The Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons fue la 1ª novela
gráfica de este magnífico guionista que cayó en mis manos, y aunque no es mi
favorita, sí fue la que me encaminó a conocer la magna obra del Sr. Moore, así
que le estoy muy agradecido a los personajes de The Watchmen.
Para quien no sepa lo que significa esta obra en la historia
de la novela gráfica, decir que renovó por completo el comic de superhéroes,
dándole la vuelta de tal manera que, una vez leída, te das cuenta que, como en
toda la literatura crepuscular, lo que menos importa es el género, que es una
excusa para desarrollar una historia densa y que por momentos avasalla con su
carga de descripción de la cultura de finales del siglo XX y sus
contradicciones.
Recomiendo totalmente su compra, tiene muchas relecturas, y
se convertirá en uno de esos libros de culto que querréis destacar en vuestra
biblioteca. El volumen que yo tengo se puede comprar en, por ejemplo, aquí, y vale la pena cada céntimo gastado en él,
palabra. 436 gloriosas páginas por menos de 15 €...Con la de chorradas que compramos al cabo del año, no tener esta obra
que se está conviertiendo en un clásico del siglo XX es un pecado.
Por cierto, no se os ocurra ver las películas que se han
hecho (muchas, ninguna buena) de esta película, le hacen un flaco favor a la
obra original, perdiéndose toda la perspectiva del autor. Fute con ellas.
Y no digamos todo el material (de 2ª fila que sacó el dibujante, supongo que para sacarse unas perrillas).
En The Watchmen vemos unos superhéroes muy humanos, que se
enfrentan a sus enormes problemas de personalidad bajo diferentes claves, cada
uno a su manera, siendo el perfilado de cada uno de ellos una obra maestra de
descripción psicológica (yo diría que también psiquiátrica).
Para quienes solo busquen una historia de superhéroes, aún
así, encontrarán una buena historia, con giros argumentales increíbles,
remarcados por los excelentes dibujos de Gibbons.
Pero lo más interesante de esta obra, y lo que la convirtió
en un referente no solo del comic, sino de la literatura universal, es la
inmensa carga de discusión filosófica que introduce Alan Moore, en un género
que normalmente estaba caracterizado por su banalidad.
Son un grupo de superhéroes, en los que se mezclan las
cualidades, buenas y malas, de todo ser humano, y el guión prodigiosamente, los
eleva y los estrella a todos para que veamos en su devenir todo lo que los
humanos llevamos dentro, lo bueno y lo malo, lo hermoso y lo repulsivo.
Sería muy largo describir cada personaje, y hablando con
amantes de esta novela gráfica, cada uno tiene sus favoritos, para mí hay 4 muy
importantes, que simbolizan los 4 temas fundamentales de la filosofía
occidental.
Personajes como Rorschach, un anti Peter Pan, oscuro,
nimio y lastimado irremediablemente desde la infancia, trauma puro, que
simboliza la justicia ciega, la búsqueda del orden y de la lucha contra el mal,
sin matices, sin ángulos, una moral absoluta, plana y sin inteligencia, brutal
en sus métodos, con sus defectos y situaciones ambiguas, personaje al principio
duro y desagradable que al final de la obra, en su propio patetismo, nos
recuerda la vulnerabilidad del hombre y su absurda pero muy humana búsqueda de
un mundo sin dolor y vacío de problemas, búsqueda inútil pero que nos hace
humanos en sí misma.
Habría que buscar, como contrario de Rorschach a Ozimandias, compendio de la sabiduría occidental, simbolizada por
sus referencias a Egipto, como cuna del 1er saber. Científico de éxito,
millonario y con el corazón, al contrario de Roscharchs, frío y sin
vacilaciones, simboliza perfectamente el dominio de la ciencia (que no de la
razón) sobre los sentimientos, y como veremos al final de la obra, sobre la
propia vida humana, sin piedad, sin pensamientos que se desvíen del cálculo
matemático y de la lógica pura. Alan Moore, como en el resto de su obra, hila
muy fino para explicarnos lo que significa seguir a la ciencia ciegamente, y
cambiar el Dios de la fe, ilógico y posiblemente inútil pero reconfortante, por
el Dios de la ciencia, útil en teoría, ilimitado en sus leyes físicas y
matemáticas, pero finalmente, destructor y fiero.
En el otro par de fuerzas, nos encontramos al Dr. Manhattan, físico nuclear que cae en los peligros de la experimentación atómica (Moore
no da puntada sin hilo.....) y se transforma en un ser plenipotenciario y
omnipresente: lo más parecido a Dios en la Tierra.
No oculto que es mi favorito del relato, y el más
desarrollado por el autor. Impresiona la evolución de este personaje, su
transformación de un Dios útil para la humanidad a un Dios contemplativo,
intelecto puro, que se rinde ante la estupidez humana, que consciente de la
futilidad de la existencia, del apabullante infinito en el que vivimos, se
deprime, se rinde al todo, y encuentra la verdad absoluta: que nada importa,
que nos somos nada. Moore, conocedor culto y muy inteligente, de la religión
oriental, introduce el personaje femenino, el amor, para darle una última
vuelta de tuerca a esta situación de indolencia e impotencia del que todo lo
sabe: finalmente, ante el dominio de lo inmenso, de lo inabarcable, la potencia
de lo pequeño, de lo ínfimo, de lo inexplicable, el amor, la pura existencia,
aquí y ahora: la conciencia descubre que no es nada en el universo, y al llegar
a esta verdad, descubre que en realidad, esta conciencia lo es todo, abarcando
el infinito.
Pura gnóstica bimilenaria: Tao, el todo, conciencia
pura...en un comic de superhéroes...¡no está mal!
Y el contrario del Dr. Manhattan, el
Comediante, personaje brutal, humano 100%, descerebrado,
repugnante, un violador, asesino, que usa sus poderes al servicio del gobierno
de los USA, primero para derrotar a Vietnam en la guerra, después para destruir
las revueltas juveniles del 68, está claro que su elección por Alan moore es
una metáfora que te pega fuerte en el estómago, aquí no busca florituras, un
tono absolutamente opuesto al personaje delicado y meditabundo, relativista
sumo, del Dr.Manhattan.
El Comediante no piensa, solo toma lo que necesita, y
empieza y acaba el relato, demostrando, de nuevo, que estas cualidades, tan
denostadas, en el fondo, nos construyen como humanos.
En definitiva, un relato que no se lee en una sola lectura,
que le encantará a quien sospecha que en esta vida que vivimos, hay algo más
que lo que nos cuentan.
Un viaje iniciático, que no te lleva a ningún lugar en
concreto, solo te proporciona las herramientas para pensar muuuucho más
profundamente.
Teniendo en cuenta que esta sería una buena definición de lo
que significa la filosofía como ciencia, yo diría que D. Alan Moore ha hecho
una obra maestra, ante la cual me inclino con respeto.
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