Fue fácil encontrar a los limícolas en las rocas habituales, ya que había marea alta.
A partir de aquí, una lenta aproximación, respetando los movimientos de las aves, que enseguida te dicen, con su propio lenguaje, si te estás acercando demasiado. Una vez establecida la distancia de seguridad, estuve más de 1/2 hora disfrutando, a simple vista, sin falta de prismáticos, de estas preciosas miniaturas, que vienen de tan lejos a descansar en nuestras tierras asturianas: todo un lujo.Os las desgrano: Había un archibebe común (Tringa totanus), en plumaje de invierno.
Vuelvepiedras (Arenaria interpres), más de una docena, mezclándose amistosamente con las demás aves.
Chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula), 3 ejemplares adultos en traje de verano (el de la foto) aún, y otro inmaduro, como siempre, los más inquietos.
Correlimos comunes (Calidris alpina), 3, ya van perdiendo poco a poco su traje de verano.
Pero los que más me prestaron, porque son algo raros, por su buen tamaño, y porque no siempre dejan acercarse tanto, fueron los correlimos gordos (Calidris canutus), de los que disfruté como un enano.
Perezosos, y con plumaje invernal, se dejaron fotografiar sin desconfianza ninguna.
Las que ya no escapan ni a tiros son las garcetas comunes (Egretta garzetta), son una leyenda por aquí.
Luego llegó Felipe, un fotógrafo de Oviedo al que no conocía, estuvimos de charleta un buen rato, entre otras cosas, hablamos de lo difícil que es cuadrar el balance de blancos con la señora garceta...Habrá que seguir confiando en disparar en raw por si acaso hay que tocarlo un poco...
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