Hoy os traigo 2 playas virtuales: si las buscáis en las
guías, no suelen salir.
Solo existen en marea baja, y además están escondidas, así
que hay que aproximarse a ellas como si de una aventura se tratase: hay que
programar el acercamiento, y lo más importante: mirar la marea, solo las
encontraréis en plenitud cuando está bajando la marea o en marea baja, y cuanto
mayor sea el coeficiente de la marea, mejor.
Con marea alta ni adivinaréis que ahí hay una playa. Y con
la marea subiendo, es demasiado arriesgado, incluso peligroso.
Recomiendo acercarse a ellas caminando desde el núcleo de
Poo de Llanes, por la senda costera, y parar en la playa de Portiellu,
playa que no me gusta demasiado por estar fuertemente humanizada. Si os quedáis
aquí, con esta vista que os pongo de “lo que se ve”, os perdéis lo que hay
escondido a izquierda y derecha. Tenéis que bajar a la arena de esta playa, y llegar a la
orilla, y a izquierda y a derecha, están las 2 playas a las que me referiré
luego.
En esta playa de
transición a las 2 que más me interesan hay un fenómeno geológico muy curioso:
toda la zona es caliza, con un proceso de karst muy activo: la costa se asemeja
a un queso de gruyere y el agua se filtra por la caliza, con la curiosidad de
que en este caso, el agua emerge como manantial ¡debajo de la arena de la
playa!, así que, a mano izquierda de esta playa, veréis una especie de mini
géiser de la que emana un agua muy diferente a la del mar: es dulce, y está
friísima. Los niños (y alguno no tan niño) aprovechan estos surtidores para
ponerse encima y ser succionados. A mí me da mucha perceguera la sensación, ya
que son arenas movedizas y cuesta salir, pero merece la pena probar.
Bueno, a lo que vamos, que para no gustarme esta playa, vaya
tabarra le estoy dando: llegamos a la orilla del mar, y giramos a la izquierda,
y escondida tras el muro de la playa anterior, en marea baja, dependiendo de lo
fuerte que baje la marea, nos encontramos la playa de San Martín, de
entre 200 y 500 metros de largo, una divinidad de arena limpia, tostada, fina,
con unas vistas increíbles a los castros costeros, con charcos mareales llenos
de vida, y a su espalda, gracias a los fenómenos kársticos que os contaba, una
serie de cuevas y pasadizos de lo más interesantes y entretenidos, yo añadiría
que misteriosos.
Una maravilla de playa en la que tomar el Sol en plena
tranquilidad y bañarse en las aguas más limpias que recuerdo, si venís en
verano. Y si venís en invierno, una gozada de excursión, con un interés
paisajístico superado por pocas playas asturianas.
La 2ª playa es aún más especial. Técnicamente, es un
tómbolo, una lengua de arena que conecta la línea de costa con la isla de Poo.
Yo diría que, aparte de tómbolo, la palabra que la define es maravilla.
Bajáis a la 1ª playa de donde veníamos caminando, y nos
dirigiremos hacia la derecha, hacia la isla de Poo. Con marea MUY baja, lo haréis
andando normalmente, pero solo tendréis una ventana de tiempo de unas 2 horas
para disfrutar de esta insólita playa.
Si vais con marea baja “normal”, tendréis que pasar con el
agua por la cintura. Es un vadeo fácil con la mar en calma, el fondo es de
arena, y es una experiencia única llegar a esta playa, si vais con niños,
¡ojo!, siempre vigilados, pero os aseguro por experiencia que alucinarán con la
aventura de llegar “vía marítima” a una isla.
Una vez en la playa de la Almenada, resulta difícil explicar
el paisaje que nos encontraremos: una playa de arena finísima, inmaculadamente
limpia, con la extrañeza de tener el mar por 2 lados diferentes; al principio
es muy chocante. Y por los otros 2 lados, hacia la isla, un paredón cortado a
cuchillo: tanto que es una vía de escalada muy apreciada por los deportistas
por su dificultad. Y por el otro, la línea de costa, la única vía de escape en
caso de subida de la marea, en todo caso, una subida complicada, con niños
sería muy peligrosa.
En definitiva, una playa extraña, absolutamente
desconcertante para el concepto que tenemos normalmente de “playa”, y con una
capacidad innegable de dejar a los que se atreven a llegar a ella con la boca
abierta.
En verano, una gozada atravesar el mar somero para llegar a
este rincón increíble.
En invierno... si el tiempo es bueno y la marea baja, es un pecado
haberse muerto sin conocer esta playa.
Tendré que programar una excursión con la tabla de mareas este invierno,no las conozco y tienen muy buena pinta.
ResponderEliminarSaludos
No te arrepentirás, Miguel
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