No fue un paso espectacular, pero de nuevo congregaron las miradas de todos los paseantes de la Bahía de Gijón.
A toda velocidad, como se ve en este vídeo, tan difícil seguirlos como que pasen desapercibidos.
Al estar en plena muda durante el paso, los hay de todos los colores, desde el blanco invernal al casi casi leonado nupcial. Los más abundantes son los mixtos, con un plumaje de lo más mezclado.
Para comer, lo mismo que para desplazarse, hay que estar muy atentos porque lo hacen a toda velocidad.
Además de los muy abundantes tridáctilos, pasaron otras limícolas en menor número por el Rinconín, como correlimos comunes (Calidris alpina)...
...chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula)...
...vuelvepiedras (Arenaria interpres), con un simpático antifaz nupcial...
...y algunos de los últimos zarapitos trinadores (Numenius phaeopus) de la temporada.
Hace unas semanas nos pegamos una buena pateada para llegar a un lugar al que hacía años que quería poder conocer: la Llosa de Viango, en Llanes Y lo hicimos en el mejor momento.
Salimos desde el Alto de la Tornería, a medio camino de la carretera que llega al Mazucu. Ya sólo por este paisaje que se ve al comenzar a subir al Collau Rubiera merecía la pena el viaje.
Desde el collado ya era todo cuesta abajo, rodeando la cresta de La Pasada a media altura, siguiendo el inteligente camino que un vecino trazó con paciencia hasta los pastizales de la llosa de Viango. Aunque el camino está exento de peligro, es un rompepiernas, no se da un paso igual al anterior, y se hace realmente más largo de lo que es. Nosotros que íbamos con críos pequeños acabamos reventados por tener que trasportarlos a tramos en cuello, aunque lo dimos por bueno vista la belleza de la ruta.
El valle ciego al que vamos a penetrar tiene como remate suroeste la Peña Blanca, en pleno cordal principal del Cuera.
¿He dicho ya que el camino se hace más largo de lo que parece? Tal que así es el recorrido.
Vamos bajando hacia la Vega del Cubo, encontrándonos pequeños tramos de bosque.
Caminamos ya todo recto hacia el oeste, con la Sierra del Cuera siempre a nuestra derecha. Afortunadamente, llevo un buen GPS con la ruta precargada, si no hubiese sido un suplicio, dadas las grandes posibilidades de perderse entre varias desviaciones de camino que van acercándose a las distintas cabañas. Hay que tener mucho ojo.
Poco a poco, ya se va viendo al fondo el Valle de Viango, aunque, afortunadamente, la propia llosa no se ve hasta entrar en ella. El factor sorpresa fue todo un shock.
Unas paradas vegetales de lo más reconfortante, íbamos cocidos y aguantando estoicamente, y multiplicada por cuatro, la cantinela infantil de ¿cuándo llegamos?
Y, finalmente, cuando ya no te lo esperas, porque el valle es cerrado, y el camino irregular te obliga a ir mirando al suelo...
...llegamos al inmenso prau de la Llosa de Viango, es de un tamaño colosal, y sorprendió a todos los presentes, algunos con 40 años de experiencia pateando monte por Asturias; hay pocas cosas iguales a ésta. Los críos, que iban reventados y desanimados, nada más ver el panorama revivieron y se dedicaron a explorar la salvajada de paisaje que se abría ante nuestros ojos.
La llosa de Viango es un enorme poljé, un valle ciego kárstico en el que se depositan los materiales que el agua va arrancando a las montañas calizas. esos rellenos se van desmoronando o cubriendo de agua, formando lagunas, dependiendo del nivel freático que haya por debajo. Dado que fuimos justo en época de deshielo, nos encontramos unas buenas lagunas, y varios sumideros bien visibles. Todo un espectáculo geológico que sólo acababa de empezar.
Llevaba media idea de dónde estaba el ponor, el gigantesco agujero que se abre en la ladera del Cuera y por el que se filtran los materiales, y, a modo de gigantesco tapón a veces "explota" por la presión de agua, llenando los alrededores de auténticas playas de arenas arrastradas por las corrientes subterráneas. Buscamos el sitio, y vaya si lo encontramos.
Ver una playa enmedio de una ladera arrasada fue todo un a impresión para todos, y al localizar la entrada a la cuevona...
...alucinamos.
Por suerte, llevaba el frontal y pudimos introducirnos, con sumo cuidado, en especial por los chiquillos, en la boca de semejante maravilla geológica.
