lunes, 11 de mayo de 2020

No son esenciales

Aparentemente, los pájaros, como este petirrojo (Erithacus rubecula), no son esenciales para este gobierno. Su estudio, y su disfrute por la ciudadanía, tampoco.

Seguimos esperando a que nos den permiso para practicar una actividad tan poco sospechosa de transmitir virus como es caminar en solitario y en silencio por el campo, a horas bien tempranas,  observando a las aves y la naturaleza que las rodea, prismáticos al cuello y cámara en mano.

El Principado ya se ha adelantado a pedir una apertura exprés para la pesca y la caza, pero aparentemente a nuestros gestores, que saben bien lo que nos conviene, las aves en particular, y la naturaleza en general, les importan una m............Lo pagarán caro.

domingo, 10 de mayo de 2020

Resumen invernal de la playa de San Lorenzo

Al igual que en el Parque Isabel, pobre pobre la representación de los invernantes de la playa de San Lorenzo. Clima benigno, pocos temporales, y mucha gente por las playas. Otro año flojo. Incluso las gaviotas fueron escasas, con cifras flojas de reidoras y cabecinegras, sombrías prácticamente testimoniales, ni una gaviota de Delaware, ninguna blanca...un desastre.

Si hubo algunas gaviotas argenteas (Larus argentatus), como esta anillada en el NO de Francia. Por extraño que parezca viendo el plumaje, es uno de esos casos de 2o inverno muy retrasados.









De la misma edad parece esta otra argéntea aunque con mucho más desarrollo de la muda.










Escasísimas las gaviotas canas (Larus canus) este invierno.











Este charrán patinegro (Thalasseus sandvicensis) posiblemente fuese más un paso temprano prenupcial que un invernante, pero aquí lo dejo.










Unos cuantos cormoranes moñudos (Phalacrocorax aristotelis)...











...y una media docena de correlimos oscuros (Calidris maritima) que aguantaron hasta el final del invierno.

Y poco más pude ver curioso, cada invierno menos sorpresas, por desgracia.

sábado, 9 de mayo de 2020

Resumen invernal del Parque Isabel: Poco hubo.

Un invierno flojo más, pocos invernantes...la tónica del último lustro. Incluso los habituales, por ejemplo, el porrón europeo (Aythya ferina), no vi ningún día más de 10 ejemplares.








Pocos machos además. Esta hembra salió al césped, algo poco habitual.












De porrones moñudos (Aythya fuligula), todavía peor, solo vi a este macho este invierno.













Los cucharas europeos (Anas clypeata), alrededor de una docena.









Siguió el ánade rabudo macho (Anas acuta) silvestre algunas semanas acompañando a sus compañeros provenientes de granja.











Aunque el número de gaviotas patiamarillas era elevado a diario, muy pocas gaviotas, incluso, reidoras, aparte de las patis. Esta gaviota argéntea (Larus argentatus) se dejó ver bastante. Aparentemente, un segundo invierno.









De pajarinos, mucha variedad, y muy mansos, como pudo comprobar mi sobrino con este carbonero común (Parus major). Por el interés te quiero Andrés, en cuanto enseñas la comida, se convierte en tu mejor amigo.








Muy habituales también las concentraciones de mitos (Aegithalos caudatus).












Y los pinzones vulgares (Fringilla coelebs), también invernantes numerosos en el parque.










Afortunadamente, aquí los chillidos de los martines pescadores (Alcedo atthis) son un sonido clásico del invierno.











Antes del confinamiento, parecía que se preparaban ya los nidos de la colonia de garcilla bueyera (Bubulcus ibis).













Los invernantes fueron muy numerosos, con más de 600 ejemplares.






Y llegó el virus de marras, ¡y todos para casa!
Mucho se debieron aburrir las ardillas rojas (Sciurus vulgaris) sin transeuntes a los que merodear en busca de comida fácil.

viernes, 8 de mayo de 2020

Los roblones del Llanu del Toru

A estos magníficos ejemplares de roble albar (Quercus petraea) accedimos desde el pueblo de Tarna en una excursión corta y cuesta pero muy atractiva.
















Desde el pueblo de Tarna, en Caso, y hacia el SO el camino aprovecha la traza del sendero hacia El Mongallu.










Una señal a mitad de camino nos indica la desviación que debemos tomar, subiendo una cuesta bastante agreste.











Hasta este punto el camino era muy agradable, por las praderías alrededor de Tarna.












En cuanto torcemos nos introducimos en un espeso bosque de hayas (Fagus sylvatica), que ya merece la pena la visita por sí mismo.










La Sierra del Mongayu va apareciendo en la lejanía hacia el oeste entre la espesura.













Siguiendo poco a poco los abundantes jitos, llegamos al primer roblón, quedando impresionados.














El árbol está protegido por un vallado perimetral y señalizado.













Aunque lo visitamos al final del invierno, y los árboles estaban sin hoja, el tronco desnudo era suficiente reclamo para dejarnos con la boca abierta.














El perímetro del roble era una brutalidad y nos recordó a otros robles albares aislados en medio de los hayedos, por ejemplo en Peloño. Siempre son ejemplares enormes.











El contraste la anchura del tronco y las ramas retorcidas del roblón y las ramas y troncos rectos de las hayas que lo rodeaban era muy llamativo.













Para llegar al segundo roblón hay que caminar apenas 5 minutos hacia el culmen de la colina.












Este otro roble es si cabe aún más espectacular, con menor altura pero un tronco fantasmagórico.











Estos árboles podrían contar en sus siglos de vida infinidad de rayos, heladas, incendios, sequías, nevadas, guerras y una variedad enorme de dificultades a las que a duras penas han sobrevivido. Espero que nos sobrevivan a nosotros también.














El bosque alrededor es una maravilla, llena de vida allá donde miremos. Si ya nos encantó en invierno, en el resto de las estaciones tiene que ser todavía mucho mejor, especialmente en primavera y en otoño.





Pues nada, bajamos de nuevo vuelta a Tarna bajo la atenta mirada del Abedular, una excursión redonda.







miércoles, 6 de mayo de 2020

Basura en la arribazón

Me gusta buscar en la arribazón (acumulación de algas que trae la marea a la costa), ya que trae muchos bichos interesantes, a veces especies de algas nuevas, moluscos que no tengo en mi colección etc.
Sobre todo las arribazones tras temporales marítimos arrastran pequeños tesoros que son interesantes para cualquier naturalista.
Así que cuando vi el Rinconín de Gijón cubierta de algas a finales de febrero, bajé a fisgar a ver qué maravillas traía.



Pero, por desgracia, de maravillas, ni una, y en cambio, un montón inmenso de basura en forma de microplásticos y demás porquerías producto de nuestro hiperconsumismo moderno. Vista desde lejos, la masa de algas parecía limpia, ya que no hay objetos grandes presentes, pero a menos de un metro ves miles de fragmentos de bolsas, envases, compresas, tapas, cristales, palés de poliestireno, botellas...un compendio de todo lo que no debería estar allí. Vida marina, cero patatero, lógicamente. Ni rastro de organismos animales.


O bien la masa de algas atrapó un montón de basura flotante, que puede ser, o bien se juntaron al unísono la basura que bajaba en cantidad con las riadas del invierno, y que los colectores, pese a quien pese, no son capaces de atrapar, y las algas de alta mar.








La combinación es, sencillamente, un asco, máxime si se piensa que esta arribazón, con su basura, no es recogida, y vuelve al fondo del mar con la marea, a seguir degradándose y a introducirse en la cadena trófica. Asco nos tenía que dar.