domingo, 30 de octubre de 2011

Filosofía de la ciencia: el sesgo de rango, águila real vs bisbita alpino


En antropología, ciencia social especialista en darle muchas vueltas a todo, somos expertos en enredar al límite con el concepto presuntamente objetivo de la ciencia. Tanto es así que fue en la antropología donde primero se definieron varios de los sesgos que terminaron definitivamente con el concepto científico de la propia ciencia.

Así, cuando se re-estudiaron determinadas poblaciones humanas que habían sido descritas en tratados clásicos de principios del siglo XX, se descubrió que sus características, 50 años después, no tenían ninguna similitud, pareciendo diferentes por completo, a pesar de ser poblaciones aisladas y teóricamente estables en el tiempo.





Después de mucho elucubrar, y de aplicar la autocrítica en la especialidad (los antropólogos no se caracterizan precisamente por su corporativismo), se vio que lo que Boas, Radcliffe-Brown, o Malinowski describían como dogma científico respecto a las costumbre familiares o matrimoniales, o incluso las propias mediciones antropométricas o de aprovechamiento económico del entorno, no se sostenían y resultaban absolutamente incoherentes con la realidad.

¿La razón? Pues muy sencilla, a toro pasado, pero muy complicada de establecer en la práctica cotidiana, como se puede comprobar en cualquier estudio científico actual.
Entre otros, 2 sesgos, el de autoridad y el del informante.

Así, se tenía costumbre (digo tenía, pero en muchas ciencias se sigue haciendo) de estudiar a los sujetos más prominentes, o teóricamente importantes de la comunidad social, ya que en teoría son los más representaivos de ésta. La realidad es bien distinta: si solo estudiamos a los miembros teóricamente activos, sesgamos el estudio, no se estudian los ancianos, los niños, las mujeres que están en las casas, los enfermos, los locos, los incapaces. Al final, se basa todo en muy pocos individuos, y las cosas salen como salen.
Ejemplos de este sesgo, abundantes y evitables aplicando las directrices de la filosofía científica son, por ejemplo, el estudio de los efectos farmacológicos de los medicamentos en varones jóvenes (las mujeres quedan excluídas por poder estar embarazadas, los niños por niños, y los ancianos porque presentan muchas enfermedades concurrentes). Resultado: los medicamentos teóricamente inocuos, puestos a disposición de la población real, y total, dan contraindicaciones a porrillo, de manera que el medicamento se aprueba, pero solo es al cabo de los años cuando se acumulan montañas de efectos adversos, y de verdad se sabe el efecto secundario práctico, y no teórico.

En ecología, y es a lo que vamos, hay determinadas especies “estrella” de las que siempre están pendientes los científicos, de manera que cuando se aplican directrices de conservación, puede pasar que en un paraje se modifique una carretera porque haya un rodal de acebo (Ilex aquifolium), especie protegida pero no escasa, aunque sea lo único interesante del lugar.




Y mientras tanto, se puede autorizar destruir por completo y para siempre un ecosistema entero, interesante y productivo, porque haya tenido la mala suerte de tener ni una sola especie en un listado que sea una de las 3 ó 4 que manejan los técnicos como especie "protegidísima".
Casos de estos hay a montón.

Bueno, ¿qué tiene esto que ver con el águila real (Aquila chrysaetos) y el bisbita alpino (Anthus spinoletta).

Pues es un ejemplo de sesgo de rango: la semana pasada me fui a Laciana, y disfruté de varias excursiones por la zona. En una de ellas, nos acercamos a las Fuentes del Sil, en el límite con Asturias, bajos los Picos de la Mortera y la Peña Orniz. Territorio propicio para encontrarse grandes rapaces, como así fue: nos encontramos a menos de 10 metros de distancia un bando de 8 buitres leonados (Gyps fulvus), y la visión de un magnífico ejemplar juvenil de águila real. 
¿El detalle? Que los vimos accidentalmente desde dentro del coche, y con la cámara metida en el maletero. En cuanto nos movimos, se espantaron.
Y menudo cabreo me llevé para casa, pensando en las fotos que podía haber sacado de tener la cámara a mano. Irrepetibles.

