Me había documentado sobre este tramo de costa, y las cosas pintaban bien, con una playa virgen (Playa del tío Vicente), unas salinas en las que recalaban limícolas en paso, y una zona de aridez extrema pero llena de aves esteparias espectaculares (Vegueta del Espino), cercana a una caldera volcánica espectacular, la Montaña Tinamala.
La sal, a toneladas, esperando ser reconocida, hacía un contraste precioso con los ocres y bermellones de la tierra volcánica.
La realidad no resultó tan atractiva, ya que por mucha capacidad (que la tengo) de abstraerme de la presencia humana, me costaba ver el paisaje sin los sucesivos y continuos tropiezos con la aberrante huella humana. (Fuente: Visor sigpac).
La urbanización en sí misma, plantada directamente sobre un acantilado, no era precisamente una maravilla paisajística, pero daba la impresión de llevar muchos años allí, y a primera vista el vecindario parecía tranquilo y poco invasivo.
No sucedía lo mismo con el tramo de costa hacia el Sur, jalonada de casas aisladas colgadas en unos acantilados que, como sugiere el nombre de los "Agujeros", son una divinidad en la que se cuelan las olas formando pequeñas piscinas naturales y bufaderos (bufones en asturiano).
Las salinas estaban invadidas de caravanas por todas partes, de coches tirados enmedio de cualquier camino, o incluso en la misma arena de la playa había gente durmiendo de cualquier manera, había montañas de excrementos humanos en algunos puntos, y la sensación era cuuuutre allá donde miraba, y fuera de todo ordenamiento mínimo.
La Playa del tío Joaquín, larga y estrecha, ídem, coches practicamente al borde del agua, y mira que la playa, con una arena especialmente guapa, llena de bioclastos, merecía un trato mejor.
Era agosto, hay que pensar esto y mirarlo con otros ojos, pero el impacto era grande.
Una vez que me encaminé a la vegueta, un terreno interesantísimo, un erial pedregoso semidesértico en el que salirse del camino unos metros significaba un costosísimo avance entre piedra volcánica. Aunque tenía marcado en el GPS los caminos, la uniformidad de la cobertura pedregosa marea y tienes los caminos delante tuyo sin que los veas hasta el último momento.
Lástima que haya varias casas precarias, con generadores de gasoil en mitad de la nada, con una legalidad que salta a la vista que tiene que ser tan precaria como los muros de estas casas, y no digamos los basureros que te encuentras sin disimulo ninguno.
Los caminos están marcados y con carteles que advierten de la existencia de aves y recordando las normas para no molestarlas.
Aunque aquí y allí se sucedían los vertederos incontrolados, y pasaban motos de motocross y multitud de perros sueltos.
Lástima porque el paisaje era precioso, salpicado de arbustos ya conocidos de otras zonas áridas peninsulares, como el tabaco moro (Nicotiana glauca)...
...y otros desconocidos por mí, como el conflictivo taxonómicamente hablando grupo de las tabaibas (Euphorbia sp.).
En fin, un paseo precioso, pero con muchos tropezones con la fealdad humana.
Vaya, tuve la suerte de pasear por allí sin ver ni un alma (no era verano) y me quedé abrumada.
ResponderEliminarSuerte tuviste, al ver tanto desbarajuste enseguida pensé que fuera de temporada alta la cosa debería mejorar bastante. Saludos.
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