Entre derrubios y con una temperatura 10ºC inferior a la del exterior, el agua del deshielo formaba un sistema de cuevas y pasadizos que, ya sin niños, pudimos explorar los valientes del grupo.
Ni las fotos ni las vídeos expresan el estruendo, el frío, y la velocidad con la que caía el agua, un espectáculo para no olvidar.
Os pongo un cutrevídeo.
Toda una experiencia, ya en el exterior nos echamos en la hierba a disfrutar del panorama, la ladera del Turbina, cima del Cuera, y el bosque del Traviesu, un verdor que invitaba a subir, pero los 900 metros de desnivel no son nada recomendables, y el camino es inexistente, toda una trampa.
De vuelta al coche, muertos de cansancio pero todavía intentando asimilar los paisajes que habíamos visto, el Sol caía y el Cuera cambiaba de luz.
Un último vistazo antes de cambiar de ladera en dirección al Mazucu. El Cuera, a día de hoy, a pesar de estar al lado de la zona de Asturias con un turismo más activo, sigue siendo un terreno quebrado y difícil, lo que hace que paisajes como este de la Llosa de Viango se mantenga libre de carreteras y demás zarandajas que lo destruirían, esperemos que siga así por muchas décadas.
Vuelven una primavera más a copar la reproducción en el Parque Isabel de Gijón. Las fochas comunes (Fulica atra) son ahora mismo la acuática con más éxito, una vez que este año de nuevo hay pocos azulones y exóticas anidando.
Patrullan con muy mala leche las charcas del parque. Ya las he visto enfrentarse a cisnes sin cortarse un pelo, todo es poco por sacar la prole, y patrullando el territorio desplazan con facilidad a las gallinetas residentes y a los azulones.
Como suele suceder cada año, hay segundas puestas y parejas que escalonan su período reproductor, por lo que encontramos crías muy crecidas en el estanque simultaneamente con otras recién salidas del cascarón.
Me cuentan (y me lo creo) que en el valle del río Aboño había una hermosa playa, con un río limpio en el que se podía pescar, que las familias iban a tomar la merienda aquí los fines de semana, y al fondo del valle unas praderías llenas de ganado de las que vivían sin problemas varias parroquias gijonesas.
Yo hoy veo esto y sigo preguntándome, un siglo después, si no hemos aprendido nada, si después de machacar hasta el exterminio un valle entero, nadie se pregunta porqué hay que seguir mirando hacia otro lado. El carbón pudo tener su lugar de ser entonces, hoy, sin duda, tiene sustitución, como las centrales térmicas. Respecto del cemento, creo que pocos fracasos van más ligados a un solo material como la crisis del (abuso del) cemento de hace una década, se llenó el país de este material, y ahí está, en pie, inservible, en miles y miles de construcciones e infraestructuras que hemos pagado todos los contribuyentes a precio de oro. El puerto, en fin, sigue infrautilizado, y aunque la megalomanía se va alejando de las mentes de quienes deciden, nadie a día de hoy ha admitido que los proyectos ligados al "Superpuerto" gijonés han sido un fracaso en su mayor medida, y un lastre económico que se tardará décadas en rentabilizar, si es que algún día lo hace. El desastre paisajístico ahí está a simple vista desde cualquier punto de Gijón, pero especialmente desde el punto donde estoy, la Campa Torres.
Cemento, carbón, infraestructuras caducas o en fase de caducidad. Y no fueron gratis, las pagamos entre todos, y no dieron beneficios. ¿Crearon y todavía hoy mantienen cientos de puestos de trabajos bien remunerados? ¿Ese es el problema, o sólo una excusa a la que todos en algún momento, nos hemos agarrado? De la misma manera que cambiamos de modelo económico hace 40 años, se puede volver a apostar por una reconversión, que ya afrontamos en peores condiciones en los años 80. Algo sabemos de cómo hacerlo mejor que entonces. Y de esa reconversión pueden salir miles de nuevos puestos de trabajo ligados a industrias menos contaminantes, alternativas de bajo coste, económico, ambiental y social, bien remunerados, y con mucho más futuro para los jóvenes que las actuales industrias que van a ser barridas de la historia y de nuestra región por la pura inercia de la globalización, y que van a ser un sumidero de empleo de aquí a nada.
