claro, el mapa en el pantalón, y dejarse llevar por la increíble belleza de este paisaje al amanecer.
La ruta la veréis al ampliar el mapa, es un línea fina muy tenue.



En cuanto a la fauna, no me encontré todo lo que venía buscando, y las fotos, difícilmente pueden ser buenas, porque en un terreno tan abierto, y tan majestuosamente silencioso, los bichos te ven a kilómetros, pero disfruté de lo que estas tierras pueden ofrecer: paisajes únicos.
Siendo unas pocas horas de ruta, la diversidad de miradores hace que con doblar una rambla, las vistas cambien por completo.





Venía buscando a la alondra ricotí, pero ni la vi, ni la escuché, una pequeña decepción. En cuanto al camachuelo trompetero (Bucanetes githagineus), pude ver un grupito al poco de internarme en la zona más escabrosa, aunque siendo tan pequeños y poco llamativos, lo que más se te queda es su reclamo, muy peculiar. Cuesta un montón acercarse a ellos, y fue imposible hacerles fotos, el borrón a la izquierda que veis aquí es uno de ellos, 1" antes hubiese sido una buena foto, pero ese segundo ya sabéis que es lo que separa el éxito del fracaso con algunas especies. Bueno, otra vez será.

El panorama de entrada, al comenzar a caminar, es brutal, no engaña, y te avisa de lo que te espera.




La ruta aprovechaba las ramblas creadas durante décadas por las avenidas de agua, y tú aprovechas esos caminos naturales para internarte en un laberinto de tierras desoladas.









Terreno perfecto para la cogujada montesina (Galerida theklae), muy abundante todo el tiempo.












Casi tanto lo era el conejo (Oryctolagus cuniculus), los había por todas partes.











Aprovechando las ramas más altas de las retamas, la collalba rubia (Oenanthe hispanica hispanica), se deja ver todo el camino, especialmente los ejemplares jóvenes, muy curiosos.













Cuando no hay árboles, buenos son los tendidos eléctricos, los aprovechaban las 2 especies de alcaudón, muy precavidos, y nada amistosos para el fotógrafo: el alcaudón meridional (Lanius meridionalis)...








...y el alcaudón común (Lanius senator), aquí un ejemplar juvenil.










Sospecho que por la gran variedad de grandes insectos que pude ver, deben estar encantados.









Me imagino que reptiles como la lagartija colirroja (Acanthodactylus erythrurus) también formarán parte de su dieta.









Iba preparado a ver todos los tópicos del desierto, con sus tarántulas, víboras y escorpiones, pero no me encontré nada que pudiésemos llamar "peligroso".












Después de una hora alucinando con lo que veía, cambió el paisaje y ahí sí que ya las sensaciones se amontonaban debajo del sombrero. Esto para la próxima entrada. Continuará.

sábado, 3 de octubre de 2015

Vacaciones 2015: Salar de los Carros

En plena zona de guerra urbanística almeriense, el Salar de los Carros representa muchos de los males urbanísticos crónicos de este país. Una pequeña zona húmeda, encajada entre bloques de edificios y centros comerciales, presenta una muestra de aves acuáticas espectaculares, que en cualquier país más civilizado sería protegida de inmediato, pero que aquí se convierte en escombrera y en ejemplo de lo poco que cuidamos nuestro medio ambiente.



Literalmente rodeado por carreteras, subsiste, como la aldea de Asterix, en un maremagnum de urbanizaciones sin vender, a la espera de la desaparición definitiva, en forma de hormigón, asfalto o ladrillo. Mientras tanto, se ven maravillas cada año en este pequeño enclave: pagazas, charranes, anátidas escasas como cercetas carretonas, zampullines, limícolas por cientos, calamones: un vergel de vida, que nadie quiere proteger. Con la ceguera que da la ignorancia, si se promocionase el turismo ornitológico, se atraería un nicho de turismo extranjero amante de las aves, que complementase los ya agotados recursos de mar, playa y parque acuático que llevan décadas explotándose, con luces y sombras, en contra de un turismo anterior basado en el naturismo en familia, que fue arrinconado verano a verano, muy triste.

Como doy por hecho que poco falta para que cualquier verano sea mi última visita a este lugar tan querido, aguanté el calor sofocante y el mal olor para disfrutar de las aves que por aquí crían, sabiendo que ni mucho menos es la mejor época julio para disfrutarlo, mucho mejor la primavera y sobre todo la época más fría que trae agua y verdor.













La primera que me llamó la atención fue la lastimera gaviota de Audouin (Larus audouini) de portada, que por desgracia es, como el salar, un cadáver viviente, pues lleva un anzuelo en el pico: morirá, bueno, como haremos todos.














Decenas de limícolas, los más frecuentes, los abundantes correlimos zarapitines (Calidris ferruginea).









Acompañados de los más escasos correlimos comunes, chorlitejos grandes y patinegros.












