También nos volvimos a asomar a una de las playas más extrañas a las que haya ido en mi vida, la playa del Golfo, al oeste de Lanzarote, y lindante con el gran paraíso geológico de Timanfaya.
A esta playa hay que ir con los ojos bien abiertos, porque todo son maravillas allá donde miremos.
Para empezar, se trata de un volcán costero, derribado, y abierto al mar, pocas veces se puede decir que hemos estado dentro literalmente de la caldera de un volcán, y este es el caso. La gama de colores de los estratos varía tanto con la luz como con la orientación, así que nunca se ve igual, pero siempre es una paleta magnífica.
Y si cruzamos el istmo que separa la playa en 2 partes, nos encontramos con un fenómeno único, la surgencia, a través de galerías, del agua del mar dentro de la propia playa, con un color verde oliva que te deja boquiabierto, es el Charco de los Clicos, algo tan raro como hermoso, os pongo esta foto de hace unos años, en mi 1ª visita.
Sus aguas verdes pueden ser debidas a las algas, también a la riqueza en olivino, un mineral semiprecioso que se recoge masivamente en esta playa para hacer recuerdos y bisutería, con buscar un poco se encuentran ejemplares muy cristalizados, y la arena, a la lupa, brilla con la abundancia de partículas de este bello mineral que aparece en cristalizaciones de los basaltos volcánicos expulsados por el volcán cuando estaba en activo.
(Foto: Wikicommons).
Definitivamente, hay que parar aunque sea un par de horas y deleitarse con este paisaje digno de un sueño.
No es una playa para verla en horizontal: hay que patearla y recrearse.
Preciosísimo lugar, Fénix. Si podéis is a La Graciosa te encantaría. Un saludo.
ResponderEliminarFuimos, fuimos, ya verás dentro de unos días las entradas.
Eliminar