El martes 13 de septiembre me pasé por la Punta Sabugu, a
disfrutar cómodamente (hasta cierto punto) del paso de aves marinas.
Antes, me encontré con mi padre, que estaba pescando en la
misma punta, lo cual no deja de ser una gran casualidad, ya que no sabíamos las
intenciones el uno del otro.
Tras un poco de charleta, me dispuse a ponerme a lo mío,
prismáticos en mano.
Hacía un día malo, con fuerte viento del Norte, y olas de
unos 3 metros, ideal para ver las acrobacias de las aves marinas, pero no para
poder fotografiarlas en condiciones: sujetar el teleobjetivo y enfocar
correctamente era casi imposible, había poca luz, y además, en esta ocasión,
las aves pasaron relativamente lejos, como a una milla mar adentro, así que las
fotos no son nada del otro mundo, pero os las dejo por su valor testimonial.
Sin duda, los más espectaculares y numerosos fueron los
alcatraces (Morus bassanus). Pasaban sin parar, en grupos de hasta 50
individuos, imponentes. En una hora que aguanté allí (me quedé helado por el
aire) pasarían unos 500 alcatraces, un puro goce.
Fundamentalmente se trataba
de individuos inmaduros, y unos pocos adultos. Si no sabéis de edades en los
alcatraces, es sencillo: cuanto menos tenga de color negro el ave, mayor es,
así que hay ejemplares completamente negros (jóvenes del año), una mayoría de
ejemplares inmaduros con distintas motas color negro en el plumaje, que se van
retirando en cada nueva muda, y finalmente, unos pocos adultos, con negro
solamente en las puntas de las primarias.
Paso en sí aparte, lo más increíble fue cuando apareció un
banco de peces hacia el Este de mi posición, y las bandadas de alcatraces se
pararon y se dedicaron a picar desde lo alto y capturarlos, había un trasiego
constante de alcatraces entrando y saliendo del agua, y a pesar que el acto que
estaba observando solo se veía bien al alcance de los prismáticos, fue algo
inolvidable.
Eché de menos a las pardelas, que me imagino que pasarían
más mar adentro, y eran invisibles desde mi puesto de observación. Solo una
pardela cenicienta (Calonectris diomedea) se acercó fugazmente.
Un cormorán moñudo (Phalacrocórax aristotelis) pescaba por
la zona, y un grupito de negrones comunes (Melanitta nigra) se paró también,
muy lejos.
Además, un págalo parásito, de fase pálida (Stercorarius
parasiticus) se dedicó a perseguir sin tregua a una gaviota sombría
(Larus fuscus) que pasaba por allí, a una velocidad demasiado rápida para el
obturador de mi cámara.
Y los zarapitos trinadores (Numenius phaeopus) de la imagen
acompañaban a otro grupo de alcatraces, y un ejemplar de charrán común (Sterna
hirundo), que no entró en la foto.
Aterido pero contento, me fui a buscar a mi padre, que al
contrario que yo, andaba que lo llevaban los demonios: no hacía más que pescar
bogas (Boops boops), con escaso valor culinario, y me comentaba lo poco que entran
últimamente al cebo las chopas (Spondiliosoma sp), que es lo que a él le gusta. Nunca llueve a
gusto de todos...
Las fotos un espanto, pero no se acercaron lo suficiente, y a mí me temblaba hasta el bigote, eso sí, pasaron ciento y la madre...
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