Por otro lado, vi en 2 días más bisbitas comunes (Anthus pratensis) que los que se ven por Gijón en todo el invierno: cientos. Y no les saqué ni una foto, a pesar de haberlo podido hacer sin ningún problema.
Hasta que un bisbita aislado, más grande, más oscuro, sin marcas en el dorso, el pico amarillo, bigotera oscura, las patas oscuras, el barrado lateral de la cola blanco, y moteado irregular sobre pecho y flancos blanco inmaculado me hizo darle fuerte al obturador de la cámara: era un bisbita alpino.
He visto multitud de águilas reales cuando hacía montaña, y siguen impresionándome. pero están muy vistas.
Sin embargo, he visto pocos bisbitas alpinos. Y sin embargo no me fui contento de poder fotografiándolo pensando en el águila real que se me escapó.
Esto es un sesgo de rango: elijo una especie sobre la otra, incluso cuando objetivamente sería más interesante elegir a la especie más rara para mí.

¿Y qué decir de los pobres bisbitas comunes, a los que no les hice ni caso? Creo que merecían una foto.
Porque si pensamos en términos ecológicos, una sola águila real no tiene el papel que tienen los bisbitas comunes, y el resto de pequeñas aves que despreciamos. Pero el sentimiento estético es así de humano.




¿Y qué pasa cuando se produce este sesgo? Pues que automáticamente va ligado a otro sesgo: el sesgo del informante: yo creo que son más importantes las águilas reales (falso) que los bisbitas, pero es que además, transmito esa opinión a un blog, y quien no sepa de aves puede creerse que en un supuesto reportaje sobre Laciana, hay un montón de águilas reales y muy pocos bisbitas, ya que le daría más importancia a las 1as que a las 2as.
Y si leyesen mi blog, en las diferentes entradas, podría pensar que las gaviotas son las aves más abundantes e importantes de Asturias, ya que copan mucho terreno en él.

Esto, que aquí parece obvio, se da mucho en ciencia, en la santa y teóricamente fría ciencia, objetiva...¿o no?
Pues no, la ciencia es un metalenguaje, una creación occidental con sus códigos y sus jergas, creadas por cerebros humanos, y tan humana como sus creadores.

Los científicos se ocupan, en 1er lugar, de temas puntuales, no llegan a todo, ni mucho menos, no son omnipotentes, ni todo cae bajo el ojo escrutador de la ciencia occidental: la paradoja del mapa, un clásico, dice que si queremos representar la realidad de un área geográfica en un mapa, debemos seleccionar qué se va a incluir, y qué se va a perder: si intentamos, en un esfuerzo de verosimilitud y objetividad, incluirlo todo en el mapa, el mapa acabaría siendo tan grande como la realidad, ¡es imposible!
Así que hay que seleccionar lo que se estudia, lo que se describe...pero lo que, por selección, dejamos fuera, ¡aún sigue existiendo! No lo olvidemos, por definición, y por pura lógica, la ciencia NO PUEDE explicarlo ni describirlo todo. Porque teóricamente, es imposible de manejar la totalidad.

Además, la selección no es ni aleatoria, lo que sería estúpido, ni inocente: escogemos lo que nos gusta, y yo añadiría que lo que nos interesa, y los intereses son humanos, y por tanto imperfectos y de difícil justificación  si hablamos de objetividad: el positivismo es una falacia que lleva instalada en los idearios de la ciencia occidental menos de lo que pensamos, y creemos que es inevitable.
Realmente, no.

¿Deberíamos renunciar a estudiar las águilas reales? NO, pero deberíamos repartir esfuerzos, porque estamos al borde de conocer cada ejemplar que aparece, exhaustivamente, y eso es la falacia del mapa: estamos sobrerrepresentando a demasiadas especies.

¿Deberíamos fotografiar a cada uno de los bisbitas que se nos crucen? Tampoco, eso sería antieconómico, y poco práctico, pero sí deberíamos abrir los ojos a nuevas realidades que, por pequeñas, poco atractivas, o (y esto es importante) poco demandadas por el público, siempre aparecen infrarrepresentadas. Porque las borramos de ese teórico mapa (en este caso mental) desde el 1er filtro.

