Hace una semana me pasé por Zeluán bien temprano. Aunque
tengo debilidad por este lugar, cuando de verdad disfruto como un enano es
cuando el tiempo se tuerce: muchas aves se refugian en la Ensenada de Llodero,
y además los humanos se quedan en casa, hay menos ruido de tráfico del puerto,
etc...vamos, que por un momento te olvidas de estar en una de las zonas más
contaminadas de Europa y te sientes en un paraje aislado y virgen.
Cayeron no menos de 6 aguaceros impresionantes, pero las
aves no se movían de su sitio. Al contrario, con el frío, el viento y la lluvia
azotando se quedaban quietas, apretadas contra el suelo, inmunes a la
adversidad. Ver a una gaviota, un cormorán o una serreta aguantar es algo
hermoso, pero ver a un pequeño correlimos de 100 gramos de peso mantener el
calor y la compostura cuando a ti el aire te lleva resulta aleccionador: de lo
mucho que soportan ellos, y de lo poco que aguantamos nosotros.
Fue bonito además por los cambios de luz: cuando veías
llegar la tormenta, literalmente se hacía de noche, increíble la oscuridad que
traen las nubes con ellas, dejabas de ver nada, y ni con el ISO más alto de tu
cámara captabas luz alguna.
(Correlimos común y chorlito gris).
Durante el diluvio las gotas brillan, y las trazas del agua
racheada sobre el mar y las aves son pura poesía.
(Chorlitos grises).
Y cuando salía el Sol tras la tormenta, todo se alegraba, y
aunque seguía haciendo frío, la luz cálida lo alegraba todo, mientras las aves
se secaban y se quitaban rápidamente el agua de encima en un sinfín de
aspavientos, como estos archibebes claros.
Me tiré allí casi 3 horas metido (muerto de frío de simple
quietud), pero mereció la pena.
Vale, dejo la prosa barata, y os pongo unas especies: hasta
23 pude observar.
Además de la serreta mediana (Mergus serrator) de la
portada, había varios somormujos lavancos
(Podiceps cristatus) flotando entre la lluvia marítima.
Cormoranes grandes (Phalacrocórax carbo), no menos de
23, de un lado a otro con el viento, intentando buscar refugio.
Más sedentario el único cormorán moñudo
(Phalacrocórax aristotelis) de la foto.
La elegante garza real (Ardea cinerea) se mojó bastante las
plumas, pero no perdió el aire serio.
Al contrario que las 3 garcetas comunes (Egretta garzetta), que despeinadas, parecían confusas.
Mención aparte para la martina pescadora (Alcedo atthis), que cerniéndose como un cernícalo, permaneció inmóvil muchos minutos en el aire huracanado, pescando sin parar.
De gaviotas...extraño, pero había muchas menos que de
costumbre. Dominaban claramente 2 especies: Gaviota sombría (Larus fuscus), de
aspecto sufrido.
Y gaviota reidora (Larus ridibundus), una de ellas estaba anillada,
pero imposible de leer en condiciones el metal.
Entre las decenas de reidoras, una única gaviota cabecinegra
(Larus melanocephalus).
Por lo demás, un batiburrillo de gaviotas patiamarillas
(Larus michahellis) de diferentes edades, incluyendo ésta tan clarita (sigo
pensando que no es normal del todo) que al principio tomé por la gaviota polar
(que no apareció), hasta que enseñó sus negrísimas primarias (mi gozo en un
pozo).
Un 1er invierno de gaviota tridáctila (Rissa tridactyla) se pasó volando, pero fue tan fugaz que no se pudo disfrutar
mucho.
La gaviota del día, este tremendamente hermoso gavión
atlántico (Larus marinus). Juvenil, probablemente 1er invierno.
De limícolas, muchos valientes: 12 chorlitos
grises (Pluvialis squatarola), pasándolas de todos los colores.
A su lado, los aparentemente frágiles y estilizados
archibebes claros (Tringa nebularia), que aguantaron perfectamente el agua.
Un andarríos chico (Actitis hypoleucos) se
paseaba por todos los rincones.
Acompañando a un grupín de vuelvepiedras (Arenaria interpres),
muy activos.
Los correlimos comunes (Calidris alpina) se hacían una bola,
y ya no había frío que valga...
Y los zarapitos trinadores (Numenius phaeopus), (2), bañados en rocío...bueno, dijimos que no más prosa barata.
Y así pasé una magnífica mañana. Ciertamente.
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