Rodeada de volcanes por 3 de sus 4 costados, y con la presencia del gran vigía del islote de Montaña Clara, una arena tostada, un mar transparente, vivo y espumoso, y un tamaño justo para tener mucha playa para ti solo, poco más podemos decir: nos encantó.
Un único pero, relativo: para ser una playa virgen, que lo es, fue desagradable madrugar para llegar los 1os a la playa y ver como con el paso de la mañana la playa se iba llenando: era fin de semana, agosto, y los milagros no existen, pero me hubiese encantado ir en otras fechas, encontrármela intacta, poder correr sin tapujos por toda su superficie.
Queda para otra vez, no olvidaré los fondos marinos, perfectos para bucear...salvo por el tremendo oleaje, controlado, pero que en otras épocas del año tiene que ser un espectáculo.
Puedo presumir de haber estado en muchas de las mejores, más remotas y supervivientes de la auténtica felicidad y tranquilidad hechas arena y mar, y esta playa la puedo incluir en el listado de mis favoritas.
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