No sé si ha quedado claro, pero me arrepiento de no buscar más bisbitas, de no tratar de fotografiarlos más a menudo.
Y además, me siento más tranquilo aunque haya perdido la oportunidad de fotografiar a las grandes rapaces tan cercanas. Son grandes, poderosas, y ocupan en el simbolismo humano un puesto primordial. Pero no son las únicas aves que hay, y ni siquiera las más importantes o imprescindibles para un ecosistema.

La ciencia es una creación humana, imperfecta como nosotros, y con nula autocrítica. Como nosotros.

Y no nos basta con caer en sesgos, que además desconocemos o si los conocemos, pasamos de ellos.
Es que además erramos, y muchos de los estudios que se sesgan conscientemente, además contienen errores de base, que hay que evitar.

Así que intento pedir disculpas al bisbita alpino con este artículo, y evitar un sesgo de infrarrepresentación (el bisbita), y de sobrerrepresentación (el águila), pero para ello, debería evitar también un error: confundir el bisbita alpino, por ejemplo, con otra especie. Porque eso desbarataría el argumento antes ya de empezar.

Eso es lo más difícil.


Urgencias y emergencias

Os iba a meter entre pecho y espalda una historieta filosófica sobre bisbitas alpinos, águilas reales y sesgos de la ciencia, pero mi hijo se ha roto el brazo por 2 sitios, no me gusta nada verlo sufrir, hubiese preferido (alguno que yo me sé estará de acuerdo) rompermelo yo. Además, a la hora en la que mi hijo hizo el salto mortal con tirabuzón y sapiazu yo estaba por el Parque de Isabel la Católica hablando amistosamente con Laure y Yoli de por qué los ornitólogos asturianos nos damos a matar unos a otros, sin excepción ( nos incluíamos), y sin que parezca que las nuevas o viejas alianzas den para más que disgustos y crujir de dientes, mucha mala baba, así que en general, se me quitaron las ganas de hablar de bisbitas, y os dejo 3 anillas que me encontré ayer sábado, 2 repetidas y una nueva (para mí).

Menos es nada, estoy hecho polvo y cansado como un perro viejo al que le pican de repente todas la pulgas a la vez y que intuye que la próxima patada debajo del rabo será la definitiva...ahí os van:

AM1J, de Isolino Pérez Tuya, gaviota patiamarilla (Larus michahellis), asturiana, ya la vi en septiembre en el mismo lugar.









También de Isolino, asturianina, y esta nueva para mía, aunque sospecho que tendrá un montón de lecturas porque la localicé en el popularísimo Parque de Isabel la Católica de Gijón: AL1F, otra patiamarilla.








Finalmente, la 3ª vez que la veo este otoño, DKN, de Peter Stewart, inglesa, gaviota sombría (Larus fuscus).










A ver si mañana tengo tiempo, humor y menos hastío y os pongo el bisbita alpino.

sábado, 29 de octubre de 2011

viernes, 28 de octubre de 2011

¿Juegos de niños?

Mi hijo, desde que tiene 2 años de edad, tiene clarísimo que de mayor quiere ser paleontólogo.
A mí, que me encantaría ser paleoantropólogo (pero no tengo tiempo ni pasta para hacer la especialidad), me encanta esta afición de mi pequeño, y desde siempre lo he rodeado de libros, documentales y demás parafernalia prehistórica.
Tiene una buena colección de "fósiles" (huesos de vacas, cabras, caballos, etc...que recogemos en el monte), y una de sus aficiones favoritas es ponerse conmigo a limpiarlos, barnizarlos, y apuntarlos con todo detalle en su libreta de campo.
Hace 2 semanas recogimos en La Polina el cráneo bastante limpio por los insectos de un mirlo común (Turdus merula) que seguramente cazó alguno de los gatos de Mercedes. Hubo una buena discusión porque pretendía meterlo en un tuperware de la abuela, y no era plan de matarla a disgustos...

