Después de la Espuncia y el Picu, me fui en la dirección que
llevaban todas las aves que pasaban delante mío: hacia el Cierrón.
Allí, sin ser un día memorable, estaban representadas
bastantes especies de aves, con la agradable sorpresa de ver a 2 de ellas, que
normalmente son bastante tímidas, al lado mismo de donde yo estaba.
Esto, que normalmente es bueno, este día en particular me
causó un problema, ya que había prestado mi teleobjetivo a un amigo que lo necesitaba
para fotografiar buitres en las Hoces del río Riaza, y no disponía de él.
Sacar fotos tan cercanas con el digiscoping de mi telescopio
fue una tortura: como es un f13 fijo, necesita mucha luz para poder sacar a las
aves a alta velocidad, y por una ley muy simple de la óptica, cuanto más ocupe
el objeto a retratar el campo de la fotografía, más se nota su movimiento, y
más tendencia tiene a salir movido. Esto me obligó a subir el ISO, para
compensar, a límites grotescos. Para más inri, este digiscoping funciona a
enfoque manual, por lo que tenía que cambiar constantemente el punto de
enfoque, y darle más meneo a la rótula que soporta todo el equipo que el que le
haya dado en toda su vida junta.
Así que cuando aparecieron 2 espátulas euroasiáticas (Platalea
leucorodia) y se pusieron a menos de 10 metros de mí a alimentarse
frenéticamente, filtrando en las pequeñas lagunas más próximas a la carretera
del Cierrón, fue un goce para la vista, pero un desastre para tratar de
fotografiarlas, desastre que veis reflejado en estas fotos. Con el teleobjetivo
hubiesen sido una maravilla, estaban “a güevu”. Otra vez será.
Se trataba de 2 jovencitas, y además una de ellas estaba
anillada: “LYL/Yfar”, anillada en Holanda este mismo verano.
Fue increíble disfrutar de su comportamiento alimenticio a
escasos metros. ¡Qué vitalidad!
Después me fui a un lateral, y allí estaba otra sorpresa, un
bando de 7 agujas colinegras (Limosa limosa), alimentándose también
activamente. Mismo problema para sacarles una foto curiosa, ya que estaban “martilleando”
a todo trapo el limo para sacarle comidita, y me costó horrores encuadrarlas.
Lo que no me costó nada fue disfrutar de su agilidad, y de
su compenetración a la hora de desplazarse removiendo el fango, lo hacían al
unísono, emitiendo de continuo su típico reclamo.
Si no me equivoco, son todas juveniles, y en esto ya podría
equivocarme más fácilmente, pero lo superpigmentadas que estaban pudiera
indicar su procedencia de la subespecie “islándica”.
No eran las únicas agujas colinegras que había en el
Cierrón, otras 4, 2 adultas ya con el plumaje gris que se advierte en la foto,
y otras 2 juveniles a su lado.
Aparte de 3 ó 4 archibebes claros (Tringa nebularia) que
acompañaban a las espátulas a ratos, volando entre charcos, había más
limícolas, los más curiosos, 4 correlimos zarapitines juveniles (Calidris
ferruginea).
De anátidas, una docenita de ánades azulones (Anas
platyrynchos), y las 1as cercetas comunes (Anas crecca) que localizo esta
temporada de otoño.
De garzas, había alguna garza real (Ardea cinerea), sueltas,
y banditos de las mucho más abundantes garcetas comunes (Egretta garzetta).
Alguna gaviota reidora (Larus ridibundus)…y por ahora eso es
todo…
Tienes razón, los holandeses son unos exageraos, que si anillitas color ¡lima!, que si banderitas (las anillas ya son poco...)
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