Peluso fue un hamster feliz y un sibarita.
Se murió hoy a la avanzada edad (para un hámster ruso) de 2
años.
75 gramos nada más, pero llenó una parte de nuestras vidas
con sus trotecillos, sus feroces ataques a la comida, sus simpáticas siestas y
sus muchas ganas de recibir mimos.
Excéntrico y
aburguesado, nunca tuvo problemas de salud hasta sus últimos días, y decidimos
evitarle más sufrimiento, cuando en pocos días nos dimos cuenta que se estaba
quedando paralizado, y ya no disfrutaba más que de nuestras caricias.
Descanse en paz. Fue un buen hámster y un buen amigo, y
siempre fue amable y discreto, más de lo que puedo decir de la mayoría de la
gente que conozco, para lo pequeño que era tenía una personalidad arrolladora,
y formará parte de la historia de esta familia.
Merecía un buen funeral, y lo tuvo. En su ataúd de cartón, bajo
el viejo fresno familiar, rodeado de los topillos del prao, calentito en su
algodón en rama, con unos dientes de león y unas semillinas por si tiene hambre
en su viaje, y una foto de los que tanto lo quisimos: era un hámster un poco
despistado, y no queremos que se olvide de nosotros cuando llegue al otro lado.
Creo firmemente en la posibilidad de vivir otras vidas, en
la metempsicosis, posibilidad remota pero que nadie puede desmentir, no sabemos
lo que hay más allá. Solo sé que quizás yo, o mi hijo, seamos un pequeño
hámster en otra vida, y Peluso sea nuestro dueño entonces, ojalá en un lugar
recóndito de su mente, si sucede este pequeño milagro, se acuerde de nosotros,
y nos quiera tanto como nosotros lo quisimos a él.
Descansa en paz, pequeño ratoncito, te recordaremos siempre,
frágil y lleno de vida, corriendo el pasillo como un coche de carreras.
Fuiste fugaz, pero
inolvidable.
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