Anduvo por casa unos días, hasta que nos pusimos manos a la obra.
Lo limpiamos con mucho cuidado, teniendo en cuenta la extrema fragilidad de estos huesinos, le dimos un baño de ácido con mucho arte, lo secamos, lavamos, volvimos a secar, lo barnizamos, pegamos a una piedra seleccionada (una pizarra con oolitos férricos de Llumeres), y aquí está.

Me siento muy orgulloso de este trabajo, en especial cuando pienso lo torpón que es mi hijo y el poco cuidado que pone normalmente con las cosas, o lo que le cuesta concentrarse.
Pero no con los huesos, que maneja con precisión de relojero antiguo.

Crecerá, se perderá como lo hicimos todos, y posiblemente se olvidará de dinosaurios y tigres dientes de sable, pero ojalá reencuentre su camino y algún día se acuerde de las tardes que pasaba con su viejo, jugando a cosas que la mayoría de los niños no juegan habitualmente.

Y que sea montando huesos en un museo, que es lo que parece que es su sueño.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Playas deliciosas: San Martín y La Almenada (Llanes).



Hoy os traigo 2 playas virtuales: si las buscáis en las guías, no suelen salir.
Solo existen en marea baja, y además están escondidas, así que hay que aproximarse a ellas como si de una aventura se tratase: hay que programar el acercamiento, y lo más importante: mirar la marea, solo las encontraréis en plenitud cuando está bajando la marea o en marea baja, y cuanto mayor sea el coeficiente de la marea, mejor.
Con marea alta ni adivinaréis que ahí hay una playa. Y con la marea subiendo, es demasiado arriesgado, incluso peligroso.
Recomiendo acercarse a ellas caminando desde el núcleo de Poo de Llanes, por la senda costera, y parar en la playa de Portiellu, playa que no me gusta demasiado por estar fuertemente humanizada. Si os quedáis aquí, con esta vista que os pongo de “lo que se ve”, os perdéis lo que hay escondido a izquierda y derecha. Tenéis que bajar a la arena de esta playa, y llegar a la orilla, y a izquierda y a derecha, están las 2 playas a las que me referiré luego.
 En esta playa de transición a las 2 que más me interesan hay un fenómeno geológico muy curioso: toda la zona es caliza, con un proceso de karst muy activo: la costa se asemeja a un queso de gruyere y el agua se filtra por la caliza, con la curiosidad de que en este caso, el agua emerge como manantial ¡debajo de la arena de la playa!, así que, a mano izquierda de esta playa, veréis una especie de mini géiser de la que emana un agua muy diferente a la del mar: es dulce, y está friísima. Los niños (y alguno no tan niño) aprovechan estos surtidores para ponerse encima y ser succionados. A mí me da mucha perceguera la sensación, ya que son arenas movedizas y cuesta salir, pero merece la pena probar.

Bueno, a lo que vamos, que para no gustarme esta playa, vaya tabarra le estoy dando: llegamos a la orilla del mar, y giramos a la izquierda, y escondida tras el muro de la playa anterior, en marea baja, dependiendo de lo fuerte que baje la marea, nos encontramos la playa de San Martín, de entre 200 y 500 metros de largo, una divinidad de arena limpia, tostada, fina, con unas vistas increíbles a los castros costeros, con charcos mareales llenos de vida, y a su espalda, gracias a los fenómenos kársticos que os contaba, una serie de cuevas y pasadizos de lo más interesantes y entretenidos, yo añadiría que misteriosos. 







Una maravilla de playa en la que tomar el Sol en plena tranquilidad y bañarse en las aguas más limpias que recuerdo, si venís en verano. Y si venís en invierno, una gozada de excursión, con un interés paisajístico superado por pocas playas asturianas.

La 2ª playa es aún más especial. Técnicamente, es un tómbolo, una lengua de arena que conecta la línea de costa con la isla de Poo. Yo diría que, aparte de tómbolo, la palabra que la define es maravilla.
Bajáis a la 1ª playa de donde veníamos caminando, y nos dirigiremos hacia la derecha, hacia la isla de Poo. Con marea MUY baja, lo haréis andando normalmente, pero solo tendréis una ventana de tiempo de unas 2 horas para disfrutar de esta insólita playa.
Si vais con marea baja “normal”, tendréis que pasar con el agua por la cintura. Es un vadeo fácil con la mar en calma, el fondo es de arena, y es una experiencia única llegar a esta playa, si vais con niños, ¡ojo!, siempre vigilados, pero os aseguro por experiencia que alucinarán con la aventura de llegar “vía marítima” a una isla.

