Por Gijón también hubo paso últimamente, aunque no me pasé mucho por mi propia localidad, pero leyendo otros blogs sé que estuvo flojo pero algo entretenido.
Yo pillé un par de agujas colipintas (Limosa lapponica), esta primera posó como una campeona.
A muy poca distancia, no parecía prestar ninguna atención a mi presencia.
Estaba muy a gusto con las extrañas y templadas temperaturas de este arranque de otoño.
Picoteaba aquí y allá, ajena a todo hasta que se le acercó una señora.
Y a volar.
Cuando me fijé, a mi izquierda había un bulto penoso, herido, tembloroso y doliente, pero no hacía ni un movimiento o quejido que demostrase que estaba agonizando, parece que vaya donde vaya siempre me encuentro a mis queridas gaviotas demostrándome lo efímero de la belleza.
Lamentando no ser Jean Michel Sauvage, me encontré más adelante otra aguja colipinta, esta un poco lejana, y más tímida.
Igual de guapa.
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