No envidio a los solteros, mucho menos a los que no tienen
hijos, pero hay que reconocer que en la afición por las aves, ellos lo tienen
mucho más fácil.
Yo, más que ir a ver aves, “me escapo” a verlas, por lo que
a veces tengo que priorizar y dejar los prismáticos en casa.
Pero a veces, hay lugares a los que te puedes llevar a
familia y amigos, y disfrutar a la vez de su compañía y de tu afición
ornitológica.
Uno de esos escasos lugares es el Parque-Playa de Moniello, en el concejo de Gozón. Aquí.
Se trata de un área recreativa extensísima, con restaurante
por si te olvidas el bocata, con columpios para los niños, campo de fútbol, WC
(muy útil) y un montón de espacio libre para que los cuellicortos de la casa
gasten sus energías.
Como me decía mi cuñado Miguel, “esta área cumple todas mis
expectativas”.
Por si fuera poco, está frente a la ensenada de Moniello,
por lo que el paisaje es espectacular, y, ahí es donde quiero llegar: a su
espalda tiene la rasa costera del Cabo Peñas, plagada de aves paseriformes como
en pocos sitios, y, especialmente en época de migración, puede uno estar
tomando una cerveza con los amigos, columpiando a hijo y sobrinos, y, a la vez,
por el rabillo del ojo, controlando los cientos de pájaros que utilizan los
árboles del área como percha (recomiendo 2 pinos solitarios al final del área).
La lista de aves sería muy larga de poner aquí, solo decir
que en primavera, entre trigueros, pardillos comunes, buitrones, mosquiteros
ibéricos y bisbitas arbóreos te ponen la cabeza loca con sus cantos.
Ahora en otoño, aparte de los abundantes pájaros
sedentarios, aparecen algunos invernantes dignos de reseñar. Os pongo un poco
lo más curioso que me encontré este finde:
Buitrones (Cisticola juncidis) había al menos 12, nada
huidizos, me parecieron muchos, en menos de 100 metros lineales. ¿Dispersión, reunión? La verdad es que ni idea.
Desde todas partes se les veía y se les oía, dentro mismo
del área, cazando insectos, que abundaban, con este calor, estaba lleno de
ortópteros.
Collalbas grises (Oenanthe oeananthe), también abundantes,
algo más recatadas, en los praos adyacentes al área.
Frente al aparcamiento hay unas sebes de las buenas, con
abundante vegetación natural, un bocage con un ingrediente definitivo: una
vieja higuera (Ficus carica) que produce figos miguelinos por arrobas, y que
disfrutan todos los pajarinos.
En este caso, los muy
versátiles gorriones comunes (Passer domesticus) se están poniendo las botas.
De lo que más me encontré, muy camuflados entre la hierba, y
en la típica formación con la que recorren los praos, llegaban bandadas de
bisbita común (Anthus pratensis), con el plumaje aún limpio de principios de
otoño, que nada tendrá que ver con el que tendrán, menos vistoso, dentro de
unas semanas.
En el campo de fútbol, por docenas.
Mucho más solitarios, siempre enramados en los arbustos, y
más difícil por tanto de fotografiar, los mosquiteros comunes (Phylloscopus
collybita), que llegan para quedarse todo el invierno.
Las tarabillas comunes (Saxicola torquata), estables todo el año, son residentes abundantes.
Y habría que añadir buenas cantidades de jilgueros, de
pinzones vulgares, de lavanderas blancas, de mirlos comunes y demás aves, y, en
la costa, las gaviotas patiamarillas (Larus michahellis), y unos cuantos
cormoranes moñudos (Phalacrocórax aristotelis).
Gran reflexión la de los solteros. En este plan es un buen sitio el paseo litoral de Gijón a la altura de peñarrubia. Yo lo practico en familia. Saludos
ResponderEliminarSí, ese tramo es una maravilla, y si te gusta la geología, no te cuento, aunque NUNCA en mi vida me dolieron tanto los brazos como una vez que bajé con la familia al pedrero entre Peñarrubia y el Cervigón y me encontré una geoda (preciosa) de cuarzo rosa de 13 kilos de peso que se había caído del acantilado. Te puedes imaginar la subida con la piedrita a mano...
ResponderEliminarOjú que suerte... Yo amonites y algún mejillón lo único. Saludos
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