Ya no hay excusas. Por mi parte, creo que ya no se sostiene ningún intento de legitimar, actualmente, con las tecnologías existentes, modelos industriales y económicos del siglo XIX, basados en destrozar el paisaje y al paisanaje para beneficio de los accionistas, con la complicidad de los poderes públicos, que, con la defensa de unos puestos de trabajo y unos impuestos que pueden, y deben, porque ya lo hacen en otros países más avanzados, venir de la innovación, la racionalización y la discusión pública.
Tardaremos, puede que yo no lo vea, pero este valle se convertirá algún día en un paisaje en el que se pueda volver a tomar el sol, a nadar, a pescar, a escuchar a las buscarlas pintojas, y nos preguntaremos cómo estábamos tan locos de apostarlo todo, nuestra salud, nuestra casa, nuestro orgullo como región, a un proyecto por el que ya nadie apuesta en ningún país de nuestro entorno, y que tal y como ya se ha hecho en países con características similares, se puede y se debe cambiar por un proyecto limpio, económicamente más rentable y más justo para la ciudadanía y para los trabajadores.
En un día lleno de niebla y frío que pensábamos que iba a ser soleado y cálido, apareció de la nada un bandito de lavanderas boyeras, 2 de las cuales eran de la raza centroeuropea(Motacilla flava flava).
2 machos, y uno de ellos se dejó fotografiar.
En los restos de las algas de los prados alrededor de Celorio eran felices localizando invertebrados.
Aunque malas, en las fotos se ven lo diferentes que son de nuestros machos de la raza iberiae.
Tal que así estaba la península de Borizu.
3 chovas piquirrojas (Pyrrhocorax pyrrhocorax) se aprovechaban de la niebla para cazar insectos y pasar desapercibidas.
Pero aunque no se veían apenas, su áspera voz las delataba fácilmente.
Hace un par de semanas los primeros días tibios hacían las delicias de varias especies de aves que despertaban del duro invierno para empezar con las labores reproductoras. Posiblemente el más notorio era el bisbita arbóreo (Anthus trivialis).
Como podéis ver, elevaba su canto a muchos decibelios desde los posaderos típicos de los últimos años frente al vértice geodésico.
Otros que llenaban de color su plumaje y en gran número usaban los mismos posaderos para buscar pareja eran los pardillos comunes (Carduelis cannabina).
El trino más potente gramo a gramo, el del chochín (Troglodytes troglodytes).
Un ave mucho más grande y tímida, captada a gran distancia era el faisán común (Phasianus colchicus).
No podían faltar en Peñes los grupos de alondras comunes (Alauda arvensis), cantando tanto en el suelo como en exhibición aérea.
Había buenas gorrionadas (Passer domesticus) celebrando con gran alboroto bodas de pájaros, costó encontrar a una pareja tranquila que se quisiera retratar, como este macho...
...y esta hembra.
Otros abundantes, de trino muy suave pero nada tímido, son los acentores comunes (Prunella modularis).
Todavía más descaradas, las tarabillas comunes (Saxicola rubicola).
También se oían los primeros mosquiteros ibéricos (Phylloscopus ibericus) por Coneo.
Esta fue mi primera lavandera boyera (Motacilla flava) de esta temporada.
No todo fueron en el paseo especies reproductoras. Hubo algo de paso lejano de zarapitos trinadores (Numenius phaeopus). Se oyeron antes de verse, muy altos.
Y finalizo con una maravillosa espátula (Platalea leucorodia) nupcial, en paso. Descansaba plácidamente en los prados inundados de Coneo.
Hasta el propio paisaje ya anunciaba la primavera en su esplendor.
Tuve la suerte de encontrarme a mediados del mes pasado con un mochuelo europeo o común (Athene noctua).
A plena luz del día, en el núcleo de Coneo, en el Cabu Peñes, no me imaginaba que iba a aguantar mi presencia tan cercana.
Pero aguantó unos divertidos minutos, hasta que me fui. Por lo que me cuenta Roberto, tiene querencia por este lugar este ejemplar.
Aparte de esos ojos tan intensos, y de la pinta de pillo, pude observar la "cara" que tiene en la nuca, y que a larga distancia mosquea mucho.
En las fotos puede parecer que esté enjaulado, pero era libre de salir de allí. En una casa de campo, llena de cucho, insectos, pequeños reptiles, ratoncillos y demás, el beneficio es mutuo, es un buen lugar para que prospere el mochuelo, y una bendición para el ganadero dueño de la casa, que se va a ver libre de plagas una temporada. Que dure la convivencia.