Una vez en la playa de la Almenada, resulta difícil explicar el paisaje que nos encontraremos: una playa de arena finísima, inmaculadamente limpia, con la extrañeza de tener el mar por 2 lados diferentes; al principio es muy chocante. Y por los otros 2 lados, hacia la isla, un paredón cortado a cuchillo: tanto que es una vía de escalada muy apreciada por los deportistas por su dificultad. Y por el otro, la línea de costa, la única vía de escape en caso de subida de la marea, en todo caso, una subida complicada, con niños sería muy peligrosa.
En definitiva, una playa extraña, absolutamente desconcertante para el concepto que tenemos normalmente de “playa”, y con una capacidad innegable de dejar a los que se atreven a llegar a ella con la boca abierta.
En verano, una gozada atravesar el mar somero para llegar a este rincón increíble.
En invierno... si el tiempo es bueno y la marea baja, es un pecado haberse muerto sin conocer esta playa.

martes, 25 de octubre de 2011

El Parque de Isabel la Católica está lleno de...

estos días desfilan por aquí un montón de

Gaviotas patiamarillas (Larus michahellis) cambiando de juveniles a 1er invierno (terciarias con bordes blancos irregulares, grandes coberteras ajedrezadas, pero algo irregulares, la manchita del ojo, ese pico fuerte negro con mínimo tip claro, las plumas en manto, las escapulares típicas de cambio...y aún así igual me equivoco...ayayay).

Cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo)






















Gaviotas reidoras (Larus ridibundus) tan extrovertidas que necesitas un gran angular para que salgan en el encuadre...











Pero las plumas que tapizan el Parque son estas...

lunes, 24 de octubre de 2011

Garceta común caritativa (por cambio de planes)

Os iba a poner un tostonazo de nuevo sobre gaviotas, pero después de leer la entrada trágica del blog de Antonio Gutiérrez, estoy muy triste, y no me apetece hablar de gaviotas. Sabreis disculparme.

Así que os pongo una garceta común (Egretta garzetta) con la que pasé 10 minutos de gloria la semana pasada.
Toda foto tiene una historia, y esta tiene más que una historia, una histeria, porque cada vez que pillaba a una garceta, cosa que es fácil en Gijón, a menos de 5 metros de distancia, las posibilidades prometían buena foto, pero al llegar a casa, fracaso total: ese blanco "tan blanco" arruina la mayoría de las fotos, literalmente, se quema en el sensor de la cámara.

Así que cuando pillé a esta jovencita pescando en un surtidor del parque, totalmente concentrada, eché la rodilla al suelo, y disfruté aprovechando su perseverancia.

Empecé a tirarle fotos como si de una modelo se tratase, cambiando tiempos y compensaciones de exposición, balance de blancos, aperturas e isos, probando diferentes combinaciones. Por probar.
Había muy poca luz, pero pude apoyarme en una barandilla, una especie de semitrípode.
Al final me quedo con esta. No es la mejor de las casi 100 que salieron, pero sí es la más "correcta" técnicamente, y ese plumaje blanco salió como yo quería.

Y al final, pilló al pez, y esperó al siguiente. Y yo aprendí algo más.

sábado, 22 de octubre de 2011

La gaviota plumirroja...

Aprovechando un cumple del chiquillo, me escapé a horas ya muy tardías por el parque de Isabel la Católica, donde seguí pegándome con las gaviotas. Todo iba medianamente bien hasta que me topé con esta, que me dejó con la boca abierta.

A estas alturas del año, las gaviotas juveniles se despojan de su plumaje y mudan al plumaje a 1er invierno. Como ya sabréis, cuanto más avanzado el plumaje de la gaviota, más fácil (en principio) identificarla.
Pero esta en particular se me antojaba extraña, y a la vez, profundamente hermosa.

