Desde muy niño tengo la mala costumbre de soñar con muertos que se mueven, especialmente cuando se me va la mano con el picante en la cena, por lo que es una temática que, pasado el profundo pánico que me causaba en las noches de mi fría infancia, siempre me ha interesado y dado que pensar, no siempre para bien.
(Editorial Almuzara, 2.008)
Reseña aquí, de la propia editorial.
Debido a la pesadísima labor de promoción que la película del mismo nombre (creo que un rollazo infumable) nos ha infligido este verano, hice una labor somera de investigación que me llevó al autor del libro original, Max Brooks, nada menos que el hijo del director de cine Mel Brooks y la grandísima actriz Anne Bancroft.
Leí un par de entrevistas y otras tantas reseñas, y me resultó grato que el formato del guión de la película no tuviese en absoluto nada que ver con este libro.
(Foto Creative Commons, Wikipedia).
Afortunadamente, el libro no tiene nada que ver con el efectismo de Hollywood, y se desenvuelve más como relato histórico, realista y desolador, de casi el fin de la especie humana, que como novela de terror al uso.
Y es que una vez que empecé a leerlo, ya nada me pudo parar hasta su desenlace: no es una novela típica, es una etnografía, y eso, como antropólogo que académicamente soy, me encantó, pues, efectivamente, usa la técnica etnográfica para ponernos en situación de lo que resultó la Guerra Mundial Zombi, a través de una entrevistas desgarradoras, siempre aterradoras, que no terroríficas, y un uso de la 1ª persona nulo: siempre usa el testimonio ajeno para reconstruir, con unas pocas pinceladas, todo el horror de los acontecimientos, sin que en ningún momento el narrador tome voz u opinión. Perfecto y arriesgado, le sale redondo.
A través de este recurso, ordena cronológicamente la guerra, desde las 1as escaramuzas, pasando por los momentos del Gran Pánico, en los que cada página leída te causaba una taquicardia (estuve 2 noches casi sin dormir en esta parte). Afortunadamente, la raza humana no se extingue (falta poco), y todo se va reorganizando, y finalmente (no del todo) controlando, lo que hace que vuelvas aparentemente a la normalidad, y a volver a dormir...
El gran problema a poco que seas un buen observador de la realidad cotidiana, es que el autor es no solo un buen narrador, también es un fenomenal comentarista de la actualidad, y esa actualidad es el sustrato en el que aparecen los zombis, como metáfora de muchas cosas, como retrato directo del fin de la postmodernidad y comienzo del fin de nuestra era, y esto sí que da miedo de verdad, porque lo que me causó pánico (y me causa) de verdad es el trasfondo de descontrol absoluto que existiría en una situación como la que se describe en el libro, que en este caso son zombis, pero podríamos llamarla (de hecho él la llama) epidemia. llamémoslo la gran transgresión, puede que una nueva enfermedad, un cambio climático masivo, un asteroide, o simplemente otra nueva Gran Guerra causada en algún país de los que en el libro se citan.
Nos da la impresión de vivir por completo seguros, parece que nunca habíamos alcanzado como especie una estabilidad mayor, y lo que cuenta Max Brooks es la realidad que coexiste tras esa euforia en la que nos despertamos cada día, el doble significado de estar globalizados, de vivir a un máximo de 24 horas de viaje en avión de cualquier parte del Mundo, la terrible soledad en la que vivimos enlazados a miles de kilómetros con cualquier desconocido mediante un click en el ratón, pero aislados de nuestros propios vecinos y familiares, no digamos de nuestros compatriotas: no hay una base social, ni política, ni tecnológica real que nos pueda proteger de un ataque, real o ficticio, a escala planetaria, y esto sí te deja hecho unos zorros, y esto es lo que (con la excusa de los zombis, que también dan miedo, pero a los que con una pala del Leroy merlin puedes combatir) realmente es tan desasosegante en estas páginas, la sensación de que alguien, en este caso el autor de este gran fresco de nuestro siglo, se ha dado cuenta de la vulnerabilidad extrema en la que vivimos, sin materias primas aseguradas en países que lo importan todo del exterior, sociedades vacías de personas que sepan ya vivir autosuficientemente o tengan fuerza física y emocional para sobrevivir a un asedio mantenido en el tiempo, y con unos dirigentes sin capacidad política ni ética para pedir sacrificios a la población. Un espanto, que está ahí esperándonos, espero que no haga falta tomar lecciones de lo que nos apunta Max Brooks, porque al final, lo único que nos salva en el relato es la capacidad para deshumanizarnos, volver al hombre del Paleolítico, y resucitar como especie, desde nuestros comienzos. Lhasa, Cuba, Chiloé, Hawaii, Ciudad del Cabo, como símbolos de los últimos refugios, Nueva York, Kiev, todos los océanos, la cultura occidental al completo, como advertencia de lo que perderíamos para siempre.
Aterra, y mucho, y os lo recomiendo, también os advierto: si tenéis hijos, o si vivís felices, leedlo con una luz encendida, o no dormiréis en una temporada, la felicidad se termina con unos golpes rítmicos en la ventana y un gemido. O compraos un perro con buen olfato. O empezad a invertir en pesos cubanos. ¡Y no se os ocurra iros de vacaciones a Islandia!!!
Da miedo.
Podéis y debéis comprarlo aquí.
Un precio ridículo para lo mal (en este caso mal es bien) que os lo vais a pasar, y la de horas que os va a hacer pensar.
Para disfrutar o sufrir con este tipo de narración hay que tener cierta predisposición que, desde luego yo no poseo... Gracias por avisar, un saludo
ResponderEliminarA mí el género de terror tampoco me agrada, pero este libro es más una crónica histórica, o un manual sociológico...
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