Uno de los objetivos de este viaje (además de pasarlo pipa, que también), era visitar la isla de La Graciosa, la más pequeña habitada de Canarias, que ya pudimos ver desde el Mirador del Río en una anterior visita a Lanzarote, y me enamoré de ella. Nada me preparaba para las maravillas que íbamos a ver.
Para ello, después de cruzar de punta a punta la isla en una alocada carrera por llegar a tiempo para el 1er ferry, llegamos al pueblo de Orzola, lugar desde el que se enlaza a la isla, bien con 2 empresas diferentes de ferrys, bien en mototaxi, aunque el mar no estaba para tonterías.
Se denomina "El Río" al estrecho que separa las 2 islas, y aunque linealmente es un kilómetro justo en su punto más corto se producen unas corrientes marinas muy potentes que dificultan mucho la navegación, como pudo comprobar parte del pasaje que pasó la 1/2 hora de trayecto apoyando la cabeza en las mesas del barco, no era apto para gente con mareo.
Al poco de salir del puerto ya nos adentramos en El Río, y las vistas hacia Lanzarote se hicieron impresionantes.
Las mayores alturas de Lanzarote están justo en este tramo Norte de la costa, y desde el barco veíamos los míticos Riscos de Famara, parque natural por derecho propio, caer justo encima nuestro.
Cuando doblábamos la Punta Fariones, el oleaje se incrementó, al entrar en la corriente que circunda La Graciosa, y la niebla y la peculiar luz le daba al Cabo un aspecto ciclópeo.
El faro de los Fariones nos indicaba que ya íbamos rumbo oeste, y se divisaba ya La Graciosa al fondo.
Unas cuantas pardelas cenicientas (Calonectris diomedea) nos acompañaron todo el camino.
Alguna permitió ver su diseño alar y aventurar que eran de la raza atlántica (borealis).
Había también alguna gaviota patiamarilla atlántica (Larus michahellis atlantis). La isla de la Graciosa forma parte del Parque Natural del Archipiélago Chinijo, y tiene tal abundancia en procelariformes y otras aves marinas criando en sus acantilados que en cualquier país serio sería parque nacional, aquí...bueno, no sigo...
La 1ª población, Pedro Barba, ya se veía al Este de nuestro destino.
Y finalmente, Caleta del Sebo, la capital oficiosa de la isla, rodeada de volcanes.
Una vez llegados y dejado el ferry, descargamos nuestro equipaje en el puertito de Caleta del Sebo.
Allí empezó a gestarse la maravilla que íbamos a disfrutar en unas horas, mirando hacia el cielo, y hacia Lanzarote, veíamos los Riscos de Famara, la vista bien merecía la pena el viaje.
Y mirando hacia abajo, en el propio puerto se apreciaban los fondos marinos espectaculares que íbamos a gozar en la playa de las Conchas, nuestro objetivo, en la próxima entrada.
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