miércoles, 19 de octubre de 2011

Aves, familia y amigos juntos en Moniello


No envidio a los solteros, mucho menos a los que no tienen hijos, pero hay que reconocer que en la afición por las aves, ellos lo tienen mucho más fácil.

Yo, más que ir a ver aves, “me escapo” a verlas, por lo que a veces tengo que priorizar y dejar los prismáticos en casa.











Pero a veces, hay lugares a los que te puedes llevar a familia y amigos, y disfrutar a la vez de su compañía y de tu afición ornitológica.










Se trata de un área recreativa extensísima, con restaurante por si te olvidas el bocata, con columpios para los niños, campo de fútbol, WC (muy útil) y un montón de espacio libre para que los cuellicortos de la casa gasten sus energías.
Como me decía mi cuñado Miguel, “esta área cumple todas mis expectativas”.

Por si fuera poco, está frente a la ensenada de Moniello, por lo que el paisaje es espectacular, y, ahí es donde quiero llegar: a su espalda tiene la rasa costera del Cabo Peñas, plagada de aves paseriformes como en pocos sitios, y, especialmente en época de migración, puede uno estar tomando una cerveza con los amigos, columpiando a hijo y sobrinos, y, a la vez, por el rabillo del ojo, controlando los cientos de pájaros que utilizan los árboles del área como percha (recomiendo 2 pinos solitarios al final del área).

La lista de aves sería muy larga de poner aquí, solo decir que en primavera, entre trigueros, pardillos comunes, buitrones, mosquiteros ibéricos y bisbitas arbóreos te ponen la cabeza loca con sus cantos.

Ahora en otoño, aparte de los abundantes pájaros sedentarios, aparecen algunos invernantes dignos de reseñar. Os pongo un poco lo más curioso que me encontré este finde:

Buitrones (Cisticola juncidis) había al menos 12, nada huidizos, me parecieron muchos, en menos de 100 metros lineales. ¿Dispersión, reunión? La verdad es que ni idea.














Desde todas partes se les veía y se les oía, dentro mismo del área, cazando insectos, que abundaban, con este calor, estaba lleno de ortópteros.









Collalbas grises (Oenanthe oeananthe), también abundantes, algo más recatadas, en los praos adyacentes al área.










Frente al aparcamiento hay unas sebes de las buenas, con abundante vegetación natural, un bocage con un ingrediente definitivo: una vieja higuera (Ficus carica) que produce figos miguelinos por arrobas, y que disfrutan todos los pajarinos.






 En este caso, los muy versátiles gorriones comunes (Passer domesticus) se están poniendo las botas.









De lo que más me encontré, muy camuflados entre la hierba, y en la típica formación con la que recorren los praos, llegaban bandadas de bisbita común (Anthus pratensis), con el plumaje aún limpio de principios de otoño, que nada tendrá que ver con el que tendrán, menos vistoso, dentro de unas semanas.




En el campo de fútbol, por docenas.










Mucho más solitarios, siempre enramados en los arbustos, y más difícil por tanto de fotografiar, los mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita), que llegan para quedarse todo el invierno.








Las tarabillas comunes (Saxicola torquata), estables todo el año, son residentes abundantes.

Y habría que añadir buenas cantidades de jilgueros, de pinzones vulgares, de lavanderas blancas, de mirlos comunes y demás aves, y, en la costa, las gaviotas patiamarillas (Larus michahellis), y unos cuantos cormoranes moñudos (Phalacrocórax aristotelis).

3 comentarios:

  1. Gran reflexión la de los solteros. En este plan es un buen sitio el paseo litoral de Gijón a la altura de peñarrubia. Yo lo practico en familia. Saludos

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  2. Sí, ese tramo es una maravilla, y si te gusta la geología, no te cuento, aunque NUNCA en mi vida me dolieron tanto los brazos como una vez que bajé con la familia al pedrero entre Peñarrubia y el Cervigón y me encontré una geoda (preciosa) de cuarzo rosa de 13 kilos de peso que se había caído del acantilado. Te puedes imaginar la subida con la piedrita a mano...

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  3. Ojú que suerte... Yo amonites y algún mejillón lo único. Saludos

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