Una mezcla de plumaje gris, con manto y escapulares que ya mudan a plumas de 1er invierno, pero con las plumas antiguas de un color café con leche.
Si la foto fuese en blanco y negro, yo la hubiese clasificado como gaviota patiamarilla (Larus michahellis). Pero no tenía nada clara la pauta de separación de una gaviota sombría (Larus fuscus), o una argentea (Larus argentatus).

Al volver a casa y ver las fotos, fue aún mayor mi asombro por unas plumas tan contrastadas, parecían "oxidadas".

Como en ningún libro salía nada parecido, le pregunté a mi gaviotero de cabecera, Antonio Gutiérrez, un excelente conocedor de las gaviotas que enseguida arrojó luz (y alguna sombra) sobre esta gaviota.
¡GRACIAS, ANTONIO!



Me mandó un extenso e-mail, con toda una serie de pautas de identificación. Con ellas, lo que saqué en conclusión fue que era una gaviota de plumaje raro. Antonio opina sabiamente que las plumas viejas son las marrones, en este caso muy gastadas, "destiñen". Pero comenta que, a la vez que se marchitan las antiguas, empiezan a salir las nuevas (de color gris), con lo que la mezcla es curiosísima.

Y, como me dice Antonio, habría que tener más detalles, o seguir la evolución del plumaje, para saber a ciencia cierta que gaviota es.

Yo casi siempre me fijaba en el manto y las escapulares, el pico y la complexión y aspecto generales, para llegar a saber qué especie de gaviota es.

Pero Antonio me da una pista más: las grandes coberteras, en fuscus, son irregulares y poco o nada ajedrezadas. Y las terciarias, deberían tener un borde claro muy estrecho y fino.
Y no es el caso.
Pero para poder hacer el "split" entre argentea y patiamarilla, ya es más difícil.
Las grandes coberteras, ajedrezadas regularmente, y las terciarias deberían ser con bordes blancos muy lobulados para ser una argentea.
Y para ser una pati, terciarias con bordes anchos irregulares, y grandes coberteras ajedrezadas irregulares.

Así que viendo estas imágenes, hago caso a Antonio: necesitamos más datos para saber qué es, es imposible, al menos para mí, hacer en este caso, una determinación efectiva. Si alguien se atreve entre los lectores, estaré encantado, pero en todo caso, es una gaviota preciosa.

Me marcho para las brañas asturleonesas este finde, a la vuelta, pongo las fotos de las otras gaviotas que SÍ pude clasificar, con especial interés en las que dejan el plumaje juvenil y pasan a ser 1er invierno: un dolor de cabeza asumible...

P.D: Ayer vi mi 1ª lavandera blanca enlutada (Motacilla alba yarrellii), así que parece que el otoño va en serio...

jueves, 20 de octubre de 2011

AJ1N (o como dijo mi hijo: “Ajín”)


El día 18 anduve por el Parque de Isabel la Católica de Gijón. Había un montón de gaviotas grandes y otras cosas, pero aún estoy procesando la información: muchas aves mudando, y por lo tanto despistándome. Ya os pondré los resultados en otra entrada.

De entre las pocas gaviotas adultas que había, una gaviota patiamarilla cantábrica (Larus michahellis lusitanius) anillada: AJ1N, “perteneciente” al proyecto coordinado por Isolino Pérez Tuya.
Nacida en el islote de la Franca, en Llanes ya en el año 2.005, lleva toda su vida parando por Gijón y la costa Este de Asturias, lo que significa que casi todos los ornitólogos asturianos nos hemos aprovechado de su sedentarismo y “asturianía” para seguirla. Yo mismo la vi en el otoño de 2.010. No os pongo su historial completo porque son más de 3 páginas de registros, creo que va camino de récord...esperemos que dure muchísimos años más.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Aves, familia y amigos juntos en Moniello


No envidio a los solteros, mucho menos a los que no tienen hijos, pero hay que reconocer que en la afición por las aves, ellos lo tienen mucho más fácil.

Yo, más que ir a ver aves, “me escapo” a verlas, por lo que a veces tengo que priorizar y dejar los prismáticos en casa.