Aunque las más abundantes, criando aquí en buen número, eran las cigüeñuelas (Himantopus himantopus).










No es, sin duda, el mejor lugar para criar, pero desde luego a esta colonia no le importa estar en el medio de un nudo de urbanizaciones y vías de asfalto.







Otras especies: pagaza piquinegra, gaviotas patiamarilla y reidora, y un sinfín de aviones y golondrinas comunes y vencejos.

Ojalá se salve y alguien tome la sabia decisión de proteger este pequeño oasis.

martes, 22 de septiembre de 2015

Vacaciones 2015: San Juan de Terreros (II)

Localidad muy tranquila y pintoresca, y no lo digo como un tópico, de verdad que es curiosa la localización y el urbanismo caótico que presenta. Alterna un casco antiguo que se encarama a los promontorios de la costa, muy recortada, en pequeñas calas, con una expansión hacia las playas más turísticas del Sur, en forma de pequeñas urbanizaciones, y finalmente, lo peor, miles de viviendas fantasmagóricas, muchas por empezar, aún más por vender, que ocupan una superficie inmensa, y sin visos de que todo aquello llegue a ser algún día territorio habitado y no un museo al aire libre del pelotazo urbanístico. Muy triste, porque sin esas viviendas, San Juan de terreros, al menos a ojos de un visitante, sería un lugar agradable. (Pinchar las fotos para ver en grande).
Intentaré hacer un croquis paisajístico de lo que pude ver.
En las zonas más antiguas, arriba del todo de los acantilados, se ven por aquí y por allí casas colgadas encima del mar, un desacierto absoluto, pero al menos un desacierto antiguo y popular, sin que haya mucho que decir, ya que en aquella época nadie velaba por un urbanismo ordenado, y así se han quedado las casa, al borde del mar.

En esta zona, alrededor de la cala de la Tía Antonia, cualquier urbanista, o geógrafo, sudaría su oficio intentando identificar cómo se las arreglaron para milimétricamente, ocupar la costa, unas veces en forma de chalets de quitar literalmente el hipo, otras en forma de viviendas muy pequeñitas y con usuarios de barrio, con chiquillos, nietos me imagino, de los primeros pobladores, disfrutando como enanos del placer de poder merendar al lado mismo de la playa.

Desde las terrazas sobre las bonitas y muy pobladas calitas Cuartel e Invencible, las vistas hacia Levante, al atardecer, bien merecen la sudada que uno pilla subiendo y bajando cuestas.

No deja uno de santiguarse pensando que hubiese podido pasar si las calas del Cabo de Gata, tan cercanas, se hubiesen dejado someter a este tipo de turismo en su día, o viceversa, la preciosidad de playas que habría aquí si se hubiese controlado un poco mejor la construcción, en fin, uno se hace viejo, y viendo a las familias felices en la playa, al lado de sus casas, y con un chiringuito bien surtido, habrá que pensar que qué se le va a hacer, salió así y con todo, el ambiente es agradable y el paisaje sigue siendo precioso.

Si seguimos el paseo hacia el Norte, tenemos el Castillo de terreros, penosamente transformado en chill out el día que lo visitamos, razón por la cual no aporto foto, era una especie de chiringuito gigante, sin embargo las vistas, ya sean hacia el Norte, con vistas hasta bien entrada la provincia de Murcia...

...o hacia el Sur, dominando la costa almeriense en muchos kilómetros, merece totalmente soportar un poco de música amplificada. Lo mismo: supongo que en temporada baja debe ser una auténtica maravilla.
Justo debajo del Castillo sale una ruta que bordea hacia el Norte la costa, por encima, como una solapa, de la larga y muy interesante playa de las palmeras, con una geología peculiar, unos fondos marinos preciosos y llenos de vida, y una arena que invita a despojarse al completo de la ropa y relajarse en silencio. Sin ser extraordinaria, sí que entraría en mi selecto club de las "playas deliciosas".

Siguiendo al  Norte, a escasos kilómetros, en la frontera con Murcia, 4 calas preciosas, de las cuales visité la Carolina, y la de los Cocederos, o Cerrada. En teoría paisajes protegidos, tuvimos el privilegio de llegar casi los primeros y efectivamente, son calas divinas, llenas de acantilados de formas caprichosas y praderas de posidonias y grandes peces que se acercan hasta la misma orilla.

Pero de nuevo, al mediodía no quedaba un solo metro de playa sin ocupar, rugían las barbacoas portátiles, los equipos estéreo, y el olor a excrementos hacía poco apetecible la visita a las curiosas cuevas talladas en la orilla Norte. Una pena, porque son calas que merecen la pena una visita, pero en verano son impracticables para quienes buscamos la tranquilidad. No obstante recomiendo intensamente su visita en otros horarios, o en otras fechas, el lugar es de un atractivo tremendo..
Si volvemos al Sur, desde San Juan de Terreros, un inmenso playazo continuo, con diferentes nombres según la zona (Mar Serena, Mar Rabiosa, terreros, Calypso...), todas ellas caracterizadas por la masiva (que no agobiante) presencia de turismo agradablemente familiar, sin estridencias. Y por supuesto, hicimos una zambullida desde el icónico Pichirichi, un símbolo de esta costa, y un muy divertido trampolín.

Si tenemos en cuenta que se come bien y barato, que la gente de este pueblo es agradable y muy civilizada, y que aunque hay mucho turismo, es turismo añejo, muy radicado en casas de veraneo y no en fast-hotels de temporada, no puedo quejarme de haber escogido este lugar, además la variedad de playas, como se ve en este pequeño esbozo, hace que cada público, desde el que busca el aislamiento hasta el que le va la marcha, tengan todos su lugar.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Vacaciones 2015: San Juan de Terreros (I)

Este año nos decidimos por alquilar la casa de verano de un amigo en San Juan de Terreros, localidad almeriense tan cercana a Murcia que pude, además de conocer la parte que me faltaba, la más norteña, de mi bien conocida Almería, conocer gran parte del litoral Sur (magnífico contra todo pronóstico, o debería decir prejuicio) murciano.














La casa era tremenda, una belleza arquitectónicamente hablando, y con una gran y en teoría refrescante piscina.
El, problema, muy grande, fue que estábamos en la zona más reseca de España, en medio de la peor ola de calor en un siglo, y la casa no tenía aire acondicionado, lo que hacía que cualquier actividad dentro de la casa fuese muy sudorosa, y que al Sol tampoco se pudiese estar bajo peligro de combustión espontanea. El agua de la piscina llegaba a estar a 34ºC, y solo de noche refrescaba, aunque el frescor no llegaba a los dormitorios, en los que medíamos unos 27ºC.
Todo esto, en el fondo, para mí no era ningún problema, ya que aguanto muy bien el calor, e incluso me gusta ese calor africano que a la gente la aploma.
Pero reconozco que para mis 5 acompañantes fue una tortura, y me creó un fuerte sentimiento de culpa el haber aprovechado muy bien mis vacaciones, pero en solitario, ya que salvo de noche, mi familia procuraba reducir al mínimo sus actividades. Lección aprendida: el año que viene, aire acondicionado (yo lo odio, pero odio más ver sufrir a la gente que me rodea).

Dicho esto, os pongo para romper el hielo, unas fotos de algunos de los bichos que vivían a nuestro alrededor, la mayoría de ellos tan sigilosos que no fui capaz de sacarles una instantanea, aunque venían a beber de un pequeño poro de la goma de traída del agua de la piscina, lo que causaba un minioasis en el jardín al que acudían a beber aves tan nobles como la collalba negra (aluciné la primera vez que la vi en casa), y otros más comunes como los estorninos negros, gorriones comunes, mirlos comunes o las tórtolas turcas (Streptopelia decaocto).

Directamente de la piscina, tomaban el agua las golondrinas dáurica y común (Cecropis daurica) y (Hirundo rustica), y los vencejos pálidos (Apus pallidus) y común (A. apus).







Fue toda una cura de humildad tardar 3 días en darme cuenta que había un nido de tórtola turca en el seto de la casa. Acostumbrado a encontrar aves a cientos de metros entre arena, olas o ramas, resulta que teníamos un nido a 2 metros sobre nuestras cabezas en la piscina, y tan sigilosas fueron las tórtolas que no lo descubrimos hasta que los pichones empezaron a salir con sus padres a darse un garbeo.





Sin embargo, el bicho más numeroso, era también el más ruidoso. No era fácil verlos, pero desde luego, eran la banda sonora del jardín: por su aspecto esta foto creo que corresponde a la chicharra o cigarra (Cicada orni), aunque por su canto, yo creo es una de la especie "barbara".







Servían de alimento a las abundantes y siempre acrobáticas salamanquesas rosadas (Hemidactylus turcicus), que aparecían en cuanto bajaba el Sol.










Por último, termino con otro dilema moral: sé que los escorpiones amarillos (Buthus occitanus) son básicamente inofensivos, y que las posibilidades de un incidente grave son casi nulos, pero cuando me lo encontré de golpe una noche en el jardín se encontraba a menos de un metro de mi hija, la cual es muy pero que muy curiosa y nada miedosa, por lo que me pudo el instinto protector y lo derribé de un paternal chancletazo. No hay día que no lo lamente, pero hay antecedentes alérgicos graves en la familia y mis hijos no son nada razonables en cuanto al tema de no andar descalzos, salió perdiendo el escorpión, que, algo se aprecia en la foto, tenía un tamaño muy respetable.

Bueno, el próximo día os describo San Juan de Terreros, como en el caso de nuestra casa de veraneo, sensaciones agridulces.