


Así estuvo un par de horas, cuando abrí la caja para comprobar que estaba bien, ya vi que se había acomodado perfectamente, y le suministré unos trocitos de pollo cocido muy ablandados con agua sacados de mi pincho del mediodía. ¡Los pinchos del "Las Vegas" reviven a cualquier vertebrado!

No es la mejor comida, pero echó un buen mordisco a un trozo y cerré la tapa. Son bichos muy resistentes y estaba seguro que se aletargaría pero sobreviviría, y así fue.

8 horas después de encontrarla me fui con el chaval a soltarla, lo que me sirvió para que el pequeño pudiese disfrutar unos minutos de la salamandra, siempre lavando manos antes y después, claro.
Y además fue una buena labor, doblemente, por la satisfacción que me causó ayudar a la amiga urodela y por lo bien que se lo pasó y lo mucho que aprendió con la acción el pimpollo.

Elegí como nuevo hogar la charca de la Aliseda Pantanosa, un espacio amplio y seguro, sin carreteras transitadas, hiperhúmedo, y donde seguramente esté ahora mismo en sus salsa.

Efectivamente, fue ponerla en el suelo saturado de agua y echar a correr a la velocidad que una salamandra entiende por correr. Hay días que merece la pena ir al trabajo. Pocos pero los hay.
Da gusto ver que hay gente que se preocupa hacer este tipo de cosas. Y la satisfacción que se te habrá quedado después!
ResponderEliminarSaludos.
La verdad es que no me costaba nada hacerlo y fue muy divertido.
EliminarTuvo suerte, tu también. Saludos
ResponderEliminarEn otra vida igual intercambiamos, hay que tenerlo en cuenta.
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