Pero a veces, hay lugares a los que te puedes llevar a familia y amigos, y disfrutar a la vez de su compañía y de tu afición ornitológica.










Se trata de un área recreativa extensísima, con restaurante por si te olvidas el bocata, con columpios para los niños, campo de fútbol, WC (muy útil) y un montón de espacio libre para que los cuellicortos de la casa gasten sus energías.
Como me decía mi cuñado Miguel, “esta área cumple todas mis expectativas”.

Por si fuera poco, está frente a la ensenada de Moniello, por lo que el paisaje es espectacular, y, ahí es donde quiero llegar: a su espalda tiene la rasa costera del Cabo Peñas, plagada de aves paseriformes como en pocos sitios, y, especialmente en época de migración, puede uno estar tomando una cerveza con los amigos, columpiando a hijo y sobrinos, y, a la vez, por el rabillo del ojo, controlando los cientos de pájaros que utilizan los árboles del área como percha (recomiendo 2 pinos solitarios al final del área).

La lista de aves sería muy larga de poner aquí, solo decir que en primavera, entre trigueros, pardillos comunes, buitrones, mosquiteros ibéricos y bisbitas arbóreos te ponen la cabeza loca con sus cantos.

Ahora en otoño, aparte de los abundantes pájaros sedentarios, aparecen algunos invernantes dignos de reseñar. Os pongo un poco lo más curioso que me encontré este finde:

Buitrones (Cisticola juncidis) había al menos 12, nada huidizos, me parecieron muchos, en menos de 100 metros lineales. ¿Dispersión, reunión? La verdad es que ni idea.














Desde todas partes se les veía y se les oía, dentro mismo del área, cazando insectos, que abundaban, con este calor, estaba lleno de ortópteros.









Collalbas grises (Oenanthe oeananthe), también abundantes, algo más recatadas, en los praos adyacentes al área.










Frente al aparcamiento hay unas sebes de las buenas, con abundante vegetación natural, un bocage con un ingrediente definitivo: una vieja higuera (Ficus carica) que produce figos miguelinos por arrobas, y que disfrutan todos los pajarinos.






 En este caso, los muy versátiles gorriones comunes (Passer domesticus) se están poniendo las botas.









De lo que más me encontré, muy camuflados entre la hierba, y en la típica formación con la que recorren los praos, llegaban bandadas de bisbita común (Anthus pratensis), con el plumaje aún limpio de principios de otoño, que nada tendrá que ver con el que tendrán, menos vistoso, dentro de unas semanas.




En el campo de fútbol, por docenas.










Mucho más solitarios, siempre enramados en los arbustos, y más difícil por tanto de fotografiar, los mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita), que llegan para quedarse todo el invierno.








Las tarabillas comunes (Saxicola torquata), estables todo el año, son residentes abundantes.

Y habría que añadir buenas cantidades de jilgueros, de pinzones vulgares, de lavanderas blancas, de mirlos comunes y demás aves, y, en la costa, las gaviotas patiamarillas (Larus michahellis), y unos cuantos cormoranes moñudos (Phalacrocórax aristotelis).

martes, 18 de octubre de 2011

Mi biblioteca: Árboles de España y Europa, de David More y John White


Esta obra demuestra que a veces quien compra barato, compra 2 veces.

Hubo un tiempo en el que estaba muy interesado en conocer no solo los bosques, sino todo tipo de vegetación arbórea que me encontrase.
Preparé un herbario con centenares de especies (que ahora tengo injustamente olvidado en un armario), y resultaba muy difícil clasificar determinadas familias de árboles, como coníferas o fagáceas, complejidades que precisaban de una buena bibliografía.
Así que empecé a comprar guías sin ton ni son, y ninguna de ellas era completa, ni exhaustiva.

Hasta que decidí gastarme los cuartos en algo que mereciese la pena, y así llegó a mis manos esta magna obra, de saberes y tamaño casi enciclopédicos.

Este tocho (832 páginas, más de 1 kg de peso) es la obra europea definitiva en cuanto a descripción y clasificación de árboles. Si existe un árbol en Europa, está aquí.


Aunque flojea un poco en cuanto a especies mediterráneas, tara general de las guías de campo editadas en los países anglosajones, a cambio describe no solo la flora arbórea europea autóctona, sino también la exótica naturalizada o cultivada, lo que hará las delicias de los amantes de jardines botánicos, colecciones y demás.











Si nos quedáramos aquí, ya sería un libro excelente, en su vertiente científica y práctica, ya que la información que ofrece es precisa, y las guías de identificación infalibles.









Pero es que, además, su autor tuvo la loca idea de no incluir fotografías, sino dibujos, y no dibujos genéricos, sino ¡dibujos de ejemplares reales, en su lugar de origen! Y los dibujos (miles en esta obra), de John White son de locura, menudo trabajo.
Así que se trata de un libro, que, simplemente como arte ya valdría la pena.











Todo esto hace que merezca mucho la pena gastarse los 85 € que cuesta, ya que es un clásico, y nos ahorrará tener que comprar varias guías que no le llegan a esta a la altura de los talones.
Es una inversión definitiva, para pasar de padres a hijos, y además lo considero una obra de arte.
Si os apetece, podéis comprarlo, por ejemplo, aquí, lo agradeceréis, sin ninguna duda.

Lo que se aprende con una sola anilla

Hoy iba a meter una entrada con un libro que me encanta: lo dejo para mañana.

La verdad es que estoy agotado, esta tarde me han dado el título de mi 2ª carrera universitaria, en una tarde llena de emociones y de melancolía. La ceremonia fue muy pomposa, y ¡hasta salí en la tele!

Así que entrada corta, aprovechando que me llegó la anilla del 12 de octubre que os comenté que me faltaba:

PCVX, gaviota patiamarilla mediterránea (Larus michahellis michahellis), anillada en junio de 2.006, ya es una mayorona. De Cataluña al País Vasco, y a Asturias, donde hace ya 4 años que no se la veía.
También registrada en el Grao de Castellón, donde pasé mis vacaciones este verano.

Si pincháis en la imagen, veréis datos, que para mí, son algo más que datos, porque en ellos sale un amigo al que le he perdido la pista, para mí un maestro, y como él solía decir de mí, lo que siempre le agradecí, cuando otros me ponían (me ponen aún) de niñato, y cosas peores: Un señor.

Ya sabéis a quién me refiero: Nacho vega.

lunes, 17 de octubre de 2011

Cumpleaños en Zeluán: las otras aves

Pues lo que más me prestó fue encontrar mi 1ª gaviota argentea (Larus argentatus) de la temporada, una adulta, la del centro de esta imagen.







Y lo que menos me gustó, ver a esta pobre gaviota patiamarilla (Larus michehellis), totalmente pringada, tratando de quitarse el pringue. Incierto futuro, la verdad.










Sigue uno de los gaviones atlánticos (Larus marinus) asentado en la ría.








Y una gaviota cabecinegra (Larus melanocephalus), a la que fue imposible sacarle una foto quieta.









Muy prestoso el charrán común (Sterna hirundo), al que en principio confundí, al telescopio, con un fumarel común. Vistas las fotos, la evidencia es clara.

Acompañado de una gaviota reidora (Larus ridibundus), de las que había cientos.






De cormoranes, 1 moñudo, adulto (Phalacrocorax aristotelis), y 18 grandes (Phalacrocorax carbo).








Garzas reales (Ardea cinerea), menos que en otras ocasiones, 3.










Ánades azulones (Anas platyrynchos) conté hasta 13.

Garcetas comunes (Egretta garzetta), hasta 10, acompañadas de 8 archibebes claros (Tringa nebularia) y 2 agujas colipintas (Limosa limosa).







Chorlitos grises (Pluvialis squatarola), había 2, muy lejanos, fatal en la foto. Con ellos andaban, fuera de foco, 2 chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula), 2 vuelvepiedras (Arenaria interpres) y 2 correlimos comunes (Calidris alpina).





Y fuera del observatorio, 2 aves cantando como locas, despistadas por el veranillo de San Miguel: el chochín (Troglodytes troglodytes), y la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala).